sábado, julio 27, 2024
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El pardo José Prudencio Padilla

A pesar de su aporte inmenso a la independencia, el máximo héroe naval de Colombia terminó condenado a muerte por orden de Bolívar y por motivos racistas

Leónidas Arango

En 1823 estaban liberados los territorios de Colombia y Venezuela, pero el puerto y el lago de Maracaibo seguían en manos realistas. Hace doscientos años, José Prudencio Padilla fue designado por el vicepresidente Santander para dirigir la campaña de Maracaibo al mando de veinte embarcaciones que destrozaron la escuadra española el 24 de julio. La batalla consolidó la campaña independentista de la Gran Colombia.

Padilla nació cerca de Riohacha el 19 de marzo de 1784, hijo del antillano Andrés Padilla, constructor de pequeñas embarcaciones, y de Josefa Lucía López, descendiente de wayúus. Era un pardo, en el sistema de castas de los colonizadores.

Siendo adolescente ingresó como grumete en la Marina española en la Nueva Granada y combatió en la batalla de Trafalgar. Apoyó la proclamación de independencia absoluta de Cartagena en 1811 y luchando como marino obtuvo una serie de victorias hasta la liberación del puerto.

Una república de negros

En 1815 fue acusado de traición por Mariano Montilla, un criollo venezolano que desde entonces se convertiría en su encarnizado rival. Fue liberado y estuvo en la defensa de Cartagena contra la expedición de Pablo Morillo para reconquistar la Nueva Granada y Venezuela. Se fugó de la ciudad ocupada y desembarcó en Haití, donde contempló la existencia de una república gobernada por negros.

Bolívar también estaba en la isla organizando una expedición financiada por el presidente haitiano Alexander Petion a la cual se uniría Padilla. La ofensiva fracasó, El Libertador regresó a Haití y Padilla se integró a las tropas venezolanas del prestigioso general mulato Manuel Piar. Bolívar insistió con una segunda expedición haitiana.

Como muchos criollos, El Libertador temía la posibilidad de una guerra racial de los pardos y encontró un pretexto para ordenar el fusilamiento de Piar. Padilla fue elegido por Bolívar para mantener la disciplina de las tropas, compuestas mayormente por negros y mulatos, y fue ascendido a capitán de navío. Comandó expediciones patriotas en el Caribe y el Orinoco y en 1819 estuvo en la Campaña Libertadora de la Nueva Granada y en los combates navales que liberaron a Cartagena, Santa Marta y Riohacha.

En 1821 la escuadra de Padilla y tropas de Montilla bloquearon a Cartagena y la liberaron del dominio colonial. El gobierno de la Gran Colombia lo ascendió a general y le entregó el modesto comando de un departamento de Marina. Los éxitos militares de Padilla encendieron la envidia de Montilla, quien lo acusaba ante El Libertador de propiciar una guerra de razas. Sin embargo, Padilla fue elegido senador de la República y ascendido a general de división, aunque por su condición de pardo recibió una pensión inferior a la que le correspondía como jefe en la Campaña Libertadora.

Conciencia de clase

Al terminar la guerra se restablecieron las viejas jerarquías de clase y raza. Los criollos de Cartagena sintieron malestar por el estatus que disfrutaban Padilla y su compañera sentimental Anita Romero, también parda, y los excluyeron de sus actividades sociales. Era usual que los hombres de clase alta mantuvieran una honorable imagen pública al lado de sus esposas legales, aunque mantenían relación con sus amantes mulatas o negras.

Padilla y otros republicanos radicales rompían esta doble moral social al otorgar a las mujeres pardas el mismo estatus que las de élite. Para la cúpula cartagenera, esto llevaba tras de sí «los bochinches de colores».

En noviembre de 1824 publicó el panfleto titulado Al respetable público de Cartagena donde señaló, con diáfana conciencia de clase, a quienes buscaban “la dominación exclusiva de una pequeña y miserable porción de familias sobre la gran mayoría de los pueblos”. Terminaba advirtiendo: “La espada que empuñé contra el rey de España, esa espada con que he dado a la patria días de gloria, esa misma espada me sostendrá contra cualquiera que intente abatir a mi clase parda, y degradar a mi persona. ¡Cobardes!” La posición vertical frente a la discriminación iba a costarle la vida.

Desde 1826 crecieron las diferencias entre el presidente Bolívar y el vicepresidente Santander. Padilla tenía ideas liberales y era firme partidario del segundo.

En 1827 Bolívar intentó que el Estado le otorgara poderes ilimitados, para lo cual convocó una gran convención en Ocaña. El gobernador Montilla emprendió en Cartagena una persecución contra Padilla y los santanderistas. Apoyado por los sectores populares, el almirante se proclamó jefe civil y militar del departamento para defender sus principios políticos y dignificar a los afrodescendientes. Montilla movilizó sus tropas y Padilla abandonó la ciudad para evitar un conflicto armado. Viajó a Ocaña para buscar la absolución de Bolívar, pero El Libertador lo consideraba demasiado inclinado a instaurar un gobierno de pardos. Regresó desanimado a Cartagena donde su rival lo acusó de rebelión y lo envió preso a Bogotá.

Una mancha sobre Bolívar

Fracasada la Convención de Ocaña en 1828, Bolívar asumió la dictadura en agosto. El 25 de septiembre sus enemigos intentaron asesinarlo en Bogotá, cuando Padilla se encontraba en prisión. Pese a las evidencias y por orden expresa de Bolívar, un tribunal militar lo juzgó y lo condenó a pena capital por el supuesto apoyo a la conspiración. Fue fusilado en la actual plaza de Bolívar el 2 de octubre de 1828.

Semanas después expresaba El Libertador su amargo remordimiento: “Estoy arrepentido de la muerte de Piar y de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa … pero lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo he sido en favor de ese infame blanco [Santander], que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria. Esto me desespera, de modo que no sé qué hacerme”.

Por decreto se ordenó que la memoria del almirante Padilla fuera borrada de la historia y desterrada para siempre de los documentos oficiales. En 1833 el gobierno santanderista rehabilitó su nombre y en 1881 los radicales aprobaron su rehabilitación permanente.

El sistema de castas heredado de la colonia mantiene vigencia en nuestros días. La Escuela Naval de Cadetes lleva el nombre del Almirante Padilla, aunque –por injusta paradoja– durante décadas se negó a formar oficiales negros o indígenas.

Nadie hizo un retrato de Padilla en vida. Constancio Franco Vargas lo pintó 52 años después de muerto, con rasgos casi europeos y expresión de miedo. ¿Será posible hacer una reconstrucción 3D del auténtico rostro del almirante José Prudencio Padilla a partir de su cráneo que reposa en la Catedral de Riohacha?

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