sábado, julio 5, 2025
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El más librero de los libreros de la plaza

Álvaro Castillo Granada

“El más librero de los libreros de la plaza”. La frase no es mía, por supuesto. Es de Carlos Orallo, mi hermano más librero de todos los libreros del mundo. Así me lo describió hoy en un correo. Y no se equivoca. No sólo por lo que sabía (que era mucho, muchísimo) sino por la presencia que imponía su ser: respeto ante alguien que intensamente había leído, visto y vivido.

Foto: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés.
Foto: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés.

Siempre con una gorra desteñida cubriendo su cabeza (su calva, para ser más específicos). Un pulóver blanco o azul, un pitusa, unas botas de caminante y una mochila colgada permanentemente de su hombro derecho eran su manera de vestir en el mundo. Parecía que no necesitaba más. Era un librero de tiempo completo. Como hay que serlo.

Lo conocí en 1995. Le compré muchas veces a lo largo del tiempo. Más de uno de los tesoros que aún habitan los estantes de mí cada vez más cerrada biblioteca me lo consiguió él. Durante un tiempo nos distanciamos. Un malentendido por el precio de un libro de Fayad Jamís hizo que dejara de comprarle y dejara de venderme. Eso, por lo menos, fue lo que sucedió de mi parte.

Sin embargo no dejamos de cruzarnos y saludarnos. Nuestros caminos muchas veces coincidían: en el Canelo, la Abel Santamaría, en una guagua, en la feria del libro y en la casa de Carlos Orallo. Ahí lo vi las últimas veces. Sin quererlo, sin saberlo, Carlos nos fue acercando, nos permitió volvernos a encontrar. Volvimos a hablar.

Siempre serio, brindaba sus conocimientos lentamente. Hablando con certeza pero como quien no quiere la cosa. Como habla un librero. Desde abril de 1995 hasta marzo de 2013 estuve esperando que me vendiera un libro que me prometió. “Está en la casa de mi hermana, en unas cajas, yo lo busco… no te preocupes…”. La respuesta no variaba al igual que mi pregunta: “¿Y la edición de Oceana, de Neruda, que me ofreciste?”. Uno de sus últimos gestos para mí fue mandarme una edición de Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez, que necesitaba.

Así lo recuerdo. Así lo quiero recordar. Así lo llevo en mi memoria. El sábado 10 de agosto partió para el cielo de los libreros (donde ya están Humberto Alemán, Cosa, y tantos otros). Su voz recia y firme habitará en los oídos de todos sus colegas. En la memoria de todos a los que alguna vez les consiguió un libro o se detuvieron a conversar con él.

Ya no tendremos a quién preguntarle por ciertas cosas que sólo él podía saber. Juan Carlos, el viejo, uno de los mejores libreros que he conocido en mi vida. “El más librero de los libreros de la plaza”. Hasta pronto, hasta cuando volvamos a encontrarnos, no te olvides que me prometiste Oceana. Si llega a mis manos sabré que tú por fin me la mandaste.

Hasta siempre, compañero.

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