Editorial 3260
No se dedicará este editorial a adentrarnos en los vericuetos jurídicos que, por demás y a pesar del descrédito general que tiene el sistema de justicia colombiano, afortunadamente hay valiosas excepciones como el actuar de la jueza del caso Sandra Liliana Heredia quien se ha mantenido firme en el cumplimiento de su deber; asimismo, la del Tribunal Superior de Bogotá que negó la tutela de Álvaro Uribe contra la jueza, acto calificado por el senador Iván Cepeda, víctima en el caso, como “una estrategia para dilatar el proceso” y un “acto desleal”.
Ya hay una victoria de las víctimas del paramilitarismo, de Iván Cepeda y del pueblo colombiano que quiere verdad y justicia. Tener a Uribe allí sentado, en el banquillo de los acusados, al señor de la oscuridad y la desgracia de este país, es el primer acto victorioso de dignidad.
Al ver la exposición de Iván Cepeda como primer testigo, su presentación nos transmite tranquilidad, habla sin libreto, responde a las preguntas de manera precisa y sin exaltación, como solo puede hacerlo una persona inocente, integra y con dignidad.
Contrario al cucho y sus abogados, desde que inició el juicio han acudido a la marrulla, a la dilatación y a la “jugadita”, patrimonio del uribismo. En especial, a Uribe se le nota preocupado, siempre con la vista y la cabeza enterrada en su propia podredumbre, anotando y dibujando su propia condena. A veces se le sale una sonrisita nerviosa. Sus abogados Jaime Granados y Jaime Lombana son diligentes al interferir el proceso con leguleyadas, se les nota preocupados, se mantienen a la expectativa.
Cuando los abogados del cucho estaban escuchando los audios de sus secuaces, de los testigos falsos, en la grabación afirman: “Ya que tengo la línea directa con el viejo, usted me ordena señor. Necesitamos una garantía, que le pongan patas a eso, necesitamos una garantía, usted le hace el video sí, pero si hay garantías, cucho”. Los abogados no saben dónde colocar sus manos, Lombana se ríe, se estira en su asiento. Granados quiere posar de sorprendido, pero se delata con su vista perdida por momentos. Saben que defienden lo indefendible.
Vuelve el representante de la dignidad en este juicio, Iván Cepeda, ratifica y explica su actuación ajustada siempre a la ley. Cuando recibió los WhatsApp y audios de Juan Guillermo Monsalve Pineda, un exparamilitar preso y exaliado de Uribe en sus andanzas paras, explicó: “Me limité a entregar estas grabaciones directamente a la Corte Suprema”, como debe hacer un ciudadano respetuoso del marco constitucional de un país.
El abogado Granados intentó detener la escucha de un segundo audio de Monsalve y el nerviosismo de Uribe se elevó, su rostro se enrojeció, mientras Lombana enterraba la cabeza en sus notas.
No es un juicio normal, es la primera vez que un expresidente es llevado a estas instancias, pero no es un querido expresidente en retiro, no, es el acusado de tener responsabilidad en miles de ejecuciones extrajudiciales de personas en su mayoría jóvenes, trabajadores informales, seres inocentes, hechos conocidos eufemísticamente como “falsos positivos”.
Es el expresidente responsable de lo sucedido en La Escombrera, donde la Fiscalía ha encontrado 14 cuerpos, pero que organizaciones de derechos humanos, madres y lideresas de la Comuna 13 hablan de más de 500 personas desaparecidas, de las cuales muchas podrían estar allí enterradas. Todo esto en el Gobierno del nefasto cucho, quien está en este juicio.
Sea cual fuere el resultado del proceso, ya el expresidente Uribe, alias el cucho, está condenado por la historia, por las víctimas, por líderes políticos y por defensores de derechos humanos como Iván Cepeda, quienes representan la dignidad, la vida y la verdad.