jueves, marzo 28, 2024
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El Cesar: aburrido de pícaros y ladrones

La Unión Patriótica renace en el Cesar y con candidatura propia aspira a ser poder local. A la candidata a gobernadora Imelda Daza la proclamaron las fuerzas de izquierda y el pueblo cesarense.

Imelda Daza.
Imelda Daza.

Hernán Camacho
@camachohernan

Fue invitada al pasado pleno de la dirección de la Unión Patriótica y se quedó para ser candidata a la gobernación del Cesar. Imelda Daza salió exiliada hace 27 años, después de la muerte dos de sus compañeros de correrías políticas en ese departamento: Antonio Quirós y José Francisco Ramírez.

La muerte la acechó hasta las calles de Bogotá. En el año 1987 trató de pasar como una ciudadana anónima pero las fuerzas paramilitares y militares encargadas del genocidio de la UP la habían declarado objetivo militar. Se fue a una nueva vida pero no echó raíces. En diciembre de ese año su destino era Europa.

En el marco del V Congreso de la colectividad upeísta, en el año 2013, confesó que las heridas de su alma provocadas por el exilio solo sanarían cuando en su país existieran las condiciones políticas y sociales para volver. Hoy el pueblo cesarense, dice ella, la proclamó como la candidata a la gobernación y asume el reto.

Ya siente la calidez del clima y la política. “Vine con la intención de hablar con las víctimas de la Unión Patriótica y apoyar a los candidatos a los concejos y a la asamblea, pero me quedé para ser candidata a la gobernación y gobernadora del Cesar”, dice Imelda, mientras organiza los pormenores de su campaña, define la agenda para los próximos tres meses y habla con Aída Avella y la dirección de la UP sobre sus propuestas para el departamento vallenato.

Hablamos con Imelda Daza, la del discurso frentero, la candidata que no se guarda nada y que sigue hablando con su acento vallenato como hace tres décadas.

–Imelda, nuevamente en Colombia. ¿Cómo es eso que entró a una reunión y salió como candidata a la gobernación?

–Así es. Nos reunimos con el Polo Democrático, el Partido Verde, los progresistas, el Partido Comunista y la Unión Patriótica y abordamos un tema central: la candidatura a la gobernación. Nos preguntamos: ¿Hay garantías para la participación? ¿Vamos a competir y ser una alternativa para el departamento? Y el 99% de los asistentes dijeron: vamos con Imelda a la gobernación. No hemos hecho el lanzamiento formal y ya se están acercando los amigos a la campaña.

–¿Los amigos se han acercado, los medios de comunicación cómo la han recibido y cuál es la reacción del pueblo ante su postulación?

–En los pocos días en que hemos estado en el departamento son muchos los apoyos que hemos recibido. Se me acercan y me dicen que ahora sí hay por quién votar, que cuente con su respaldo. Un amigo me regaló unos botones de publicidad para iniciar la campaña. En fin, son muchos los apoyos que me hacen sentir que es una candidatura con mucha aceptación. No sé si van a votar por mí, porque en el Cesar la compra de votos y la mafia electoral son rampantes, pero soy la tercera candidatura oficial para el departamento y sin duda soy una alternativa de poder.

–Resulta significativa la candidatura.

–Sin duda. Es significativa la campaña por ser la alternativa a los sucesivos gobiernos de corrupción en el Cesar, es significativa porque no somos ni representamos a la clase dirigente tradicional que ha llevado al departamento a una crisis de ética por la corrupción. Y es significativa porque nunca antes ha existido candidata ni gobernadora mujer. Así que eso nos da un indicio favorable para arrancar.

–¿Cuáles son esos atributos políticos de Imelda Daza que le hacen pensar a los cesarenses que pueden tener una mujer en la gobernación del departamento?

–Alguna gente me ha dicho que tengo la ventaja de no haber vivido aquí en el Cesar en los últimos años porque concluyen que yo no me he contaminado de la podredumbre. Dicen: “a usted no la pueden acusar de nada, no ha hecho contratos con la plata del departamento, no se volvió millonaria después de pasar por un cargo público”, ese es otro factor a favor. Y lo último es que me dicen que tengo encanto para hablar a pesar de estar fuera 27 años y sigo hablando vallenato. En el Cesar hay candidatos eternos de la aristocracia departamental que se educaron en los Estados Unidos y hablan trabado. Yo no pierdo las raíces del pueblo.

–En el año 1985 arrancaron sus correrías por el Cesar con la UP. ¿Cómo se imagina estos nuevos recorridos casi treinta años después?

–Ya he hecho varios sin que aún fuera candidata. No me he alejado del departamento. Conozco sus problemas, sé que hace casi tres décadas me fui del Cesar dejando un departamento con dificultades para su desarrollo educativo, con unas cifras de pobreza gigantes. Ahora que vuelvo veo los mismos problemas pero más agravados. Por ejemplo Valledupar, la capital del Cesar, ha crecido muchísimo desde el punto de vista urbanístico pero ha perdido su carácter, es una ciudad sin personalidad, mucho cemento.

Me sorprende que en Valledupar existan centros comerciales que nada le pueden envidiar a los de París, pero la ciudad sigue sin crecimiento. Todo lo contrario, abunda la pobreza. Yo veo a la gente pobre pasando saliva frente a las vitrinas y resguardándose del sol en esas superficies comerciales. Veo una ciudad insegura, una ciudad caótica, una ciudad de gente agresiva. Eso no puede llamarse desarrollo.

–¿Qué otras dificultades ha visto?

–Hay desempleo por doquier. Valledupar se volvió una ciudad de restauranticos. Los sectores residenciales se ven en la obligación de sobrevivir de algo. Hay un rebusque desesperado sobre todo entre los jóvenes: mototaxismo, los que hacen maniobras en los semáforos, los que hacen remedios que curan desde la caspa hasta la pecueca. El drama del pueblo por sobrevivir. La educación es malísima. El Cesar es el último departamento en la escala de evaluación nacional. Allí las autoridades peyorativamente dicen que están peor que Chocó y La Guajira. La educación pública no existe y es propio del clasismo de los dirigentes departamentales que apoyan la educación privada pero no la pública, es lamentable.

–¿Y fuera de la capital?

–Hemos estado en muchos municipios. Vimos, por ejemplo, que en Codazzi es dolorosa la crisis por la pobreza. Encontramos allí que hay unas 1.600 familias en barrios marginales que aún viven en casas de barro que no se veían hace diez años. Ellos no son dueños del terreno a pesar de que la tierra es del municipio. Las autoridades del municipio sueñan con desalojarlos. Sé que allí los niños comen periódicos para soportar el hambre.

–¿Te vas a enfrentar a la misma clase política de hace treinta años?

–No, hoy la clase política es más corrupta, pervertida y degenerada. El paramilitarismo permeó la sociedad vallenata hasta los tuétanos y muy poca gente, contada con los dedos, no fueron tocados. Entonces allá se banalizó el mal. La gente en el Cesar acepta sin problemas que buena parte de sus dirigentes políticos están presos por parapolítica y no se sonrojan. Un candidato a la alcaldía de Valledupar por un partido de la Unidad Nacional, de trapo rojo, no le dieron el aval y alguien le dijo que fuera a Bogotá para intrigar y quedar escogido como candidato. Y en la capital de Colombia le dijeron que para quedar oficialmente como candidato, el aval tendría que ir a pedirlo a La Picota. Y sí, efectivamente ya tiene el aval.

–El aval ahora es un requisito de lealtad con las prácticas políticas corruptas.

–Eso es verdad. En la UP aval significa servirle al pueblo. A mí me preguntaron: “¿y quién le dio el aval para la candidatura?”, y les contesto: el pueblo me dio el aval y soy fundadora de la Unión Patriótica. No tenemos sede, nadie sabe dónde vivo yo, pero tengo a mi espalda las ideas de sacar al Cesar adelante. La gente del Cesar está aburrida de tanto pícaro y tanto ladrón.

–¿Y el tema de paz?

–Yo espero que pronto llegue el fin de la confrontación armada, que lleguen los acuerdos, que la paz sea una realidad y que Ricardo Palmera ya esté en el Cesar. Ese es un sueño.

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