El barrio bogotano es desde sus inicios un espacio de resistencia para el pueblo destechado, proceso liderado por la Central Nacional Provivienda, fue legalizado en 1989. Actualmente es un territorio creativo y turístico habitado por gente trabajadora
Zabier Hernández Buelvas
El barrio Juan XXIII mira a Bogotá desde lo alto. Es una loma que apila construcciones extendidas desde la falda hasta el mirador. Sus calles muestran la necesidad de aprovechar el espacio urbanizado, estrechas, oscuras y llenas de recovecos que solo quienes habitan allí conocen y saben a dónde llevan.
Se ubica en la localidad de Chapinero, en una loma que hace parte del ecosistema de los cerros orientales. Urbanísticamente se ubica entre las calles 64 y 66 y las carreras 1ra y 2da.
El Juan XXIII desde sus inicios como barrio de invasión liderado por la Central Nacional Provivienda desde 1950, legalizado en el año 1989, es un enclave de dignidad y trabajo diario. Al lado del otro barrio de invasión Los Olivos, fueron 2 de los 55 barrios y 4 Centros de Inquilinos fundados por Provivienda en la segunda mitad el siglo XX.
El barrio toma su nombre actual, unos años después, por iniciativa del padre peruano Domingo Effio, quien aprovechando la gran efervescencia que despertaba el “padre bueno” como se le llamó popularmente al papa Juan XXIII, quien, aunque desarrolló su papado en el periodo de 1958 a 1963, desde los años 50 ya era muy conocido por su papel en el vaticano y como representante del Papa Pio XII.
Los comunistas de Provivienda

El Partido y la Juventud Comunista, a través de la Central Nacional Provivienda, fueron los primeros en ponerse al frente y organizar a las familias que venían desplazadas de la violencia de Boyacá y Cundinamarca, zonas del Guavio, Junín, Gama, Ubalá y Gachalá, proceso de incidencia comunista que duró hasta los años 1955-56, años en los que se había consolidado la toma de los terrenos y la organización barrial.
Según la socióloga María Elvira naranjo, en su tesis de doctorado, Colonos, comunistas, alarifes y fundadores en Colombia. Una historia de la Central nacional Provivienda (Cenaprov) 1959-2016: “Una de las grandes transformaciones ocurridas en nuestro país durante el siglo XX, ha sido su proceso de urbanización. Este proceso particularmente intenso en los primeros 15 años: entre 1950 y mediados de los años 60 (Pág. 86) (…) este proceso de colonización urbana, se hace fundamentalmente por autoconstrucción y su magnitud es tan significativa que llega a constituir más del 50% de las viviendas urbanas construidas durante el periodo comprendido entre 1951 y 1964” (Pág. 111).
La juventud y el Partido Comunista habían comprendido esta nueva realidad del país, habían sido víctimas de la violencia en el campo, aun lo son, y habían elaborado una estrategia del trabajo de masas que además de aportar en la solución de vivienda para los y las destechadas, fortalecieron la lucha política revolucionaria de los comunistas. El sandoneño Pedro Antonio Salas, el zapatero caleño Luis A. Morales y el también caleño Julio Rincón crearon los primeros comités de viviendistas y de inquilinatos en Cali y Bogotá entre 1946 y 1950.
El cura anticomunista y ladrón
El cura Effio, quien llega unos años después, comienza una campaña anticomunista y utilizando la persuasión religiosa se metió a organizar la comunidad defendiendo sus derechos, pero en contra de los comunistas. No obstante, contradictoriamente, cuando el Juan XXIII era atacado por la policía, entonces acudía a los comunistas y pedía auxilio a barrios comunistas (Torres, 1993, p. 135), las Colinas, Las Lomas, el Policarpa Salavarrieta y Los Laches (Olano, 2015), quienes se movilizaban en defensa de la comunidad, más allá de las fuertes diferencias con el padre Effio.
Pero el cura Effio, tenía su guardado. Según Arango (1981) el hombrecillo religioso, había estado guardándose para sí, los dineros aportados por empresas privadas y entidades oficiales, los dineros colectados por los y las habitantes. Los manejaba de manera personal, nunca daba cuentas a nadie. Un comité improvisado le pidió cuentas y descubren que Effio había estado enviando gran parte de estos dineros a su comunidad de dominicos en Perú. Y este en vez de dar cuentas y poner la cara huye del país.
El Juan XXIII hoy

Federico Mayorga, actual presidente de la Junta de acción Comunal me recibe, bien temprano en la mañana. Es un pequeño comerciante, que combina esta actividad con la prestación de servicios técnicos en arreglo de computadores.
Me lleva hasta el salón comunal, toma una escalera y se pone a cambiar unas bombillas. Me explica que hay una junta, que es difícil reunirla porque cada uno y cada una, andan en el rebusque, en sus trabajos y afirma, “este es un barrio de gente trabajadora, los más mayores, que ya quedan pocos, se dedican a la construcción. Los jóvenes ya no se van a la construcción, ya hay profesionales y trabajan en empresas”.
El barrio, que es estrato 2, se encuentra literalmente rodeado y casi que asfixiado, por grandes edificios de estrato 5 y 6. Le pregunto por la relación entre ellos y sus vecinos altamente estratificados, me responde tranquilo “hubo una época hace algunos años que si presionaban duro e insistían en comprar nuestros predios, pero nos mantuvimos y ya han dejado de hacerlo” y agrega, “ lo que pasa es que si vendiéramos, nosotros no solo venderíamos predios y mejoras, sino, vías de acceso para todo este sector, pero definitivamente no vendemos y estamos muy contentos con nuestro barrio”.
Luego me comienza a guiar por las angostas calles, más que calles, son caminos, tan estrechos que hay casos donde solo cabe una persona. Me muestra los murales que adornan todo el barrio y destaca con orgullo que fueron hechos por un joven del barrio en un proyecto con la Alcaldía.
Llegamos al mirador. Imponente panorámica de Bogotá. Me detengo a respirar el aire, aun puro de la mañana y diviso a lo lejos gran parte de la sabana. Le pregunto si acá suben turistas y si hay guías, me dice que si, que “llegan muchos turistas y hay unos jóvenes que hacen de turistas”.
Aunque lo ame y defienda
Le pregunto por la seguridad, “este es un barrio tranquilo, aquí todos nos cuidamos, usted ve que las tiendas no tienen rejas, porque aquí no hay ese problema de los atracos ni los robos. Vivimos muy sabroso por eso”.
Bajamos y siguen pareciendo murales. Hablamos de los problemas actuales que tiene el barrio, me explica, “tenemos tres problemas ahora. El primero es que no hay una cancha para practicar deportes”. Me señala la calle, que han demarcado con pintura. “Dos, que no tenemos un buen parque. El que hay, es muy pequeño. ¿Y el otro problema? No tenemos una ruta de transporte público, antes llegaba, pero con el Transmilenio nos la quitaron. Estamos en diálogo con la Alcaldía para ver si nos la ponen otra vez”.
Me queda la impresión de haber tratado con una buena persona, honrada y tranquila. Pero también. que no conoce mucho de la historia de su barrio, aunque lo ame y defienda.
Después de despedirme y agradecerle, comienzo a bajar hacia la séptima, pensando en cómo recuperar la memoria social, comunitaria y política de estos barrios, la verdadera, no aquella que inicia en los 90 y que esconde y borra las décadas predecesoras, el papel de los y las comunistas de Provivienda, que lucharon junto a muchos y muchas y que dio como resultado este enclave de dignidad que aún sigue siendo el Juan XXIII.