sábado, agosto 31, 2024
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El analfabetismo del siglo XXI

Un vistazo a la propuesta de educación del candidato Rodolfo Hernández

Juan David Aguilar Ariza

Toda propuesta debe partir de un análisis de la realidad. Analizar la realidad no solo es observarla desde una posición cómoda, sino revisarla a la luz de teorías, experiencias e interpretaciones que nacen de diferentes sectores. Las propuestas que el candidato presidencial Rodolfo Hernández ha diseñado sobre educación parten de un análisis pobre y desafortunado de la realidad colombiana.

Dado que el señor no ha querido presentarse a debates es necesario preguntarle sobre sus propuestas, en especial sobre la educación: ¿Qué es la educación para él?

Según sus propuestas, la educación sigue siendo un lugar donde se aprende para responder a preguntas estatales estandarizadas. Solo eso. Según su análisis los colombianos no cuentan con una educación de calidad porque han fallado en las pruebas PISA y en el ICFES. Con solo estos dos factores evalúa la calidad de la educación.

Démosle el derecho de estar en lo cierto, aunque ya muchos saben que las pruebas estandarizadas hay que dejarlas de lado no solo porque carecen de elementos para medir el nivel de calidad de la educación, sino, a su vez, porque no deben ser un enfoque o el fin de la misma educación; así las organizaciones internacionales como la OCDE lo exija.

Educación para el mercado

¿Por qué los estudiantes colombianos se rajan en esas pruebas? En sus propuestas el candidato no dice nada que permita entender esta realidad el país.

La educación es el síntoma de una nación y es el resultado y la suma de una serie de factores que es necesario analizar para que como sus propuestas lo dicen “Partimos de la certeza de que la educación se constituye en el motor que impulsa el desarrollo de los países y las sociedades” podamos desarrollar el país.

  1. La educación es social: los estudiantes pueden dar lo mejor de sí si están protegidos. Esto quiere decir que se deben garantizar los demás derechos:

alimentación, vivienda, transporte; derecho al libre desarrollo de su personalidad; derecho a disentir; a oponerse a los gobiernos; a crear organizaciones políticas, sociales, culturales, entre otras.

Muy difícil resulta creer en el candidato después de no asistir a debates, ¿pueden los estudiantes confiar en que les garantizará los derechos que acompañan y fundamentan la educación? En su programa de gobierno no se menciona nada de lo anterior. Su visión sigue siendo una interpretación mercantil del derecho a la educación.

  1. La educación parte de una interpretación sobre lo humano: si la persona que nos va a gobernar considera que los seres humanos son hombrecitos que se dedican a pagar intereses a quien les vende un producto (la vivienda no es un producto, es un derecho) por más de 15 años y dice que es una delicia, ¿no es acaso una visión que configura el sistema educativo que usted promete? La respuesta la dan los lectores de sus propuestas: sí. En su propuesta educativa se configura la visión de un humano que estudia para el trabajo.

No señor. Existen diferentes interpretaciones del humano: un ser para la felicidad, un ser para el desarrollo de su potencial humano, un ser para la vida, entre tantas. Escoja la que mejor le parezca, pero siempre y cuando usted sepa que la que propone no es la acorde con nuestro tiempo. Necesitamos seres responsables con la naturaleza, con los otros, independientemente de cuál sea su género, sexo, clase social; necesitamos, en todo caso, seres democráticos, no hijos del banco. Seres democráticos, sí, algo que no hemos visto en Colombia, hasta el día de hoy porque no hemos entendido el papel de la educación.

El mundo cambió

  1. La educación transforma la sociedad: si se quiere medir la educación y su calidad se podría hacer a través de la siguiente pregunta rectora ¿en qué medida la educación en Colombia ha transformado el entorno?

Aquí se raja Reimundo y todo el mundo. Puede que un colegio enseñe inglés, francés, alemán, matemática a nivel avanzada, química para ingenieros; que el niño resuelva ecuaciones como físico nuclear, pero, si ese niño no puede cambiar su sociedad para bien no se puede decir que la educación sea acorde, no podemos denominarla como buena educación. La educación que no cambia su propio contexto está mandada a recoger.

Mirar a Duque es el mejor ejemplo. El señor estudió en los mejores jardines, escuelas, colegios, universidades, incluso, estudio en el exterior y aun así no generó desde el puesto más importante del país un servicio para sus conciudadanos, no los ayudó, no diseñó políticas para mejorar al país. La educación no puede estar descontextualizada.

Hay que decirlo de una buena vez: esta educación colombiana es un fracaso, ya sea de clase alta o pública. Los padres siguen creyendo que una buena educación es que sus hijos salgan con un montón de conocimientos, de lenguas, que al final no les van a servir para sortear el más leve ventarrón existencial en sus vidas. Sí, no se está preparando para la vida, la realidad. Fracasa la educación colombiana.

Aquí regresamos a Rodolfo Hernández, quien, como señor de edad avanzada, educado en el siglo XX, con su tradición de hombre del pasado, no ha entendido que el mundo cambió, que los países desarrollados en educación rechazan las pruebas estatales estandarizadas, que la educación no es una preparación para desempeñar un trabajo y que si Colombia no entiende que toda educación parte de un sentido filosófico e interpretación de los seres humanos nunca podremos cambiar este país. Esto quiere decir que la educación y la propuesta que el candidato pueda ofrecer parte necesariamente de su interpretación de lo humano.

Transformar la realidad

¿Qué es ser colombiano?, señor Rodolfo Hernández. Un hombrecito que trabaja eternamente para pagar intereses. ¿Necesitamos educar para el trabajo? No, lo que necesitamos es una nueva interpretación de lo que somos: somos seres humanos, de derechos, que entendemos la importancia de la naturaleza y que venimos a este mundo a vivir sabroso en la medida en que desarrollamos todo nuestro potencial para ayudar a los otros, para trabajar, eso sí, por un país justo, equitativo, de oportunidad, de la igualdad.

La educación debe servir para construir un escenario de la pluralidad, un escenario de la biodiversidad (toda vida diversa, todo ser humano diverso), donde las mujeres no son las trabajadoras o las empleadas de la casa, donde la diversidad sexual no es sinónimo de debilidad. La educación sitúa al humano en el mundo y le permite desarrollarse en la medida en que él, o ella misma, o cualquier otra interpretación del sí mismo, se piensa. Es un ejercicio de libertad.

Los profesores, en ese sentido, no están para llenar de conocimiento a nuestros estudiantes ni para prepararlos para pruebas inútiles estandarizadas. Los profesores son humanos que están partiendo del principio educativo básico: transformar nuestra realidad para vivir mejor, vivir sabroso. Vivir sin miedo a pensar, vivir como ciudadanos empoderados que pueden y quieren cambiar su realidad. Vivir para ser uno con la naturaleza. Vivir para crecer espiritualmente. Vivir para complementar al otro. Vivir solidariamente. Vivir para resistir ante los empresarios que solo nos ven como un interés, como un número en sus cuentas.

La educación es todo lo contrario a lo que representa el señor Rodolfo Hernández. No necesitamos que los estudiantes estudien lo que exige el mercado como él bien lo dice en su propuesta. Necesitamos interpretar el contexto y crear ciudadanos y ciudadanas, o cualquier otra interpretación del sí mismo, libres que escogen y deciden sobre lo que van a aprender para crear así realidades, a reconocerse como la fuente para ayudar al otro, no para enriquecerlo.

Señor Rodolfo Hernández, ¿entiende por qué un empresario “exitoso” o un banquero (amigos suyos) nunca podrá ser un gran pedagogo

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