Editorial 3295
No podemos subestimar el poder violento, criminal y voraz de los imperios. Pero los imperios no deben olvidar que, tarde o temprano, siempre la historia enseña que han fracasado y han sido derrotados por la fuerza de los pueblos.
Mientras se celebraba literalmente una fiesta democrática, en la que llegaron a votar más de dos millones 800 mil personas en la consulta del Pacto Histórico, Trump, seguía vociferando, ofensas, improperios y falsedades contra el presidente Petro y amenazando con incursiones militares en Colombia. Sin duda, la participación masiva del pueblo fue la mayor y más contundente respuesta política al imperio.
El pueblo politizado supo comprender que ante la arremetida de la extrema derecha apátrida y en contubernio con la extrema derecha estadounidense, liderada por los genocidas Donald Trump, Marco Rubio y Bernie Moreno, respondió con disciplina a la provocación y a las intenciones de invasión a nuestros territorios. Es claro que una consulta, siendo tan exitosa y masiva, no es suficiente, pero es la base de donde parte todo.
El poder del pueblo debe partir de allí, de su movilización política y social, y expresarse en todas las dimensiones de la lucha, incluso en aquella que amerita grandes sacrificios como enlistarse en un ejército patriótico y popular para defender nuestro territorio. Escenario que nunca es deseable, pero como afirmó Cristina Nicholls Ocampo, en su columna en El Espectador, “Quien en este momento no tenga todas las alarmas encendidas con Donald Trump no está entendiendo la gravedad de lo que está pasando o simplemente ha decidido resignar el sentido común”.
La lucha del presidente Gustavo Petro por la democracia, la soberanía y la autodeterminación no es una lucha personal, coincide plenamente con lo que Colombia mayoritariamente quiere: construir justicia social en democracia y sin interferencias extranjeras. La estrategia amenazante y difamatoria con un mensaje de supuesta diferenciación entre el pueblo colombiano y el presidente Petro, no les ha funcionado y lo que ha hecho es unir a sectores que incluso, con claras diferencias con el primer mandatario, ha salido a defender su nombre y la soberanía.
Coincidimos con el pronunciamiento que organizaciones sociales, sindicales y políticas han publicado, desde lo que podría constituirse en el origen de un gran movimiento amplio y nacional por la defensa de la soberanía y la autodeterminación de nuestra patria: “Tenemos que poner en alerta a todos los sectores de la sociedad colombiana. No somos narcotraficantes, no somos terroristas, no somos delincuentes. No estamos ante un incidente personal, Petro – Trump. Se trata de una amenaza creíble de intervención ilegal y violenta como lo ha anunciado este último. El país se tiene que levantar en un solo movimiento de respuesta. Cada colombiana, cada colombiano debe disponerse a aportar su apoyo”.
A estas alturas, cabe preguntarse, ¿no hay nada, ningún tribunal ni ninguna instancia, que pueda detener a esta locura guerrerista de Trump? Por la experiencia vivida por el pueblo palestino en su resistencia heroica, ya sabemos la respuesta: la única, primera y verdadera defensa es un pueblo organizado y movilizado que construye unidad, democracia y poder popular constituyente.







