lunes, marzo 17, 2025
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Defender los diálogos a pesar del dolor

No queda de otra que rodear y blindar los diálogos de paz de La Habana con movilización social, con una exigencia clara de llegar al fin de los mismos, reclamando con mayor fuerza el tan sonado cese bilateral al fuego y presionando el inicio formal de las conversaciones con las otras insurgencias

Foto: March por la Paz con Justicia Social via photopin (license)
Foto: March por la Paz con Justicia Social via photopin (license)

Álvaro Hernán Forero Hurtado

Estar lejos de mi país ha sido una experiencia constructiva y muy interesante, que me ha permitido observar las cosas de manera un tanto más tranquila y profunda para, al final de cuentas, ratificar lo que soy y lo que he construido a lo largo de este camino.

Pero hoy escribo estas líneas con un inmenso dolor, el dolor de ver cómo, a pesar de estar en unos diálogos de paz, sigue generándose y degenerándose el fratricidio de mis compatriotas (nos matamos entre hermanos), aunado por quienes ven en la muerte y la guerra la única salida al histórico conflicto social, político y armado colombiano.

Y es que en Colombia nos vale una mierda la vida, hemos naturalizado a tal punto la muerte que ya solo los contamos como cifras; 11, 26, 55, 1000, los que sea… Convivimos con los asesinatos y los aceptamos como algo «normal en la guerra». Pues bien, si la idea es terminar la guerra, ¿por que esa oligarquía que ha detentado el poder desde tiempos poscoloniales no avanza en esa dirección? ¿Qué impide generar ya un cese bilateral de las hostilidades como un gesto real de paz?

Muchos condenan el ejercicio de la violencia como un instrumento político; el mismo Estado colombiano plantea esto como un pilar de sus ataques contra la insurgencia, pero si algo ha quedado claro es que ellos también utilizan la guerra y la violencia como instrumento de presión para una rendición incondicional de la guerrilla en la mesa de La Habana. Para explicarlo mejor: el asesinato de los 26 guerrilleros esta semana en un criminal y cobarde bombardeo es para el Gobierno colombiano solo un mecanismo de presión política, nada más.

Me rehúso a pensar que el presidente Santos tenga la intensión de terminar los diálogos de paz. Sería el peor error que se podría cometer. Significaría la eternización de una confrontación militar de colombianos pobres, que se matan entre sí para mantener intactos los intereses de la minoría rica del país; sin embargo, todo se puede esperar de esta oligarquía, que ha demostrado históricamente su desprecio por la vida de los menos favorecidos.

Por lo tanto, no queda de otra que rodear y blindar los diálogos de paz de La Habana con movilización social, con una exigencia clara de llegar al fin de los mismos, reclamando con mayor fuerza el tan sonado cese bilateral al fuego y presionando el inicio formal de las conversaciones con las otras insurgencias. Este sera el único camino para que el pueblo colombiano empiece a construir una verdadera paz con justicia social, en donde la reconciliación solamente llegara en la medida que redignifiquemos el valor de la vida, donde nos duelan todos los muertos, sea del bando que sea, porque de lo contrario seguiremos legitimando el asesinato de seres humanos como cuestión válida, amparados en un contexto de guerra.

Es el momento de transformar todo el dolor de las madres, esposas e hijos de todos los muertos, desaparecidos, desplazados, exiliados, amenazados, perseguidos, mutilados y heridos que ha dejado el conflicto, en una gran fuerza, donde el pueblo sea el protagonista y le exija al Estado y a las insurgencias parar la guerra y el derramamiento de sangre, como gesto real de avance hacia la paz.

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