Esta exposición temporal es una confrontación directa entre el arte moderno colombiano y un espacio marcado por la espiritualidad, el silencio y la disciplina femenina. Desde la mediación histórica, esta muestra reactiva preguntas sobre el cuerpo y la censura
Anna Margoliner
@marxoliner
Durante siglos, el edificio que hoy alberga el Museo Santa Clara fue un espacio de clausura. Fundado en el siglo XVII como convento para monjas clarisas, el lugar estuvo dedicado a la vida contemplativa, la disciplina religiosa y la separación del mundo exterior. Tras la exclaustración en el siglo XIX, el inmueble fue declarado monumento nacional y, desde 1983, funciona como museo, conservando uno de los retablos barrocos más importantes de América Latina.
Sin embargo, desde hace varios años el Museo Santa Clara ha dejado de ser únicamente un espacio de conservación patrimonial para convertirse en un escenario de diálogo entre el arte colonial y el arte contemporáneo. En esa tensión se inscribe la exposición La huida del convento, una muestra que pone en escena la obra de Débora Arango en un lugar históricamente asociado al control del cuerpo femenino.
Pensar la exposición desde la mediación
Isabella Pérez, historiadora y mediadora del Museo Santa Clara, explica que la exposición comenzó a gestarse aproximadamente seis meses antes de su inauguración. Aunque el equipo conocía con antelación que se trabajaría con obra de Débora Arango, la selección concreta de las piezas se definió apenas semanas antes de abrir al público.
El eje curatorial, según Isabella, se articula en torno a una pregunta central: ¿qué significa ser mujer en distintos momentos históricos? Desde el mundo colonial hasta mediados del siglo XX —y con resonancias claras en el presente—, la obra de Arango dialoga con las representaciones femeninas del museo, especialmente con la figura de la mística presente en el retablo mayor.
En ese cruce, Débora Arango introduce una ruptura radical: ya no es la mujer como objeto de contemplación, sino como sujeto que mira, que denuncia y que incomoda. Sus cuerpos no son idealizados ni silenciosos; son cuerpos disidentes, vulnerables, políticos.
Las obras: cuerpos que no obedecen
La exposición reúne 18 obras de Débora Arango, entre ellas piezas emblemáticas como La mística, La vida del convento, La huida del convento, La maternidad y la violencia, La maternidad negra y La Madonna del silencio. También se incluyen Las hermanas de la Presentación, obra con la que ganó un concurso en 1939 y que suele considerarse una de las más “suaves” dentro de su producción.
Para la mediación del museo, La huida del convento y La mística funcionan como núcleos simbólicos de la muestra. Ambas obras dialogan directamente con el espacio: mujeres que escapan, mujeres en trance, mujeres que tensionan el encierro físico y moral. En contraste, las maternidades y las escenas de violencia revelan la crudeza de una sociedad atravesada por el conflicto, el control religioso y la desigualdad de género.
Débora Arango: una vida contra la censura
Débora Arango nació en Medellín en 1907 y murió en 2005. Vivió casi un siglo y fue testigo —y crítica feroz— de los principales acontecimientos del siglo XX colombiano. Comenzó a pintar desde joven y, a partir de 1937, bajo la guía del maestro Pedro Nel Gómez, consolidó una obra que rompió con los cánones estéticos y morales de su época.
Su decisión de pintar desnudos femeninos no idealizados marcó su carrera. Obras como Adolescencia, donde representa el pubis femenino sin ocultamientos ni estilización, desataron escándalos públicos y censura institucional. Aunque la desnudez era aceptada en el arte, solo lo era bajo parámetros clásicos: cuerpos perfectos, des-sexualizados, pasivos.
Arango desafió esa norma. Como consecuencia, fue censurada por la Iglesia, por el Estado, por la sociedad y, en algunos casos, incluso por su propia familia. En 1939, pese a ganar un concurso, su obra fue retirada del Teatro Colón tras solo 15 días de exhibición. Posteriormente, durante una muestra en España, su trabajo volvió a ser censurado con el respaldo del franquismo, gestionado desde Colombia por Laureano Gómez.
No sería sino hasta su vejez —ya entrada en los 80 años— que su obra empezó a recibir un reconocimiento amplio. Hoy es una de las artistas más importantes del país, aunque, como señala Pérez, sigue siendo una figura poco comprendida: “Sabemos que está en el billete de dos mil pesos, pero no sabemos qué hizo”.
El Museo Santa Clara y el arte contemporáneo
En las últimas décadas, el Museo Santa Clara ha acogido exposiciones temporales de artistas contemporáneos que dialogan críticamente con el espacio, la religión y el poder. Muestras de artistas como Doris Salcedo, Beatriz González y José Alejandro Restrepo han convertido al museo en un referente para pensar la relación entre arte, memoria y violencia en Colombia.
En ese contexto, la presencia de Débora Arango no es una anomalía, sino una continuidad. Su obra, profundamente política y corporal, encuentra en el antiguo convento un escenario que potencia su sentido histórico y simbólico.
Por qué venir a La huida del convento
Visitar esta exposición no es solo un ejercicio estético. Es una invitación a revisar la historia del país desde el cuerpo, el género y la censura. Como concluye la mediadora del museo, la muestra permite un “zarandeo” al espectador: confrontar el pasado, reconocer las continuidades de la violencia simbólica y preguntarse qué hacer con esa memoria.
En el silencio barroco del Museo Santa Clara, Débora Arango vuelve a huir del convento. Y con ella, nos invita a escapar —al menos por un momento— de los tabúes que aún persisten.







