martes, septiembre 16, 2025
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De nuevo el estoicismo

Independencia individual, no desear más de lo estrictamente necesario, vivir según la naturaleza, tener pleno dominio de sí mismo, ser indiferente a la opinión de otros, a los bienes materiales y al placer es lo propugnado por los epicúreos. ¿Acaso no es esta visión la que soporta hoy al capitalismo?

Fernando Iriarte

Desde cuando nació en la Grecia del siglo tercero antes de nuestra era, fundado y divulgado por Zenón de Citio en la Stoa o pórtico decorado (de ahí su nombre) del Ágora de Atenas, parte del pensamiento estoico no deja de reaparecer cada cierto tiempo en el mundo occidental.

Nació en la Grecia clásica en la época de la decadencia ateniense en pleno dominio de Macedonia y la desaparición del esplendor del siglo de Pericles. Eran malos tiempos para muchos griegos y en particular para Zenón, que fue comerciante y debió dedicarse a dar charlas en Atenas pues fracasó en los negocios. En general, los atenienses se sentían abrumados por el peso militarista de los macedonios en la etapa helenística.

Roma y sus pensadores

Aunque hubo una fase intermedia, más de trescientos años después volvió a divulgarse el estoicismo, esta vez en Roma, y con mucha fuerza. Brillaron tres grandes pensadores: Epicteto, griego nacido en Chipre (que fue esclavo y luego liberto), Séneca (oriundo de España y uno de los hombres más ricos, valido de Nerón) y Marco Aurelio (emperador, de los llamados “buenos” en la historia romana). Valga decir que, tampoco entonces, parecía ser un tiempo favorable: había terminado la República (quizá más “abierta” y “democrática”, o por lo menos añorada de ese modo por los ciudadanos) y comenzado el Imperio, con todo lo que de brutalidad y desajuste social significaba y significó hasta su final.

Más adelante, el pensamiento estoico volvió a jugar un papel apreciable al contribuir a abrir caminos al cristianismo, por varias razones. Y desde entonces no ha dejado de estar presente, con altibajos, en el pensamiento de lo que muchos denominan Occidente, como anotamos.

Zenón de Citio partió de los cínicos, una escuela que planteaba la autarquía o independencia individual, no desear más de lo estrictamente necesario, rechazar las normas sociales estereotipadas, vivir según la naturaleza, tener pleno dominio de sí mismo, así como ser indiferente a la opinión de otros, a los bienes materiales y al placer, particularmente según lo propugnado por los epicúreos. Grosso modo.

Cabe aclarar que las frases, tan citadas, de los estoicos no han dejado nunca de atraer: “No es lo que te sucede lo que importa, sino cómo reaccionas”, “El bienestar se logra con pequeños pasos, pero no es poca cosa”, “No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va” (Zenón de Citio). “Cualquier persona capaz de hacerte enfadar se convierte en tu amo”, “Es imposible aprender lo que se cree que ya se sabe”, “No expliques tu filosofía, vívela”, “Guarda frecuente silencio, no digas más que las cosas necesarias” (Epicteto). “A veces hasta vivir es un acto de valentía”, “A través de lo áspero se llega a las estrellas” (Séneca). “El verdadero modo de vengarse es no parecerse al enemigo”, Sin embargo, no es la totalidad de ese pensamiento -a veces tan rico y profundo- la que asoma de manera intermitente con vigor; son, sobre todo, determinados aspectos.

Orden natural

‘Vive según la naturaleza’, plantearon los estoicos -igual que los cínicos- pero si bien para Zenón de Citio la naturaleza era la naturaleza física, material, esta podía ser interpretada de otro modo (y lo hicieron) entendiendo lo ‘natural’ también como el orden establecido (en Grecia y Roma, la esclavitud y sus leyes) de modo que vivir según la naturaleza pasó a ser ‘vive conforme al orden establecido’, comprendido como inamovible. Claro, en los comienzos del cristianismo, Agustín de Hipona (San Agustín) consideró lo natural, lo establecido, como La Ciudad de Dios, vale decir, la Iglesia con su poder creciente y sus dogmas.

De manera simultánea se agregaron temas como vivir según lo virtuoso, practicar la autodisciplina, aceptar el sufrimiento, etc. Concepción que se extendió durante la Edad Media, incluyendo al sistema feudal como tal. Este concepto fue acompañado de otro, complementario: ‘no hay casualidades, todo se rige por un orden y una legalidad’, que tenía que ver con que solo hay que enfocarse en lo que uno puede controlar (los sentimientos, la propia mente) y dejar de intentar incidir en lo externo para limitarse a aceptarlo, porque ‘se impondrá, aunque no quieras’. Que bien pudo plantearse -como así fue- con un lema escueto: aguanta y renuncia.

El hombre debía, pues, dedicarse a su autocontrol y concentrase en sí mismo. Esto último se convirtió, con el paso de los siglos, en terreno abonado para el individualismo, incluido el ultra individualismo de los tiempos actuales, que se opone de manera tan feroz a lo solidario, al pensamiento colectivo. Que no busca sino dividir de manera eficaz a quienes podrían agruparse para destruir cualquier orden establecido injusto.

No es casual que ahora, con la manipulación de la opinión mayoritaria a través de los medios masivos de comunicación, perfectamente controlados, esté resurgiendo la propaganda a favor del estoicismo, pero no todo, en su completa dimensión, sino aquel que, imaginan, puede contribuir a detener el proceso de derrumbamiento y ruina del imperio neoliberal del capitalismo en su etapa presente. El que estamos presenciando.

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