Washington se niega a entender las nuevas realidades del continente, que ya pasó la época en que manipulaba las relaciones exteriores en América Latina. Aún no comprende el rechazo de los pueblos al neoliberalismo y una clara tendencia a la elección de gobiernos progresistas
Alberto Acevedo
Además de la ausencia de los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, previamente vetados por la administración norteamericana para asistir a la IX Cumbre de las Américas, que oficialmente comenzó deliberaciones el pasado martes 7 de junio, no asisten tampoco los mandatarios de las dos mayores economías latinoamericanas, los presidentes de México y Brasil, Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro.
Por su parte los mandatarios de las 15 islas del Caribe, que integran la Comunidad del Caribe, Caricom, un organismo de integración regional, hicieron pública su decisión de no asistir a la cumbre de Los Ángeles, convocada por la administración norteamericana, en rechazo al veto que se le impuso a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Una posición similar asumieron los gobiernos de Honduras, Perú y Bolivia.
Al cierre de esta edición se supo, sin embargo, que la administración norteamericana ofreció gabelas especiales a los mandatarios de Argentina y Brasil, que optaron por aceptar la invitación de Biden. Sin embargo, el hecho es que una mayoría importante de gobernantes latinoamericanos decidieron no asistir a la cita de Los Ángeles, lo que implica que no habría una mayoría válida para tomar decisiones que resulten vinculantes para el continente. La ausencia de 19 de 32 naciones latinoamericanas deja sin quórum la reunión e invalida cualquier decisión que se pretenda tomar a nombre de la región.
Convocatoria antidemocrática
El destalle que desató el malestar entre los gobiernos regionales radica en que de manera autoritaria Washington excluyó de la convocatoria a tres gobiernos que no encajan en su modelo de democracia, lo que fue interpretado de inmediato como una intromisión en los asuntos internos de otras naciones.
Para los voceros de los gobiernos latinoamericanos que exteriorizaron su malestar, la forma en que se convocó la cumbre es otra prueba del carácter autoritario y antidemocrático de las elites que gobiernan a los Estados Unidos. La exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela de la reunión así lo confirma.
Eso significa que Washington se niega a entender las nuevas realidades del continente, que pasó la época en que hacía lo que se le antojaba en el manejo de las relaciones exteriores en América Latina. Que aún no comprende en su plenitud que hay un rechazo de los pueblos al neoliberalismo y una clara tendencia a la elección de gobiernos progresistas, presentes en México, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Argentina y que toca a las puertas en Colombia y Brasil.
Agenda problemática
Otro de los puntos de rechazo fue la escogencia de una “agenda estadounidense” de la cumbre, es decir, la temática de la reunión no fue consultada con ninguno de los invitados y fue ajustada a los intereses de Washington en la región. No obstante, ya antes de iniciarse la cita de Los Ángeles, la Casa Blanca sufrió reveses en materia de agenda.
En primer lugar, debió retirar del orden del día el tema de la guerra en Ucrania, pues pretendía lograr un consenso de América Latina para alinear a los gobiernos regionales en el rechazo a la intervención militar rusa y en las sanciones a Rusia. Tampoco encontró el más mínimo respaldo frente a las intenciones norteamericanas de librar una batalla comercial y diplomática contra la presencia de China en América Latina, a la cual Estados Unidos considera su principal rival.
Como advierte Muni Jensen, asesora sénior del Albright Stonebridge Group, “la organizaron muy tarde, en la ciudad menos indicada, y sin una estrategia clara”, y puntualiza que “el peor escenario, y hoy el más probable, es que más allá de la controversia, la Cumbre de las Américas en Estados Unidos sea irrelevante”.
Sin los protagonistas principales
En todo caso, a través de los medios de comunicación ha trascendido que cuatro son los ejes centrales de los que se ocupa la reunión en desarrollo: prosperidad económica, cambio climático, crisis migratoria y estrategia para seguir enfrentando la pandemia del covid-19.
Pero no se explica cómo se puedan encontrar salidas al problema migratorio, sin la presencia de los gobernantes de los países que mayor flujo migratorio generan, como Venezuela, México y Cuba. O que se pueda abordar el tema de la lucha contra la pandemia, sin la presencia de Cuba, pionero en la producción de vacunas contra el covid-19 en América Latina, y que logró la inmunización del 96 por ciento de su población.
Para observadores latinoamericanos, es hora de reforzar organismos regionales mucho más eficientes en la formulación de salidas a los problemas regionales, como la Celac, el Alba o el Grupo de Puebla. Califican la exclusión de tres países latinoamericanos de la cita de las Américas como una ofensa a los pueblos de América Latina y el Caribe y un severo retroceso en las relaciones a nivel hemisférico.
En este contexto, Rusia advirtió que Estados Unidos usa la Cumbre de las Américas para favorecer sus intereses. Alexander Schetinin, director del Departamento de América Latina de la cancillería rusa dijo al respecto: “No podemos evitar constatar el intento de Washington de volver a situar el debate de las cuestiones regionales importantes en una base ideológica y ajustarlo a sus propios intereses políticos exteriores e interiores”, precisó el funcionario.