Inéride Álvarez
Releyendo el programa de gobierno Petro Presidente y Francia Vicepresidenta ‘Colombia potencia mundial de la vida’, no me queda duda que el cambio es con nosotras y que yo soy parte de ese cambio.
En un estudio reciente -que les invito a leer- sobre la ‘Reorganización del trabajo académico durante la pandemia’ (2022) referido a instituciones privadas de educación superior colombianas, se constata “el impacto que tiene en el desarrollo profesional la asunción de labores de cuidado y domésticas no remuneradas…” atenuado en nuestro país donde “la mayoría de estas labores las asumen las mujeres en los hogares”, quedando en evidencia los obstáculos que enfrentamos para nuestra “realización profesional en el contexto de la educación superior” (p. 140).
Esto es solamente un ejemplo de lo que vemos en nuestra sociedad y donde encuentro toma sentido cada línea, idea y propuesta de este programa de gobierno. Así, cuando se refiere a reconocer y recompensar “el tiempo de trabajo que las mujeres dedican al cuidado de otros”, se nos coloca como centro en la vida política y económica de la sociedad, por el aporte que hacemos a su funcionamiento y desarrollo, ya que se trata de un trabajo “que produce valor social y económico” (p. 9).
Como lo afirman las autoras de la investigación, “la tradicional división sexual del trabajo productivo y reproductivo ha generado una mayor carga del trabajo doméstico y de cuidado en las mujeres” (p. 138), lo cual no es nuevo, pero que se agudizó y visibilizó durante la pandemia y cada vez toma más fuerza al amplificarse las demandas y exigencias de las organizaciones de mujeres, líderesas, académicas y de quienes están en la esfera de lo público.
Cuando en diferentes escenarios se afirma que las mujeres son “guardianas del agua y de la tierra fértil, defensoras del territorio y de la biósfera, cuidadoras y tejedoras de la vida y la paz, bastiones de la economía”, además de ser ésta una afirmación profundamente hermosa, se está hablando de nosotras como las protagonistas, gestoras y productoras de cambio en diferentes esferas de la sociedad.
Por eso creo en la posibilidad de “las transformaciones para saldar la deuda en términos de representación política, igualdad y autonomía económica” (p. 9) que muy bien representan sus líderes Petro y Francia. Ella digna mujer, tercera votación en las consultas interpartidistas, a quien admiro por su coherencia y su compromiso incansable por los derechos humanos, la defensa de la naturaleza y por supuesto, por ser una “feminista decolonial”, tal como lo afirma en la revista Rolling Stone.
Para finalizar, no quiero terminar la columna sin mencionar uno de los aspectos que destacan las investigadoras: “Profesores con carreras exitosas manifestaron ser conscientes de que estas han avanzado, y lo siguen haciendo durante la pandemia, gracias a que sus parejas mujeres se han hecho cargo de las labores domésticas y del cuidado de los hijos” (p. 138), aspecto que no es exclusivo en este ámbito académico ni de la pandemia, sino que también, se encuentra en lo cotidiano en la vida política, partidaria y pública de muchos hombres que ostentan cargos en estructuras partidarias y públicas.
¡Mujeres, amigas, compañeras, colegas, amoras… volver la confianza en lo que somos, lo que hemos construido, lo que queremos, lo que sabemos, recuperar la voz y los espacios de representación, son nuestro deber!