Por: Gabriel Becerra Y.
En el camino por la transformación democrática de la sociedad colombiana no hay que perder la confianza en que el obstáculo de la guerra podrá ser finalmente remontado. A pesar de los reveces y trascendiendo la coyuntura, la vía de la negociación política gana espacios, ocupa los debates principales del país y en los últimos días es reforzada con el nuevo inicio del proceso de paz con el ELN. El retorno a la guerra total es rechazado por la inmensa mayoría a tal nivel que, sus principales promotores no se atreven a defenderla abiertamente.
En este contexto el proceso de “precisiones y ajustes” al Acuerdo de Paz, definido el pasado 7 de octubre por las partes, debe interpretarse como un nuevo capítulo en la disputa entre quienes desde la pluralidad le apostamos con el cierre del conflicto armado a un nuevo momento de apertura democrática y conquista de derechos, y quienes se aferran a la defensa del estatu quo y sus privilegios.
Defendemos la tesis que la salida a la crisis del proceso de paz es fundamentalmente política. Sin ello, cualquier salida jurídica es inocua o en el mejor de los casos insuficiente. La salida política implica ante todo una disputa de correlación de fuerzas, de ideas, de legitimidad, de movilización, de iniciativas, de hegemonía. Destrabar este obstáculo es la prioridad política del momento, no riñe con ninguna otra lucha social, y es indispensable para avanzar.
Frente a este desafío con tiempos reducidos, las provocaciones y el interés de limitar o echar todo lo logrado por la borda es permanente y constituye la amenaza principal que encarnan diversos factores de la extrema derecha, por fuera y por dentro de la institucionalidad. Su papel agazapado o abierto busca desmontar lo que más se pueda de las conquistas democráticas contenidas en el histórico acuerdo. Inclusive, contradiciendo los valores del ordenamiento constitucional vigente como son los derechos de la mujer y las minorías.

Los resultados del 2 de octubre han permitido también ir clarificando el escenario de las contradicciones en el cual se define la recomposición de la lucha por el poder luego de la larga confrontación militar. Refleja un gobierno débil lleno de pugnas internas, cuya capacidad de defender su principal promesa de gobierno se encuentra a prueba ante las presiones de la extrema derecha, comenzando por su vicepresidente, el Centro Democrático, sectores militares, la rancia vocería tradicional conservadora, y parte del gran empresariado cuya prioridad es seguir acumulando privilegios en un escenario de creciente conflictividad ante el incumplimiento de acuerdos con organizaciones campesinas y sociales, y la agenda económica marcada por el contenido antisocial del proyecto de reforma tributaria.
En el campo democrático se equivocan quienes antes que contribuir a juntar resistencias a favor de un acuerdo de paz estable y duradero, que contribuya a potenciar las luchas y un programa alternativo para la justicia social, desprecian en la práctica su importancia, o apresuran sus aspiraciones personales o de grupo, hacia un escenario electoral bastante crudo e incierto, en el cual sin el fin de la guerra y un proceso unitario renovado en muchos aspectos, todo es ilusión.
El llamado en estos días definitivos en el que es más clara la disputa con el proyecto ideológico y político de la derecha, y en el que algunos sectores extremos difícilmente aceptarán un acuerdo de paz, es a multiplicar y recrear las formas de participación y unidad popular a favor de los ajustes que precisen las partes, agitar y defender sus contenidos democráticos, y exigir con contundencia las garantías suficientes para su implementación. Lograr estos objetivos representa un paso adicional en la tarea renovada y vigente de continuar la lucha por una Nueva Colombia.
@gabocolombia76