Tanto el Estado como el sector docente sostienen que el problema de la calidad de la educación se resuelve simplemente con recursos económicos cuando el maremágnum actual de la nación colombiana pasa por reconocerlo como un problema de la termodinámica
Yamel López Forero (*)
«Cuadrar el círculo» fue uno de los grandes desafíos de la matemática antigua. Durante siglos se intentó construir un cuadrado de igual área que un círculo dado, con solo un compás y una regla sin graduar como herramientas y en un número finito de pasos. En el siglo xix se demostró que cumplir la misión es imposible. La cuadratura del círculo se convirtió en la metáfora de una tarea que no tiene solución.
En las condiciones actuales de la historia de Colombia, algunos problemas estratégicos importantes –entre ellos los deplorables resultados del sistema educativo y la resolución del imperativo histórico de nuestra seguridad alimentaria– se confunden en uno solo, porque ambos derivan de la centenaria confusión que tenemos entre información y ruido, lo que nos ha forzado a buscar la cuadratura del círculo.
Medida cuantitativa
En efecto, no es ningún secreto que tanto el Estado como el sector docente sostienen, contra la evidencia, que el problema de la calidad de la educación se resuelve simplemente con recursos económicos cuando, a mi modo de ver, el maremágnum actual de la nación colombiana –la cuadratura del círculo– pasa por reconocer el asunto como un problema de la termodinámica que debe plantearse en términos de flujo de información o de energía informacional, tanto en el sistema educativo como en la producción de alimentos.
En ambos sectores, la cuadratura del círculo obedece a la penuria informacional de ambos sistemas, evidenciada por la pobreza de sus resultados para el conjunto de la sociedad. Junto al catastrófico comportamiento de todo el sector educativo (no menos inquietante que en el sector agrario y productivo) tienen en jaque la seguridad alimentaria y ecológica de Colombia.
Y aquí llega en nuestro auxilio la termodinámica. Compartimos la definición de excelencia como un vector fuerza que resulta de la interacción entre la segunda ley de la termodinámica y la segunda ley de Newton, porque la termodinámica indica que la entropía mide la tendencia de un sistema cerrado a alcanzar su estado más probable, o sea la homogeneidad estadística en la cual entre dos puntos de tal sistema no existe diferencia de potencial energético y, por tanto, no existe intercambio de energía libre ni intercambio de información, porque se alcanza el máximo desorden o entropía del sistema en referencia.
Como consecuencia de tal caída de potencial, y bajo la acción de la segunda ley de Newton, se genera un vector fuerza de sentido contrario y de igual magnitud que se opone a la entropía, es decir, es una magnitud semejante para alcanzar el equilibrio y, en consecuencia, la excelencia alcanza la categoría de medida cuantitativa.
Nivel de desorden social
En otros textos hemos tratado de sustentar que la característica más notable de la formación social colombiana es quizá su tendencia a confundir la información con el ruido, entre cuyos resultados más protuberantes está la pobreza conceptual del sistema educativo y, por tanto, entre sus resultados empíricos la permanente violencia (llevamos dos siglos) y la tendencia creciente del conglomerado social a la desorganización en todos los ámbitos.
Hemos intentado definir el concepto de información como energía libre y el de ruido como una muestra de la tendencia de un sistema cerrado –como es la formación social colombiana– a alcanzar la homogeneidad estadística, vale decir, a su máximo grado del desorden o de la degradación de su energía libre. Recordemos que la energía libre es una característica de la materia susceptible ser transformada en trabajo del orden que fuere. Vale decir: a mayor ruido informacional, menor trabajo o eficiencia del sistema.
Aplicando estos conceptos a la realidad colombiana vemos que es vacío el discurso cargado de datos empíricos que exhiben hasta la náusea las estadísticas amplificadas por el aparato propagandístico del Estado, que tradicionalmente se ha dedicado a machacar ruido informacional.
La evidencia empírica muestra que nuestro país es, en todos los ámbitos, una sinopsis del caos, que la Física define como el comportamiento sin orden, errático e impredecible. Según esto, la autoorganización es imposible a menos que las condiciones iniciales de existencia se modifiquen, cuestión que conduce a identificar el nivel de desorden social con un gigantesco nivel de ruido en nuestra formación social que solo puede ser disminuido mediante el aporte externo de energía.
Dicho de otra manera, la nación colombiana se ha constituido en un enorme desafío de transformar un círculo –cuyo diámetro depende del incremento proveniente del ruido social– en un cuadrado cuyo lado depende del incremento en energía libre o información que la sociedad en su conjunto esté dispuesta a aportar al proceso en todos los ámbitos: educación, salud, seguridad alimentaria, comunicaciones, igualdad, infraestructura, etc.
No faltarán los que repliquen que es una tarea imposible en nuestras condiciones, con lo cual reconocen que la verdadera tarea es cambiar las condiciones iniciales que en apariencia impiden cuadrar tal círculo.
Teoría de la información
Aceptando la formulación de Claude Shannon según la cual la información equivale a energía libre, podemos concluir que la excelencia es el único camino para aportar información al proceso de transformación de las condiciones iniciales que harán posible la cuadratura de nuestro enorme circulo de entropía.
Un asunto vital en este punto de la reflexión es el costo informacional del camino de la excelencia. En efecto, la excelencia no es un camino fácil porque para alcanzar un contenido de información y/o de energía libre del sistema se hace necesario aportar información al sistema. Es decir, el cambio de las condiciones iniciales del proceso no es gratuito porque no hay excelencia sin exigencia.
El país requiere que los actores sean de excelencia. En el sector educativo, que los maestros sean de excelencia; pero para formar maestros de excelencia es necesario tener escuelas de excelencia, una tarea que es posible cumplir en el siglo XXI gracias a la tecnología de la comunicación.
Orden de las prioridades
En resumen, es adecuado proponer la cuestión acerca de la posibilidad de alcanzar una sociedad excelente sin acudir a la categoría de excelencia en todos sus órdenes. A quienes objeten por utópico el asunto les recordamos que la excelencia es una categoría dialéctica que exige la universalidad del movimiento.
Siguiendo esta lógica, y asumiendo que la educación es un asunto estratégico para Colombia, es lícito preguntarse si existe un orden de las prioridades a resolver. Diariamente escuchamos hablar sobre la necesidad de la autosuficiencia alimentaria, de reformas sustanciales en el agro, las pensiones, la política, etc., y basta seguir las noticias para visualizar el cuadro de degradación de la vida ciudadana medido en términos de una violencia delirante tanto física como simbólica.
Aunque la meta no está en un horizonte cercano, sostenemos que –a menos que el segundo principio de la termodinámica y la segunda ley de Newton estén equivocados– seguiremos padeciendo el suplicio de Tántalo y condenados a empujar la roca de Sísifo hasta cuando se apague el último fotón del universo.
¿Somos pesimistas? No, realistas. Las reformas son posibles, pero urgentes.
(*) Profesor Emérito, Universidad Nacional