jueves, marzo 28, 2024
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Catatumbo: Una situación humanitaria que empeora

El pasado primero de agosto, una comisión de verificación, que incluía a Marcha Patriótica, Anzorc, Ascamcat y Constituyentes por la Paz, llegó hasta el corregimiento de Filogringo, para tratar de recoger todas las denuncias de los habitantes de las poblaciones cercanas.

Prensa Marcha Patriótica

Las botas de los militares aplastaban las piedras de las calles del corregimiento de Orú, un poblado que queda a unos 250 kilómetros de Cúcuta. Entraron y no precisamente a ofrecer bienestar social o ayuda humanitaria. Como si los campesinos no fueran sus compatriotas y hermanos, vociferaron: ¡Que vivan los paramilitares!

Esto es lo que están viviendo miles de campesinos en distintos municipios de Norte de Santander. Aunque parece un lugar muy lejano, es la realidad que vive una parte marginada de Colombia.

El pasado primero de agosto, una comisión de verificación, que incluía a Marcha Patriótica, Anzorc, Ascamcat y Constituyentes por la Paz, llegó hasta el corregimiento de Filogringo, para tratar de recoger todas las denuncias de los habitantes de las poblaciones cercanas.

Fue así que alrededor de cien personas se acercaron para dar testimonio de lo que sufren a diario, como consecuencia del conflicto armado. Entonces un representante de la vereda San Isidro, comentó públicamente, que debido a los enfrentamientos entre el ejército y la insurgencia, muchas familias se han desplazado. Dijo que uno de esos combates duró hasta siete horas, y al amanecer pudieron comprobar que sus casas quedaron con impactos de balas.

En la vereda Tres Aguas, debido a los combates, se destruyó una parte del tubo Caño Limón – Coveñas, y ahora esta zona se encuentra militarizada, la gente vive con zozobra, porque no sabe cuándo volverán a quedar entre el fuego cruzado. Ya ni los niños van a la escuela, sus madres temen que nunca vuelvan. De todas formas, tampoco hay maestros, todos se fueron por el riesgo que corren sus vidas.

En Las Frías, los militares están ubicados en la bocatoma, el único lugar que suministra agua potable a la población, se asentaron ahí desde hace varios años, y dicen los campesinos, que como si fueran los dueños o administradores del acueducto, cierran la bocatoma cuando ellos quieren, porque el agua es poca, no la dejan correr hasta que llenan su represa, luego la sueltan, y la gente del pueblo debe beberla.

“Hemos hecho unos análisis al agua, por la contaminación que surgió a partir de esa toma. Los resultados señalan que estamos consumiendo un 23.5% de materia fecal”. A muchas familias les tocó abandonar sus tierras.

Y eso no es todo, manifestaron que en ese lugar tenían cosechas de yuca y plátano, pero como es sabido, los soldados arrancaron todo para comérselo sin escrúpulos, porque en estos lugares, ¿quién verifica si la Fuerza Pública actúa correctamente?

¡Qué vivan las autodefensas! Gritaba la tropa. La gente no sabe qué pensar del ejército que supuestamente es del pueblo. Y después decían: ¡En unos días nos vemos las caras para ver qué es lo que hacen ustedes! Pero las familias están encerradas en sus casas, deseando que se vayan, que se callen. “Yo estaba ahí cuando comenzó la balacera, a nosotros nos agarró en el matadero, y el ejército gritaba ofensas a los campesinos”.

Los niños son los más afectados. Un día a las 8:00 am, varios pequeños estaban tomando un descanso de las clases en la escuela de Filogringo, cuando los alarmó una estrepitosa bomba, inmediatamente el ejército disparó sin consideración, mientras los niños corrían, los soldados estaban refugiados en la escuela, y el enfrentamiento duró alrededor de dos horas.

La institución educativa de Filogringo tiene un número de estudiantes mayor a 667 alumnos. Hubo una reunión de padres de familia, donde llegaron a la conclusión de que los niños no podrán ir a la escuela hasta que los combates cesen.

En el corregimiento de Versalles, existe una escuela con 115 alumnos. El pasado 25 de julio se presentó un tiroteo, hubo helicópteros y el avión fantasma ametrallando. Las casas con techos de zinc son el único refugio de esos hogares. “Tenemos una guardería en nuestra comunidad, pero las maestras nos pidieron firmar unas actas para poder irse. Antes de eso, buscaron un carro, levantaron a los niños en brazos y los llevaron casa por casa”.

Es un hecho real, la fuerza pública maltrata a los campesinos. Cuando la comisión verificadora llegó a Filogringo, el poblado estaba militarizado, había una gran cantidad de uniformados con chalecos y armas especializadas. En el momento en que las cámaras se acercaron a registrarlos, irrumpieron con cuestionamientos, y en menos de 15 minutos desaparecieron del casco urbano. Pudimos ser testigos de un retén, en el que prohibían el libre tránsito de los pobladores. “Nos movilizábamos en una moto y tres soldados del ejército nos pararon en un retén improvisado, nos exigieron la cédula y anotaron nuestros datos en un libro, luego nos dijeron que nos devolviéramos, que no podíamos seguir. Iba con una señora que había bajado al pueblo a comprar lo del almuerzo y ahora no puede volver con sus hijos que quedaron solos en la finca”.

Entre toda esta problemática, está también el río Catatumbo, que desde hace varios días, por una falla al parecer de Ecopetrol, tiene sus aguas manchadas de crudo. “Y esto nos afecta, porque el agua es nuestra vida y sacamos de ahí el alimento”.

Con la indiferencia del Estado, ¿qué podrá pasar con estas familias? Ignorar realidades de esa naturaleza, es absolutamente imposible.

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