L. M.
La comunidad cartagenera está escandalizada con el primer zarpazo neoliberal de 2013, del aumento superior al 40% en los avalúos catastrales, facturado para todos los estratos socioeconómicos de la ciudad.
En las capas medias y sectores populares con niveles aterradores de pobreza de Cartagena, es mayor el desconcierto y la indignación, puesto que se ve afectada la capacidad económica para la alimentación en los hogares, como lo reconoce el propio Consejo Gremial de Bolívar.
“No tenemos capacidad de pago para los nuevos avalúos catastrales”, dicen de manera tajante cientos de padres de familia y pequeños propietarios, que viven de pensiones diezmadas y de la economía informalizada a grados extremos.
Lo más grave es el carácter perentorio de los cobros, en momentos en que se vienen encima los gastos en útiles escolares, matrículas y derivados.
Los nuevos avalúos catastrales en Cartagena están basados en un proceso desarrollado por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi. La Secretaría de Hacienda del Distrito dice que no fue consultada ni informada sobre esta arremetida, pero eso no se lo cree nadie en esta ciudad.
La ciudadanía, incluidos estratos de más poder adquisitivo, rechaza el nuevo aumento en los avalúos catastrales, pues, en contraste Cartagena es víctima de una corrupción impune, por una administración distrital compuesta por las mafias urbanas que se apoderaron de los contratos sembrando todo el área urbana de obras inconclusas, como Transcaribe, que lleva ya seis años, causando un detrimento patrimonial incalculable.
Hay basureros por todos los puntos de Cartagena, escombros, aguas malolientes mientras los contratos de aseo privatizados están bajo sospecha. La salud pública desapareció para los pobres y las capas medias de población, los apagones se multiplican y los damnificados del barrio San Francisco, devorado por una falla geológica, siguen abandonados.
Las alzas en el avalúo catastral están provocando protestas aisladas, pues la comunidad considera que la pobreza va a profundizarse en una ciudad que quizás como ninguna otra, muestra tantas lacras causadas por el modelo que enriquece a los grupos financieros y especulativos de la banca, que no crea empleo ni invierte en bienes sociales que produzcan empleo.