A días de las elecciones en el hermano país, preocupa la situación del proyecto político alternativo construido durante décadas de lucha alrededor del MAS- Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos, IPSP
Pietro Lora Alarcón
El domingo 17 de agosto el pueblo boliviano decidirá quién será el sucesor de Luis Arce en la presidencia de la República. El ambiente político refleja las tensiones por el posible retorno de la derecha al Gobierno y la fragmentación de la izquierda, que gobierna desde el 2005, cuando Evo Morales se tornó el primer líder indígena presidente de un país latinoamericano.
La historia reciente boliviana es la del Estado Plurinacional, refrendado en febrero del 2009, que proclama la soberanía popular y que, como expresa la Constitución, desde la profundidad de la historia se inspira en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las jornadas de protesta y movilización popular por el agua, la tierra y el territorio, y en la memoria de sus mártires.
Las encuestas
A pocos días del certamen electoral, las encuestas indican que Samuel Doria, de la Alianza Unidad, exministro de planeación del expresidente Jaime Paz Zamora, apoyado por empresarios de Santa Cruz, tiene el 21,5% de los votos.
También desde la derecha, Jorge Quiroga, candidato derrotado por Evo en el 2005 y el 2014, figura visible del golpe del 2019 que colocó a Jeanine Añez en la presidencia, tiene el 19,6%.
A pesar de estos índices, los candidatos de la derecha ─que iniciaron fuertemente su campaña desde el 2024─ no crecen en popularidad. Se mantienen estables sin incrementar sus índices.
Lo lamentable es que la crisis en el campo de la izquierda no permita aprovechar esta situación. El candidato de la Alianza Popular, Andrónico Rodríguez, y el del Movimiento al Socialismo, MAS, Eduardo del Castillo, aparecen distanciados, con 6,1% y 2,1% en las encuestas, respectivamente.
Simultáneamente, las intenciones del voto en blanco han crecido, con el 8,1%; las del voto nulo, con el 13,5% y el margen de los indecisos, que suman el 12,4%. Esto sugiere que el 34% de la población boliviana rechaza a la derecha, porque conoce la experiencia neoliberal, pero observa una izquierda fragmentada, sin condiciones de liderar un proceso de profundización de las conquistas del Estado Plurinacional.
El sistema electoral
En Bolivia el régimen electoral determina que vence la contienda presidencial, para un mandato de cinco años, quien reúna el 50% más uno de los votos o quien obtenga el 40%, con una diferencia de, al menos, 10% con relación al segundo colocado. Si ninguna candidatura cumple estas condiciones habrá segunda vuelta el 19 de octubre entre las dos más votadas, ganando el que obtenga la mayoría.
La elección del domingo también comprende la de los 166 miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
El MAS y el tema de la unidad
Para los revolucionarios y el campo democrático latinoamericano, el escenario boliviano es preocupante. El posible retorno de la derecha, en el escenario de la crisis global, de agresiones económicas, amenazas a la soberanía y apuestas imperiales en la guerra, el genocidio y la destrucción, implica reflexionar sobre la experiencia valiosa, de fuerza y profundo arraigo popular, encabezada por el MAS.
Hay que recordar que el MAS nace como un instrumento político, agrupando comunidades campesinas, especialmente de productores de hoja de coca que, en estrecha alianza con el movimiento indígena, propuso una histórica y victoriosa agenda de luchas por la tierra y el territorio. Aún bajo el nombre de Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos, IPSP, en 1977, en unidad a sectores de la izquierda en las ciudades, obtuvo el 3,4 % en Cochabamba y en los valles andinos.
El MAS recogió el acumulado contra el neoliberalismo y avanzó con el ciclo de movilizaciones iniciadas en el 2000 con la Guerra del Agua y la Guerra del Gas. En efecto, las luchas contra la privatización del sistema de abastecimiento del agua en Cochabamba y los planes del Gobierno de exportar gas para EE. UU. por puertos chilenos, adquirieron un sentido anticolonial y antineoliberal, revelando la potencialidad que produjo que, en el 2005, el MAS quebrara la hegemonía reaccionaria y ganara la presidencia con Evo Morales.
Morales fue reelecto en el 2009, en el 2014 y el 2019, cuando el golpe de Estado derechista impuso a Añez. Golpe derrotado con la elección de Luis Arce en el 2020.
Independiente del resultado hay mucha fuerza en el pueblo boliviano que sabrá, sin duda, rehacer la unidad.
Sin duda, hubo un impacto favorable y renovador de la izquierda, no solo en Bolivia sino en el conjunto de los pueblos de la región, y no solo en el discurso, sino en la acción política. Pero, al mismo tiempo, el MAS se transformó en su interior, sumando a su tradicional estructura de sindicatos y confederaciones, otra conformada por congresistas, funcionarios y técnicos.
Hay un proyecto político representado en el MAS, con un componente indígena notable, pero que proclama la unidad nacional boliviana y el diálogo intercultural, aliado a una economía nacional-estatal que contesta la incorporación de Bolivia como entregador de recursos naturales, especialmente del litio y el cobre a las transnacionales.
El MAS representa un proyecto político con un componente indígena notable, que proclama la unidad nacional boliviana y el diálogo intercultural, aliado a una economía nacional-estatal que cuestiona la incorporación de Bolivia como entregador de recursos naturales, especialmente del litio y el cobre a las transnacionales.
Las elecciones presentan un cuadro coyunturalmente difícil para los sectores populares. La pugna interna entre el fundador del MAS ─el expresidente Evo Morales─ y el presidente Luis Arce ha generado un conjunto de tensiones que, al final, ha provocado una crisis que a su vez se proyecta en el tema electoral.
Es fundamental la reconstrucción del proyecto popular.