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Batucada surversiva

La Batucada Surversiva nació como un latido colectivo contra las violencias de género en Ipiales. Hoy se consolida como una fuerza política, cultural y comunitaria que expande su resistencia y siembra un feminismo que no conoce fronteras

María del Mar Rosero

Desde hace cinco años, en las calles del municipio de Ipiales departamento de Nariño, comenzó a escucharse un rumor diferente: un latido firme y colectivo, que poco a poco se transformó en un estruendo de dignidad. Era  y sigue siendo el sonido de la Colectiva Feminista Batucada Surversiva, un grupo de mujeres que, desde 2020, decidió romper el silencio histórico que ha cubierto las violencias basadas en género, y alzar la voz por aquellas a quienes durante décadas les fue negada.

Hoy, cuando la colectiva cumple un nuevo aniversario este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, su historia se levanta como un testimonio de resistencia, de memoria y de esperanza para Ipiales y para todo el sur del país.

Un feminismo que siembra dignidad y derechos

La principal bandera de Batucada Surversiva es clara, firme e irrenunciable: la defensa de la paz para las mujeres, entendida no solo como ausencia de guerra, sino como la posibilidad real de vivir sin miedo, con dignidad, con derechos, con libertad. Su activismo parte desde un feminismo que rechaza, previene y enfrenta todas las violencias basadas en género, que defiende los derechos sexuales y los derechos reproductivos, y que reivindica con fuerza los derechos de las mujeres diversas, aquellas que no siempre encuentran espacios seguros en sus territorios ni en sus instituciones.

Pero este año, la historia de la colectiva tiene un brillo especial. Batucada Surversiva se consolidó como Corporación Surversiva, un logro inmenso que les abre puertas para continuar incidiendo, creando y transformando el territorio desde el arte, la política, la pedagogía y la movilización. Ser corporación es sembrar raíces profundas en un suelo que durante mucho tiempo se les negó; es comenzar a construir un legado institucional que respalde la lucha que vienen sosteniendo desde las calles.

El 2025 también ha sido un año de hitos que muestran cómo la fuerza de los tambores se convierte en acción política y social. Por primera vez, en Ipiales se instauró la Veeduría de los Derechos de las Mujeres ante la Personería Municipal, un espacio histórico destinado a vigilar, exigir y garantizar que los derechos de las mujeres no queden en el papel, sino que se cumplan. Que haya sido la colectiva quien impulsó este proceso no es casualidad: es el resultado de años de acompañamiento, denuncia y presencia constante en los momentos y lugares donde duele ser mujer.

La incidencia de Batucada Surversiva también llegó a las urnas. En las pasadas elecciones del 19 de octubre, la colectiva ganó tres curules en el Consejo Municipal de Juventud de Ipiales, una representación que hoy se convierte en voz política para las juventudes feministas del territorio. Es un paso más para demostrar que las luchas de las mujeres también se escriben en las decisiones públicas y en la construcción de poder comunitario.

Arte que cruza fronteras y crea comunidad

A nivel cultural, el reconocimiento ha traspasado fronteras. La colectiva recibió el estímulo del Ministerio de Cultura en la convocatoria “Reconocimiento a mujeres artistas y cultoras defensoras de derechos humanos”, un homenaje al arte que hacen desde la resistencia. Además, su cortometraje “Transfronterizas” fue seleccionado en el Festival Internacional de Cine de Pasto (FICPA), obteniendo una mención de honor en la categoría Churo Cósmico – Cine Mujer.

Esta obra nació gracias a juntanzas transfronterizas entre Ipiales (Colombia) y Tulcán (Ecuador), donde la Batucada Surversiva impulsó el nacimiento de la Batucada K’Charerras de Tulcán, demostrando que la lucha feminista, cuando se acompaña, no conoce límites ni fronteras.

Y esto apenas comienza. La fuerza de los tambores del sur se prepara para expandirse aún más: ya se está gestando el nacimiento de la Batucada Surversiva versión Bogotá, y la colectiva proyecta llevar su mensaje al Huila y al Valle del Cauca. La visión es clara: que el sonido de la resistencia llegue a cada lugar donde históricamente las mujeres no han tenido voz, que cada territorio sienta el retumbo de un movimiento que no permitirá volver atrás.

El tambor como memoria, abrazo y futuro

En estos cinco años, La Batucada Surversiva ha demostrado que el tambor es más que un instrumento: es un corazón colectivo que late por todas. Es memoria de las que ya no están, abrazo para las que luchan, y camino para las que vienen. Cada golpe es un grito que dice “nunca más silenciadas”, cada ritmo es un recordatorio de que las mujeres tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos, sus vidas y sus libertades.

Hoy, la colectiva reafirma su compromiso: seguirán marchando, creando, denunciando, tejiendo alianzas y construyendo paz desde el feminismo. Porque mientras los tambores del sur sigan sonando, ninguna mujer volverá a caminar sola.

Nunca más sin libertad.
Nunca más sin voz.
Nunca más una vida con violencias.

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