martes, abril 1, 2025
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Adolescencia: en tiempo real, una familia se desmorona

La serie funciona como un panóptico: un muestrario de distintos personajes y situaciones en los que prima la agresión y la violencia en el mundo adolescente

Juan Guillermo Ramírez

Adolescencia, de Jack Thorne y Stephen Graham, es una miniserie de cuatro episodios narrados en tiempo real y un solo plano secuencia que investiga las causas y consecuencias del crimen de una adolescente en Inglaterra.

Gracias a ese esquema narrativo y técnico que la organiza, la serie funciona como un panóptico: un muestrario de distintos personajes y situaciones en los que prima la agresión y la violencia en el mundo adolescente.

No se trata de encontrar tampoco traumas o culpables que expliquen lo que pasa: la crueldad y la tensión los atraviesa a todos, desde el chico problemático al estudioso. Un emoji en Instagram puede desatar una desgracia. Un comentario agresivo.

Adolescencia pone el ojo en un tema relevante: una suerte de regreso de la misoginia que recorre el mundo, marcado por una vuelta de ciertas actitudes agresivas y violentas de parte de muchos chicos que aparecieron, en parte, como consecuencia de algunas conquistas del feminismo.

Conceptos como incels – hombres heterosexuales que culpan a las mujeres y a la sociedad de su falta de éxito en las relaciones-, personajes nefastos como Andrew Tate y el surgimiento de la extrema derecha entre los adolescentes varones son temas que rodean al hecho en sí y que intentan contextualizarlo, analiza el clima que se vive en esa escuela y que trasciende esos límites.

El problema de las redes

Se trata de un acercamiento respetuoso y descarnado a la vez al universo adolescente, en el que unos emojis en Instagram pueden decir mucho más que los discursos aleccionadores, que conmueve y deja mucho margen para analizar qué está pasando en la socialización de los menores, en estos tiempos de tantos estímulos perniciosos, bullying, frustración y descontención.

La serie organizará los episodios posteriores en la escuela, en una sesión de Jamie con una psicóloga y luego en su casa. El objetivo será claro e intrigante: ¿hay un mundo que los padres de chicos como Jamie no ven? ¿Hay zonas peligrosas en las que se mueven que ellos desconocen? ¿Tienen una personalidad más violenta que les ocultan? Lentamente comenzará a ganar en importancia algo que la policía y los padres manejan mal y conocen poco: las redes sociales, los comentarios que allí se hacen, los grupitos, las discusiones y las tensiones entre los alumnos. La adolescencia es un universo cargado de pequeñas y no tan pequeñas violencias. Y los que las ejercen y las sufren no están del todo preparados para lidiar con ellas.

Más allá de ese análisis, la serie funciona como desolador y angustiante drama familiar. Si bien el espectador no sabe si Jamie cometió o no el crimen –y los padres tampoco–, la sensación que Adolescencia va dejando es que se trata de un problema difícil de resolver.

El argumento

No son peligros obvios ni involucran a chicos que tienen determinada personalidad o una dura historia familiar, sino que pueden envolver a cualquier adolescente que esté más tiempo de lo necesario frente a un celular o una computadora, posteando y revisando cuentas de los otros, sintiéndose agredido y agrediendo, siendo parte de una cultura que se comunica por la vía de la humillación y la violencia simbólica.

También suelen tener mucho interés en mostrar la desolación de las familias de las víctimas, pero en este caso se mueven alrededor del acusado para tratar de hacernos comprender qué tiene en la cabeza y cuáles han sido los resortes que se han ido activando para terminar así.

El principal valor argumental de Adolescencia es la disección del entramado social que puede llegar a ocasionar un daño profundo. Las amistades, los entornos, las experiencias, los egos maltratados, la búsqueda de la sensación de poder y de popularidad, la reputación digital, la carencia de referentes saludables, la poca o nula comunicación con los adultos.

Es extraordinario el trabajo de Owen Cooper como Jamie, que tiene el aspecto adecuado que requiere el personaje, en un arco dramático que obliga a inspeccionar el entorno y contexto en el que los jóvenes se ven obligados a crecer: de dinámicas nocivas en las redes sociales, de mensajes de masculinidad tóxica que les llegan a través de la pantalla cuando están solos en su habitación, de aceleración de la sexualidad, y la presión social que sienten, y de hasta qué punto los modelos que ofrecen los padres afectan a los hijos, y hasta qué punto esta autocrítica no necesariamente se debe convertir en culpa.

Drama humano

La adolescencia lidia más con problemas generales que con los menores. Cuando los guiones se adentran en las turbias aguas de lo que significa ser un adolescente en la década de 2020, incluyendo debates sobre cómo descifrar emojis y el poder de la palabra incel, puede parecer más artificial para enfatizar un punto.

Hay momentos en la segunda hora, en los que parece que la estructura está acelerando la trama. Cuando solo se tiene una hora para colmar detalles cruciales sobre el caso, puede resultar en diálogos poco naturales. Es mejor cuando permite que sus personajes respiren, revelándose con naturalidad.

Los guionistas se aferran a los Cooper, lo que algunos podrían considerar un fallo, dado lo mucho que marginan a la víctima del delito. La serie responde directamente a esta posible crítica al permitir que el inspector Frank hable sobre cómo las historias de crímenes a menudo se centran más en los delincuentes que en sus víctimas, pero eso no lo hace menos cierto en este caso.

Cada vez más, el mundo de las redes sociales obliga a los jóvenes a saltarse un paso y saltar a la edad adulta, pasando por alto el título de esta serie. ¿Qué le sucede a una cultura que convierte la adolescencia en material viral y distorsiona las expectativas sobre la sexualidad adolescente? Lo más impactante de Adolescencia es que se siente como una de esas historias de juventud perdida.

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