Algunos han afirmado que la crónica había muerto. ¿Será la minicrónica una vía de su despertar? Santos Alonso Beltrán Beltrán parece atreverse a romper el hechizo y logra abrir la puerta de un renacimiento del género
Luydomin Atencia
El autor es politólogo, administrador público e ingeniero industrial, con maestría y doctorado en ciencias políticas. Profesor universitario, autor de los libros de cuentos Algo para contar (2023) y Días de hielo (2024).
En la contraportada de Para La Tarjeta, se ofrecen al lector algunas claves para adentrase en su lectura: “La sabiduría popular señala que lo bueno si es breve podría considerarse dos veces bueno, y que lo malo, si tiene la fortuna de ser breve, puede no ser tan malo. En la escritura esta máxima es una verdad incontestable.
»A veces soportamos textos malos que pueden ser leídos de manera rápida, y otras veces valoramos con mayor pasión una sentencia breve y rotunda que una larga perorata moralistas”.
Según el colectivo audiovisual Dementes Urbanas: “Es una obra que explora las realidades sociales y urbanas a través de historias cotidianas que reflejan el pulso de la calle, las luchas invisibles y los sueños aplazados de quienes viven en los márgenes”.
Aborda con tino y delicadeza situaciones engorrosas, aunque algunas ameriten ser narradas con descarnado realismo. La paradoja atraviesa toda la obra. Su escritura es diáfana y sin rebusques idiomáticos. El autor demuestra conciencia de su potencial y, en esta reciente obra, ejercita su capacidad, dejando entrever que tiene para dar más en la literatura.
Para La Tarjeta y su autor darán de qué hablar en las próximas décadas, si mantiene y eleva el ritmo creativo de su escritura. A continuación, se presentan varios apartados del libro.
Agosto
Este mes que recién se instala nos había prometido una tregua en el invierno crudo que hemos sufrido: un veranillo, un tiempo estival, unos días soleados para sacar a airear nuestras tristezas, unas dádivas de luz y calor para recargar energía.
Sin embargo, Céfiro, Bóreas, el mismísimo Eolo, todos juntos, han empezado a hinchar sus carrillos. Se concentran en soplar con fuerza, y antes que llevarse las nubes, nos han traído una bruma densa, un frío penetrante. En sus resoplidos, los vientos llenan de hojas secas las calles; los torbellinos y tolvaneras se reproducen por doquier.
Pero ya no encuentro la alegría de los niños por elevar cometas, ya no veo en las tiendas y almacenes esos armatostes gigantes, multicolores, imitaciones de dragones voladores.
Es como si la alegría se la hubieran llevado también los vientos.
Un tiempo trae otro; el frío será desterrado por un sol canicular, y la tristeza se irá con estos vientos, una vez empiecen a recoger sus fuelles, una vez que ya no tengan nada más que llevarse.
Ni tanto ni tan poco
Un enfermo, a quien estimamos, no se cura dejándolo que agonice, cerrando la puerta y esperando un tiempo para ver si murió.
Tampoco obligándolo a comer, inyectándole medicinas maravillosas y manteniéndose en vela junto a él.
Un justo medio entre el cuidado y la autonomía puede ayudar a salvarlo o a verlo fenecer con la conciencia tranquila. Un justo medio que está muy lejos de la indolencia, pero también muy distante del ahogo.
El amor, esa flecha
Un viejo proverbio chino advierte sobre las cosas que no vuelven atrás: la palabra dicha, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
Creo que el sabio mandarín olvidó agregar, a ese pequeño listado, el amor verdadero: una flecha que se clava en el corazón, y que no se puede regresar; una palabra de tal dulzura que nunca nos podremos olvidar de su sabor; una oportunidad única y feliz, que, aunque pueda tener contratiempos, debemos cuidar y luchar por ella como por el más valioso tesoro.
Entre la alegría y la tristeza
La vida es siempre inestable. A veces se nos presenta preñada de gloria, éxito y felicidad. A veces estamos al borde del precipicio, vemos el fondo y nos imaginamos cayendo raudos. Sin embargo, entre la plétora y la escasez, entre la alegría desbordante y la tristeza que nos aplasta, se ubican miles de momentos reconfortantes.
Perder y ganar, aplazar la batalla, luchar por mantenerse, todo eso, en múltiples combinaciones, eso es la vida. Habrá que vivirla, aunque a veces creamos que la tristeza es su sino.
Domingo
Un amanecer de domingo lluvioso. ¿Acaso existe una expresión más vívida de la soledad y la tristeza?
Un domingo lúgubre, ¿acaso no es en sí mismo un oxímoron?
El día que cierra la semana, que da inicio a la siguiente, se presenta con colores grises.
Dios nuestro Dios cristiano, santificó el domingo, el último día de la creación, el día en que pasó revista a todo el universo; tal vez solo por ello debemos dar oportunidad a un día que siempre promete un nuevo comienzo.
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