miércoles, julio 23, 2025
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¿Feliz ama de casa o mujer silenciada?

Hace más de sesenta años, con su libro La mística de la feminidad, Betty Friedan dio voz a una generación de mujeres atrapadas en el rol doméstico. Hoy, ante el auge de discursos conservadores como el de las tradwives, su llamado a la autonomía femenina de nuevo cobra vigencia

Anna Margoliner
@marxoliner

Publicado por primera vez en 1963, La mística de la feminidad de Betty Friedan se convirtió en una obra clave del feminismo contemporáneo y una pieza central del despertar de la segunda ola del feminismo en Estados Unidos.

A través de una investigación rigurosa y entrevistas con mujeres de clase media, Friedan retrató el malestar latente que muchas experimentaban en una época en la que la realización personal femenina parecía estar confinada exclusivamente a la vida doméstica.

Su libro rompió con la narrativa dominante y dio voz a un sentimiento de vacío y frustración que millones de mujeres compartían en silencio.

Un malestar sin nombre

El concepto de la “mística de la feminidad” ─que da nombre al libro─ se refiere al ideal cultural promovido con fuerza durante las décadas de 1940 y 1950, según el cual el destino natural de toda mujer era ser esposa, madre y ama de casa.

Esta construcción, sostenida por medios de comunicación, revistas femeninas, libros de autoayuda y discursos científicos, presentaba a la mujer “femenina de verdad” como aquella que encontraba la plenitud en la entrega total a los otros. Se esperaba que las mujeres renunciaran a sus aspiraciones individuales para dedicarse por completo a su familia, como único camino legítimo hacia la felicidad.

Uno de los hallazgos más potentes del libro es lo que Friedan llamó “la problemática sin nombre”: un sentimiento de angustia, tristeza e insatisfacción que afectaba a muchas mujeres que, aparentemente, lo tenían todo ─una familia, una casa, una vida cómoda─, pero que vivían una sensación de vacío existencial que no podían explicar ni compartir. Friedan identificó esta experiencia como el síntoma de una estructura social que silenciaba a las mujeres, obligándolas a negar sus deseos de autonomía intelectual, profesional y vital.

Una crítica al ideal doméstico

A lo largo de su obra, Friedan lanza una crítica profunda al rol doméstico como una forma moderna de confinamiento. Denuncia la pérdida de potencial humano que implica reducir a las mujeres a las tareas del cuidado, al tiempo que desenmascara cómo esa narrativa fue moldeada para preservar el statu quo. La autora analiza el papel de la psicología freudiana, que patologizaba el deseo femenino de independencia, acusando a las mujeres de desviación cuando manifestaban inquietudes más allá del hogar.

Para Friedan, la educación, el trabajo remunerado y la posibilidad de construir un proyecto vital propio son elementos esenciales para el desarrollo pleno de las mujeres. Su planteamiento fue revolucionario en un contexto en el que el éxito femenino se medía exclusivamente en términos de desempeño doméstico y sacrificio.

La autora que encendió la chispa

Betty Friedan, nacida como Bettye Naomi Goldstein en 1921 en Peoria, Illinois, fue escritora, activista y figura fundamental del feminismo del siglo XX. Se graduó en psicología en el Smith College y realizó estudios en la Universidad de California en Berkeley.

Durante años trabajó como periodista en revistas femeninas, lo que le permitió observar de cerca los mensajes que reforzaban el rol tradicional de las mujeres. Esta experiencia alimentó la necesidad de comprender el origen de un malestar que muchas compartían, pero que no encontraba eco en el discurso público.

Tras la publicación de La mística de la feminidad, Friedan se convirtió en un referente del feminismo liberal estadounidense. En 1966, fue una de las fundadoras de la National Organization for Women (NOW), organización que abogó por la igualdad de derechos en todos los ámbitos de la vida.

A lo largo de su vida escribió otros libros y participó activamente en debates sobre conciliación laboral, equidad de género y justicia social. Falleció en 2006, el mismo día en que cumplía 85 años.

El mundo después de la guerra

La obra de Friedan se inscribe en el contexto de la llamada segunda ola del feminismo, movimiento que emergió en las décadas de 1960 y 1970, y que no solo buscaba la igualdad legal ─como el derecho al voto, ya conquistado en muchos países─, sino también cuestionar las estructuras culturales, económicas y simbólicas que perpetuaban la desigualdad.

Uno de los elementos que propició esta ola fue el cambio en el rol de las mujeres durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto, millones de mujeres ocuparon empleos que tradicionalmente habían estado reservados a los hombres. Esa experiencia de autonomía económica y reconocimiento social les permitió imaginar una vida distinta. Sin embargo, con el fin de la guerra, se promovió un retorno masivo al hogar, en nombre del orden, la estabilidad y el llamado “sueño americano”.

El auge del consumo, la expansión suburbana y la consolidación de la familia nuclear reforzaron un modelo que exaltaba a la mujer como ama de casa ideal. Las jóvenes eran alentadas a casarse pronto, tener hijos y hallar sentido únicamente en el bienestar del esposo y los hijos. Los discursos sociales y científicos avalaban ese modelo como el único destino posible para una mujer “normal”.

Una obra vigente frente a nuevos discursos conservadores

Sesenta años después, La mística de la feminidad continúa siendo una lectura profundamente actual. Aunque muchas barreras han sido derribadas y las mujeres tienen hoy mayores oportunidades para desarrollarse en el ámbito público, los discursos que romantizan el ideal doméstico tradicional no han desaparecido; por el contrario, han encontrado nuevas formas de expresión.

La figura de la trad wife ─esposa tradicional─ se ha popularizado en redes sociales: mujeres jóvenes que, en un tono estético cuidado y nostálgico, promueven la vuelta al rol de ama de casa obediente, sumisa y dedicada por completo a su esposo y su hogar.

Este fenómeno, que aparenta ser una elección individual empoderada, se inscribe en una nueva ola conservadora que idealiza el pasado, minimiza las desigualdades estructurales y relativiza los avances logrados por los movimientos feministas.

Frente a estas tendencias, la crítica de Friedan resuena con fuerza. Su llamado a que las mujeres se reconozcan como sujetos autónomos, con derecho a imaginar y construir sus propios destinos, sigue siendo una tarea vigente. Cuestionar los mandatos culturales que pretenden dictar cómo deben vivir las mujeres no es un gesto del pasado, sino una forma activa de defender la libertad y la dignidad en el presente.

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