“Ay, yo me quedo aquí debajo de la bonga/ Porque la bonga es para reposar/Me gusta el airecito que sopla aquí en la bonga/ Porque la bonga es para reposar/Y yo con mi morena me quedo aquí en la bonga/Porque la bonga es para reposar” (Los Carraleros de Majagual)
Zabier Hernández Buelvas
En el Caribe inmenso, es común encontrar parques en cuyo centro está una imponente ceiba o bonga. Su existencia trasciende el mero sentido ornamental, se arraiga más en un profundo tejido cultural, simbólico y sociológico en las grandes sombras del más grande y majestuoso árbol que apacigua el calor característico de la ‘costeñidad’.
Bajo una frondosa ceiba en Orocué, Casanare, cuenta la tradición popular, el escritor y poeta José Eustasio Rivera dio forma a La Vorágine, novela que marcó un importante hito en la literatura colombiana.
Las poblaciones en el Caribe tienen con estos árboles una relación casi que maternal con su cuidado y su conservación.
La energía del encuentro
Las bongas y ceibas del Caribe perduran como lugares de reunión en los parques de muchos pueblos. A su sombra, generaciones han llevado a cabo históricamente mercados tradicionales y todo tipo de intercambio comercial como parte de la dinámica social de estas poblaciones.
El escritor David Sánchez Juliao recuperó la leyenda referida a un fenómeno social que ocurría en la bonga contigua a la iglesia de Lorica, Córdoba. El Pachanga, personaje emblemático loriquero, y grupos de desempleados, jubilados y curiosos se congregaban bajo el árbol. El Pachanga los cautivaba con su discurso, prácticamente los hipnotizaba con sus palabras al tiempo que la sombra fresca y delirante de la bonga generaba un halo de quietud.
Son queridas y protegidas
Especialmente en el Caribe, las ceibas son tan importantes que incluso los proyectos urbanísticos y de construcción de nuevas vías deben tener en cuenta su conservación, recuperación, y hasta desvío y ajuste de los planos para no afectarles.
Esto pasó con la ceiba tipo Pentandra, en Valledupar, Cesar. El Sistema Integrado de Transporte de Valledupar, SIVA, tuvo que formular un plan de conservación y recuperación de dos ceibas que estaban en las rutas del sistema, la de la Glorieta de los Músicos y la “Ceiba Mira”, ubicada en un predio privado que fue comprado para proteger el árbol. La gerenta y el equipo del proyecto informaron que el diseño se planeó para no talar la “Ceiba Emblemática”, ubicada en el Separador Bolívar.
Son leyendas
La bonga Ceiba pentandra tiene un profundo significado cultural y espiritual en Colombia. Las comunidades indígenas y afrodescendientes han generado con ellas leyendas y mitos en los que intervienen sus espíritus creadores que mantienen una conexión entre el mundo terrenal y el sobrenatural.
En San Basilio de Palenque, primer pueblo libre de América, las ceibas son símbolo de resistencia y libertad; ellas son respetadas y cuidadas.
Los indígenas koguis, wiwas de la Sierra Nevada de Santa Marta, consideran a la ceiba como el “Árbol del Mundo”, que sostiene el universo con sus raíces (inframundo), tronco (tierra) y ramas (cielo).
Hay comunidades que creen que los dioses no solo cuidan y abrazan a las ceibas, sino que además habitan en sus ramas y hojas. Según sus creencias, los espíritus y almas en pena encuentran refugio en sus raíces. Si las ceibas son agredidas, su ira caerá sobre quienes las dañen, trayendo consigo enfermedades y sufrimientos.
En regiones afectadas por el pasado esclavista, o incluso aquellas donde hoy persiste la presencia paramilitarismo, se dice que las almas atormentadas de personas ahorcadas, torturadas, asesinadas y desaparecidas aún se escuchan. Sus lamentos, según cuentan, pueden oírse cerca o debajo de las bongas y ceibas.
En Cartagena, la leyenda urbana cuenta que hay una que “llora sangre”. Y, en algunos pueblos de la Amazonía, se cree que las ceibas se mueven de lugar por las noches, especialmente si están enojadas con los humanos.
Ceiba de leche, Ceiba bruja
La ceiba de leche tiene la particularidad que cuando se le hace un corte, brota una leche llamada de “barbasco”, que se utiliza para la pesca. Los indígenas recogen esa leche en una totuma; llegan al sitio donde saben que hay pescado; la riegan en el agua y los pescados comienzan a flotar como ‘desmayados’, como dormidos. Ellos dicen “embobados”.
La ceiba de bruja produce una lana muy fina. Los indígenas y comunidades ancestrales la utilizan para confeccionar colchones y almohadas. De entre todas las especies de ceibas, aquella es la que más sombra y frescura brinda. Sus flores, grandes y de colores blancos o rosados, son muy aromáticas. Su fruto se convierte en una cápsula que encierra una fibra sedosa y semillas negras.
Las ceibas o bongas, ya sea de la una o de la otra, siguen ofreciendo su sombra y protección al Caribe inmenso, vibrante, alegre y lleno de vida.