Nixon padilla Rodríguez
Como nos recrea la canción «Cabañuelas» de Roberto Calderón, interpretada por los Hermanos Zuleta, enero llega y con él las predicciones de las cabañuelas. De acuerdo con la tradición, así como se comporte el clima en los primeros días de enero, así corresponderá a cada mes del año.
Si imitamos a Calderón en su poema vallenato y comparamos las cabañuelas, esta vez, con la racha de asesinatos que han sufrido personas LGBTIQ+ en este inicio de año, estaríamos ante una crisis humanitaria sin registro en Colombia. 9 asesinatos en menos de un mes superan toda cifra de los últimos tiempos.
Con el discurso actual fascista y de odio, que se empecina en señalar a las personas con orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas como personas peligrosas, inmorales o monstruosas, lo que sigue es la legitimación de la violencia contra ellas.
Y lo peor, como lo vaticinan las cabañuelas, no parece que esta situación vaya a mejorar. Con el advenimiento de las fechas electorales, diversos grupos políticos de la derecha y de fanáticos religiosos que participan en política utilizarán los bulos tradicionales para generar el miedo social ante el cual ellos se presentan como los salvadores. La consigna de “con nuestros niños no se metan” volverá a resonar en la propaganda proselitista y pedirán el voto para detener la “ideología de género”.
Peor, ahora tienen el incentivo de emular el ejemplo de Milei en Argentina y Trump en EE. UU. Saben perfectamente que su postura homofóbica da réditos políticos, en la medida en que buena parte de la población asume que eliminar derechos a las personas LGBTIQ+ es legítimo.
La respuesta del Estado colombiano es más agria que dulce. Mientras el Congreso de la República mira hacia otro lado ante esta realidad, la Corte Constitucional saca fallos alentadores, como la defensa de un menor ante la expulsión de un colegio por su orientación sexual. La fiscalía, a pesar de la acción de los funcionarios que tienen a su cargo el tema, sigue siendo ineficiente.
El gobierno actúa de manera lenta y descoordinada para garantizar el derecho a la vida. El Ministerio del Interior hizo promesas que no ha cumplido; Ni siquiera la convocatoria a una reunión de la Mesa de Casos Urgentes ha sido posible. Es deplorable que hasta los pronunciamientos públicos en redes sociales parezcan calcados de una plantilla genérica, sin anuncios de medidas efectivas contra la criminalidad que sufren las personas LGBTIQ+.
En el mundo político, las acciones por el reconocimiento y disfrute efectivo de los derechos de las personas LGBTIQ+, inclusive el más básico, que es el derecho a la vida, aún no superan la moda de la corrección política. No basta con nombrar en cada discurso a la población LGBTIQ+ o decir “las, los y les” para posar de incluyentes y modernos; se trata de que el ejercicio de gobierno garantice la promesa electoral de convertir a Colombia en la potencia mundial de la vida, también para quienes sufren persecución po romper los estrechos márgenes de la heterosexualidad obligatoria.
Ojalá los trágicos presagios de las cabañuelas no se cumplan, aunque las nubes que se acercan estén cargadas de prejuicio y homofobia.
