Jaime Cedano Roldán
1985 es un año importante en nuestra historia política. Tras el Acuerdo de Tregua, Cese al fuego y Paz firmado el año anterior en La Uribe, se realizó el lanzamiento de la Unión Patriótica, con un impresionante entusiasmo por todos los rincones del país, ilusión que un poco resarcía el desencanto por el fracaso de los acuerdos firmados en Corinto y Hobo con el M19 y, en Medellín, con el EPL.
Estos procesos se vivieron intensamente por la militancia del regional de la Juventud Comunista en el departamento del Valle. Como dicen los pilotos, el regional había logrado una estable velocidad de crucero tras sortear tormentas que pudieron haber precipitado a tierra la frágil nave.
Pero no ocurrió el desastre y, por eso, cuando se da el proceso de la Unión Patriótica hubo en el Valle un importante destacamento juvenil, ilusionado, audaz y combativo, que se entregó en cuerpo y alma al sueño transformador que vislumbraba una Colombia nueva, con paz y democracia. La sangre del joven militante Ricardo Ceballos fue parte de la cuota de dolor de una tragedia que en ese momento aún no era percibida.
Cuarenta años después, medio centenar de aquella muchachada se ha reencontrado en Cali, con los abrazos por décadas esperados, las múltiples historias y aventuras que no se habían compartido, los brindis y danzones postergados, se realizó una colectiva reconstrucción de aquellos tiempos e inevitablemente análisis y comentarios del momento que vive hoy Colombia. Que podrá no haber militancia orgánica, pero se lleva, como alguna vez dijera García Márquez, “un mamerto guardado en el corazón”, y algo queda de las viejas enseñanzas de lo del análisis concreto del momento concreto.
Si Carlos Gardel decía que veinte años no son nada, las conversas en este Encuentro de Cali han mostrado que cuarenta pueden ser mucho y no ser nada. Décadas de exterminios y resistencias, de derrotas grandes y pequeñas victorias, de olvidos, de ausencias y de nuevas presencias. Y, sobre todo, de ser hoy protagonistas de un proceso político sin antecedentes, en el que, sin haber asaltado los cielos, hay un gobierno de nuevo tipo que trabaja por avanzar en cambios necesarios, enfrentando talanqueras y murallas, que antes eran o parecían infranqueables.
Es importante en el actual momento la opinión y participación de estas generaciones, pues las andaduras que dieron origen al gobierno del cambio son de caminos largos y diversos. El Encuentro fue de gente comprometida, apasionada y crítica, leal y contestataria, que aprendió a nunca tragar entero, dispuesta a enfrentar la ofensiva mundial de la derecha trumpista y las locuras bélicas de quienes en Catatumbo, Cauca o Arauca quieren anegar en sangre, otra vez, los sueños que tanto dolor ha costado reconstruir, y devolvernos a tiempos de escombreras y crímenes infinitos.
¡No pasarán! Como en aquellos años lo cantábamos con Mejía Godoy, “los venceremos amor, no pasarán”.