En 23 años, el dólar como divisa de reserva ha perdido un 12.2 por ciento, un importante declive en favor de otras monedas. En enero de este año, los pagos internacionales en dólares disminuyeron un 1.77 por ciento con respecto a 2022
Alberto Acevedo
A mediados de abril pasado, la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, hizo una inusual declaración en el sentido de que las numerosas sanciones que Washington impone a otras naciones del mundo, particularmente a Rusia, claramente colocan en ‘riesgo’ la hegemonía del dólar en la economía mundial.
A su modo de ver, los países afectados por las sanciones no se resignan al dolor y al sufrimiento y buscan alternativas, “aunque difícilmente las consigan, hay un riesgo cuando usamos sanciones financieras que están ligadas al papel del dólar, el cual a largo plazo socave la hegemonía”, aseguró la secretaria del Tesoro.
Hay un aspecto en el que las predicciones de la funcionaria son acertadas y otro en que no. En el que se equivoca es que, en la búsqueda de alternativas, los países sancionados fracasan. Por el contrario, han encontrado caminos exitosos. La segunda predicción, que se socava el liderazgo mundial del billete verde, sí es acertada, pero el problema es mucho más complejo de lo que alcanza a ver Yellen.
Cifras del declive
En el pasado, cuando algún jefe de Estado intentaba apartarse del área de influencia del dólar, era cercado económicamente, estigmatizado, sancionado o asesinado. Tal fue el destino, por ejemplo, del líder libio Muammar el Gadafi.
Hoy las cosas han cambiado radicalmente en el mundo, varias potencias se han lanzado a la tarea, antes impensable, de desafiar al dólar. China, India, Brasil, Rusia e Irán, países que ocupan diferentes sitios en el podio de la economía global con un PIB estimado en más de 26 billones de dólares, comenzaron a comercializar sus productos y materias primas en sus respectivas monedas nacionales para irse distanciando del dólar.
De acuerdo a estadísticas de las que ya dispone el Fondo Monetario Internacional, FMI, para el tercer trimestre de 2022, del total de reservas globales en divisas, el 59.8 por ciento estaban representadas en dólares, frente al 72 por ciento que alcanzó en 1999, en el mismo trimestre.
En una mirada comparativa esto significa que, en 23 años el dólar como divisa de reserva ha perdido un 12.2 por ciento, un importante declive en favor de otras monedas. En enero de este año, los pagos internacionales en dólares disminuyeron un 1.77 por ciento con respecto a 2022.
Sanciones y tasas de interés

El aumento de las tasas de interés decretado por la Reserva Federal de los Estados Unidos para contener una inflación galopante, el riesgo latente de una recesión en la primera potencia, las quiebras bancarias recientes y, en últimas, el abultado gasto militar, que estimuló la guerra en Ucrania, inciden en este comportamiento del billete verde.
“¿Por qué no podemos comercializar con nuestras propias monedas?, ¿quién decidió que fuera el dólar?”, se preguntó Luiz Inácio Lula da Silva en la ceremonia de posesión de su compatriota Dilma Rousseff como presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS. La pregunta y el escenario son pertinentes para mostrar el nuevo clima que se respira en el mundo financiero en materia de divisas internacionales.
Hay otro ingrediente para tener en cuenta en esta mixtura de factores. Las numerosas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos contra Rusia, China, Venezuela, Cuba, Irán, Nicaragua, Corea del Norte y un largo etcétera, que acabaron por espantar a naciones y gobiernos que se niegan a plegarse a los dictados políticos y económicos de Washington.
Nueva realidad
Durante la visita del presidente chino Xi Jinping a Moscú, en la última semana de mayo, ambos gobiernos convinieron en promover el uso de la moneda china, el yuan, en las transacciones comerciales y financieras internacionales. El uso de monedas diferentes al dólar en el intercambio comercial de varios países con Rusia y China es una realidad, y tiene lugar en importantes transacciones comerciales con India y con un importante número de países de Asia y África.
Durante la visita que el pasado mes de abril realizó el presidente Luiz Inacio Lula da Silva a China, se confirmó un acuerdo bipartito para utilizar en adelante el yuan para el intercambio comercial bilateral, que en la actualidad supera los 150 mil millones de dólares. Este paso es de una importancia enorme, pues China no solo es el principal socio comercial de Brasil, sino la principal fuente de inversión extranjera directa en ese país suramericano.
El grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Suráfrica), que busca un mayor protagonismo en el mundo a instancias del gobierno del presidente Lula, ha comenzado a usar sus monedas nacionales para el comercio dentro del bloque, al tiempo que anunció el lanzamiento de una moneda común, durante la cumbre presidencial de los BRICS que se realizará en agosto en Suráfrica.
Asociaciones regionales
El anuncio de por sí es un golpe demoledor al dólar, por el peso de estas economías dentro del comercio global. Agréguese que Argentina e Irán han solicitado formalmente su ingreso a este organismo de cooperación, mientras que Egipto, Turquía y Arabia Saudita buscan un acercamiento.
Los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, Asean (Brunei Darussalam, Indonesia, Camboya, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), han propuesto realizar su intercambio comercial y transferencias intrarregionales en moneda local. Por su parte, Brasil y Argentina han llegado a un acuerdo similar, por decisión de los mandatarios de ambas naciones.
Durante su visita a China, del presidente francés Emmanuel Macron suscribió una declaración conjunta de 51 puntos, donde se habló de la necesidad de “autonomía estratégica” para Europa y de menor dependencia del viejo continente con los Estados Unidos y del dólar.
La influencia del dólar en la economía global retrocede cada día, como el cangrejo, no solo en su condición de todopoderosa moneda de comercio, sino como reserva internacional. Cada vez, un número mayor de países piensan en el dólar como un socio incómodo, artífice de una relación toxica, que asocian con sometimiento de las naciones y pérdida de soberanía e independencia.
Para algunos economistas, la guerra, criatura de las grandes potencias imperiales, terminó destruyendo al dólar como moneda internacional de reserva.