jueves, marzo 28, 2024
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Mudanza: déjà vu de la desesperación

Mudarse o trastearse no es cosa sencilla. Una mínima aproximación para abordar el fenómeno

Zabier Hernández Buelvas

Mudanza, trasteo, cambio de vivienda, cambio de ciudad son algunas de las palabras que sugieren caos, estrés, cansancio, enojo y problemas.

Mudarse es uno de los procesos más complejos de la cotidianidad de mortales que vivimos del trabajo y no tenemos séquitos que hagan esas cosas por uno.

Ingeniería del desorden

Pasarse de una oficina a otra o en el mismo edificio de un piso a otro, cambiarse de apartamento, de casa, irse a vivir a otro barrio, trasladarse por trabajo u otro motivo a otra ciudad significa poner en práctica una ingeniería del desorden y del reordenamiento de los objetos que ocupan los espacios de nuestras vidas.

La mudanza nos obliga a establecer prioridades. ¿De qué me deshago?, ¿qué ropa debo regalar? Frente al closet, ante la colorida hilera de prendas, nos damos cuenta de que hay unas que llevan años con nosotros y que es hora de cambiar. Otros comprueban con tristeza que hace rato están por fuera de la moda.

Mudarse constantemente es la expresión de un grave problema de nuestra sociedad; la falta de vivienda propia y la ausencia de políticas por parte de los Estados y gobiernos para resolverlo.

Desde lo humano y la vida concreta, un problema fundamental de los trasteos es el manejo del tiempo. Trastearse es entrar en el túnel del tiempo, este se vuelve un déjà vu, un eterno renacer al estilo de la serie Dark.

Uno nunca termina de mudarse

Desde que tengo uso de razón me da la impresión de estar mudándome cada día. De Montería a Barranquilla, de Barranquilla a Tierraltica, de Tierraltica a Santa Cruz de Lorica, Santa Cruz de Lorica a Montería, de Montería a Cartagena, de Cartagena a Barranquilla, de Barranquilla a Bogotá, de Bogotá a Pasto, de Pasto a Bogotá. Sin contar que en la capital de Nariño nos tocaba mudarnos cada año de un lugar a otro.

Otro aspecto del complejo del fenómeno de mudarse, cuando nos vamos a vivir a otro espacio, es que nos ocasiona una emocionalidad y una tensión que desemboca en frustración y conflicto por lo desconocido del nuevo lugar, con los nuevos vecinos, con la seguridad del sector y el acceso; que si hay tienda, supermercado o una buena taberna cerca; que si hay un parque, que el apartamento no sea húmedo, que tenga buena luz natural y buenos espacios para quienes tienen mascotas.

Nuevas mudanzas vendrán

Empacar hasta altas horas de la madrugada es una de las etapas más engorrosas y aburridoras del trasteo. Y esta no se puede delegar, debe ser personal e intransferible; solo usted sabe que quiere conservar, que necesita, que es delicado, que quiere botar o regalar.

Desempacar hasta altas horas de la madrugada, nuevamente el déjà vu. Es el proceso inverso, donde nos damos cuenta de lo que sobrevivió y lo que sucumbió a la fuerza bruta de los fortachones que entraban y salían llevando todo. Y viene el acabose; el jarrón fino que compramos en ese memorable viaje hecho trizas y, una pata de esa silla, de la que guardamos gratos recuerdos y en la que solo allí nos sosegamos, quebrada. Son las pérdidas materiales y simbólicas de toda mudanza, aparte del impacto del desarraigo, problema complejo del que no nos ocuparemos por ahora.

Aunque nunca dejamos de mudarnos, para mi hay un signo que indica que el proceso ha entrado en un momento de reposo, aquel en que ya veo mi lugar de trabajo y mi biblioteca organizada, espacio en el que respiro consciente de que nuevas mudanzas vendrán.

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