martes, marzo 19, 2024
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El reparto de la torta

Los conflictos sectoriales y su fortaleza muestran la posibilidad real del cambio en la distribución de la riqueza. Esas experiencias son bienvenidas. El movimiento de todos debe ser unificado contra los verdaderos responsables de la desgracia colectiva.

Paro cafetero 2013 Pag 1

Alfonso Conde C.

Al reparto de la torta de la riqueza creada por el trabajo productivo concurren diversos actores de la sociedad: los trabajadores que la crean, ellos obtienen en Colombia cerca del 8% de tal valor; los empresarios de la producción, los comerciantes y transportistas, el gobierno que, en el papel, obtiene el 35% de las utilidades del negocio; también los parásitos de la especulación financiera, aquellos que viven a expensas de los otros sin darles nada a cambio, ellos se quedan con la mayor tajada.

Todos esos actores, unos por la injusticia del reparto y otros por la voracidad acaparadora, necesitan o simplemente ambicionan una porción mayor. Pero la torta no estira; agrandar la tajada de unos significa necesariamente reducir la de otros, de manera que entre esos actores sociales no existe armonía sino una oposición de intereses.

En esa confrontación se impone el más fuerte; ese, en las condiciones actuales, suele ser aquel que haya acumulado un poder económico tal que le haya facilitado el logro del poder político, es decir, la capacidad de decidir en su beneficio y de imponer esa decisión. Aquellos que compiten por el poder político son voceros de alguno de los sectores en oposición o de alianzas entre varios de ellos.

Al cambiar, de manera transitoria o definitiva, la correlación de fuerzas entre los sectores, cambia la distribución de la torta. Así, por ejemplo, la decisión de los cafeteros de coordinar su protesta y manifestar colectivamente su inconformidad, unida a la fortaleza de tal manifestación, produjo el cambio en el reparto: lograron un mayor ingreso de $145 mil por carga representado en un mayor subsidio a entregar por el gobierno nacional proveniente de los ingresos nacionales, es decir, de la riqueza de todos.

Se reduce la tajada gubernamental para incrementar la de los productores. Sobre el tapete de las indefiniciones queda, sin embargo, el precio de los fertilizantes (superiores en un 40% a los mismos en países del CAN), el costo de los créditos, las importaciones de grano y la formalización laboral, junto con la minería a cielo abierto y sus consecuencias sobre tierra y ambiente, asuntos todos del pliego de los cafeteros.

Esa protesta, si bien logró su objetivo fundamental de aumentar la tajada de los caficultores, hizo recaer la responsabilidad sobre todos los colombianos, liberando a los verdaderos responsables de la situación: los intermediarios de pelambre variopinta.

El paro del sector cacaotero tuvo un desenlace semejante: lograron con su movimiento un incremento del subsidio gubernamental de $400 por kilogramo de cacao comercializado.

Algo parecido ocurrió con los transportadores que, presionados por el incremento de los costos de operación que reducían su porción de torta, se lanzaron a la parálisis general generando un movimiento cuya fuerza obligó al gobierno a suspender el alza de precios de los combustibles, a discutir sobre el valor de los peajes y a comprometerse con la revisión de las tarifas. Es decir, los camioneros mantienen su tajada en contra de la postura inicial del gobierno de aumentar la suya y el gobierno se compromete a seguir discutiendo sobre una improbable nueva distribución.

Los conflictos sectoriales y su fortaleza muestran la posibilidad real del cambio en la distribución de la riqueza. Esas experiencias son bienvenidas.

Esos avances, sin embargo, sólo logran paliativos también sectoriales y de carácter transitorio que hacen recaer sobre todos la carga del reajuste. Si ellos se multiplicaran de forma aislada, como hasta ahora, al puro estilo de Goyeneche en su propuesta de candidato presidencial para hacer millonarios a todos los colombianos, se habría cambiado todo para que todo siguiera igual por cuanto los subsidios ganados por los movimientos aislados serían consumidos por los subsidios a los otros.

Sólo hay una forma de romper el círculo vicioso: el movimiento de todos debe ser unificado contra los verdaderos responsables de la desgracia colectiva. La unidad de los explotados es una necesidad y su primer objetivo de lucha tiene que ser por la mayor necesidad: por la paz con justicia social en nuestra nación.

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