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Descartes, siempre actual

La duda tiene mucha fuerza liberadora, en la vida humana, por algo dijo Marx en alguna ocasión, que la tenía como consigna de su existencia de extraordinario pensador. “Para investigar la verdad es preciso dudar, dice nuestro Descartes, en cuanto sea posible, de todas las cosas”.

René Descartes 1596-1650.
René Descartes 1596-1650.

Hernán Ortiz Rivas

Los grandes pensadores, no pierden actualidad, siempre permanecen vigentes; por esto, Descartes, que ocupa un lugar destacado entre ellos, perdura en todo tiempo, como personaje sobresaliente. Es un lugar común decir que Descartes es uno de los fundadores de la filosofía y la ciencia modernas, que pone los cimientos en la preponderancia de la razón de toda la vida cultural, que ubica lo humano por encima de la iglesia y del Estado, con su método científico y filosófico, que sienta las bases de la democracia, que salvo en su dualismo cuerpo-alma, cosa extensa-cosa pensante, tesis refutada por Spinoza, en las demás partes de su obra continua vigente, actual.

A su formación jurídica, Descartes agrega sus conocimientos en física y matemáticas, para proyectar la creación de una ciencia universal, unificadora de todos los espacios culturales. Para Descartes, la ciencia es una, porque la razón también es una, cuyo objetivo es dominar la naturaleza, la sociedad y el ser humano.

La duda

Para demoler el edificio cultural de su tiempo, Descartes utiliza la duda metódica, como inicio del encuentro con la verdad, duda que no es vacilación, irresolución o perplejidad, o la duda escéptica. Se trata de una duda filosófica, radical, que duda de todo, menos de estar dudando; por lo cual, al pensar esta situación se llega al yo existencial, al famoso aforismo: “pienso, luego existo”, punto de partida de la filosofía, que elimina la hojarasca metafísica de la escolástica.

Es verdad que la duda cartesiana termina con la prueba de la existencia de Dios; pero, contiene un germen prístino del ateísmo que aflora en otro grande de la filosofía, el judío Spinoza, aparentemente muy religioso, como vimos en un artículo anterior. La duda tiene mucha fuerza liberadora, en la vida humana, por algo dijo Marx en alguna ocasión, que la tenía como consigna de su existencia de extraordinario pensador. “Para investigar la verdad es preciso dudar, dice nuestro Descartes, en cuanto sea posible, de todas las cosas”.

El discurso

En la Segunda Parte del Discurso del método, para dirigir la razón y buscar la verdad de las ciencias, Descartes establece unas reglas destinadas al estudio filosófico y científico, a saber: la primera dice que la evidencia es el criterio de la verdad, vale expresar, que no se debe aceptar como verdadera cosa alguna si no se sabe que lo es; por tanto, el conocimiento se opone a la probabilidad o a la verosimilitud; solamente la evidencia conduce a la verdad.

La segunda regla consiste en dividir las dificultades, que se examine en tantas partes como fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. Esa división tiene un límite determinado por los “naturales simples”, que son elementos indivisibles captados por la intuición, a partir de la cual empieza la actuación deductiva, por la cual, se infiere una cosa de otra, la deducción implica una sucesión de intuiciones. La tercera regla se enuncia así: de los objetos más simples y más fáciles de conocer, se va ascendiendo poco a poco, como por grados, al conocimiento de los más compuestos.

La última regla establecida por Descartes, dice que se debe hacer en “todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estemos seguros de omitir nada”. La simple lectura de estas famosas reglas, escritas hace cuatro centurias, permite advertir la genialidad del gran pensador francés, fallecido cuando aún no contaba cincuenta y cuatro años de edad, es decir, en plena madurez.

Se debe reconocer que la obra de Descartes marca una posición novedosa, en el pensamiento europeo; con ella se inicia la filosofía y la ciencia modernas, porque afirma que la razón es el criterio fundamental de la verdad, la fuente principal de conocimiento y descubre que la conciencia es la primera realidad y punto obligado de partida del filosofar.

Marx dijo que el filósofo francés, en su física había conferido a la materia fuerza creadora, habiéndola separado de su metafísica, donde se albergaba el idealismo racionalista, enfrentado a la figura de Gassendi, el restaurador del materialismo epicúreo. Marx precisó que Descartes ya veía las cosas con los ojos del periodo manufacturero del capitalismo, visión diferente a la teología escolástica, que centraba toda su mirada en Dios como eje que movía al universo entero, a la naturaleza, a la sociedad y al ser humano.

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