miércoles, noviembre 6, 2024
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Violencia obstétrica: consecuencias de una violencia simbólica

Colombia no tiene una legislación que prevenga y sancione el maltrato dado a las mujeres por parte del personal médico durante su trabajo de parto en los hospitales y clínicas. En Latinoamérica solo en Argentina, México y Venezuela se ha tipificado como un delito.

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Renata Cabrales

A las mujeres se les ha inculcado que deben ser madres. Nacen para eso, les dan a entender desde niñas pues el hecho de regalarles toda clase de muñecas, desde la que llora hasta la que baila, no es gratis. Una de las razones por las que se realiza esa vieja práctica es para que estas, desde muy pequeñas vayan sabiendo cuál es su labor sobre la tierra. Bien es cierto que hay una distribución de roles en los juguetes que definen, desde temprana edad, las prácticas sociales impuestas a los hombres y a las mujeres.

En Colombia, la ineficiencia del sistema educativo es responsable de la falta de cátedra de educación sexual en la escuela. Es por eso que las cifras de jóvenes en estado de embarazo van en aumento y a muchas se les niega, además, el derecho a interrumpir el embarazo, esto, por razones religiosas y por falta de leyes que las protejan.

A las niñas y a las adolescentes se les envían mensajes subliminales y soterrados con respecto al ideal materno, diariamente, en la escuela, en la casa, en la calle (no es gratis que los acosadores les griten mamacita cuando van por las calles). Les muestran la maternidad como un acto tierno y natural, ya que incluso, la publicidad las satura de información del tipo qué hermosas lucen embarazadas, pero ojo con esas estrías que te harán ver fea, ojo con esos kilos de más, todo es contradictorio desde el comienzo de la gestación. Por su parte, también les hacen ver lo natural que es el dolor inmenso del parto, haciéndoles creer que quien no lo soporta no es una verdadera mujer. Ese acto “natural” de las mujeres, les cuesta a muchas la vida, ya que no les advierten todos los riesgos que conlleva, como tampoco les indican que es un acto natural quejarse de las molestias del embarazo, que es natural no querer ser madre y que es natural querer dormir un poco más mientras el bebé llora de hambre (cuando nace).

Pero las mujeres nacieron para ser madres, no importa que la sociedad que les impuso esta tarea, al mismo tiempo las castigue por eso. No es raro que a una mujer pobre se le condene por no tener con qué alimentar a sus hijos, pero si hubiese querido abortar, hubiera pagado con cárcel. Hay sociedades que incluso, señalan de inmorales a las mujeres que amantan a sus bebés en las calles, mientras la publicidad bombardea a diario con chicas desnudas promocionando un carro o cualquier accesorio que no tenga nada que ver con su cuerpo. La doble moral en acción.

Esa supuesta ternura que deben infundir las mujeres embarazadas con sus vestiditos rosa y sus mejillas sonrosadas, es una completa falacia. A la hora de llegar padeciendo dolores de parto a un centro hospitalario, la realidad es otra. Allí se encuentran con otra amenaza que es la violencia obstétrica, la que por su facultad de invisible, ha pasado desapercibida ante la sociedad en general.

Una historia de vida

Esperanza Rodríguez, 40 años, secretaria, cuenta cómo desde antes de nacer su hija Laura, todo era un ambiente hostil para ella: “Cuando asistía a los controles, por lo general, el médico de turno creía tener derecho a meterse a invadir mi intimidad, pues siempre tenía que escuchar cosas como: veo que eres muy joven, por qué no te cuidaste para no quedar embarazada, eres casi una niña”. Hasta allí la cosa puede parecer normal, teniendo en cuenta que si una mujer padece un embarazo adolescente, en gran medida, la culpable es la sociedad y no ella. En este sentido, el embarazo de Esperanza estuvo rodeado de todo tipo de señalamientos, ya que también es madre soltera y las madres solteras deben padecer todo tipo de juicios, teniendo en cuenta la sociedad religiosa y doble moralista en la cual nos encontramos.

A la hora del parto, Esperanza tuvo que someterse a una cesárea no deseada, pues hoy en día, por diferentes razones, las mujeres son obligadas a este tipo de prácticas, más por beneficios económicos del equipo médico que de la paciente y su bebé: “Me dijeron que el bebé estaba en mala posición y yo no entendía nada, pienso que debieron informarme bien qué era lo que pasaba. Las enfermeras te hacen preguntas en frente de las otras mujeres que están en la misma situación y de manera muy grotesca, como por ejemplo, si una se ha depilado sus partes íntimas o si ha ido al baño, pues prácticamente le realizan a una un lavado de estómago a la fuerza, lo mismo pasa con la depilada. Lo peor no es eso, lo peor es que una no se puede quejar del dolor, porque hubo incluso un doctor que me dijo que si así de joven no me había dolido hacer un hijo, pues también tenía que aguantarme el dolor de parir”.

La violencia obstétrica

“La violencia obstétrica es una forma específica de violación a los derechos humanos y reproductivos de las mujeres, incluyendo los derechos a la igualdad, a la no discriminación, a la información, a la integridad, a la salud y a la autonomía reproductiva. Se genera en el ámbito de la atención del embarazo, parto y puerperio en los servicios de salud —públicos y privados—, y es producto de un entramado multifactorial en donde confluyen la violencia institucional y la violencia de género”. (Del libro Violencia obstétrica, en línea).

El término es bastante amplio, pero se reconoce ante todo en el aspecto físico cuando se practican cesáreas sin justificación médica, un tacto vaginal que además lo realizan varias personas, episiotomía o incisión quirúrgica que ensancha la vagina de la mujer sin el consentimiento de esta, raspaje de útero sin anestesia, rasurado de genitales, enema, permanecer en una posición incómoda durante todo el proceso de parto y negarle además el derecho a llorar por dolor. Muchos médicos incluso hacen comentarios desagradables cuando las mujeres expresan dolor.

¿Hay una ley que la prohíba y castigue a los responsables?

Colombia no tiene una legislación que prevenga y sancione el maltrato dado a las mujeres por parte del personal médico durante su trabajo de parto en los hospitales y clínicas. En Latinoamérica solo en Argentina, México y Venezuela se ha tipificado como un delito debido a los numerosos casos que se registran.

Sin bien es cierto que las mujeres, como es el caso de Esperanza Rodríguez, desconocen la existencia de este tipo de violencia, es porque nadie les enseña cómo debería ser el parto perfecto y cuáles son las leyes que las protegen.

Este tipo de violencia aún no ha sido tipificado como delito, pero al menos las mujeres deben conocer la Ley 1257 de 2008 la cual expone:

“Artículo 2o. Definición de violencia contra la mujer. Por violencia contra la mujer se entiende cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el privado”.

Es esta ley, la que por ahora deben conocer las mujeres víctimas de la violencia obstétrica que por ser a su vez consecuencia de esa violencia simbólica invisible y normalizada, se ha hecho caso omiso de esta. Y es por esta, además, que muchas mujeres han decidido no ser madres por no tener que ser víctimas de este tipo de vejaciones.

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