domingo, octubre 26, 2025
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¡Venga esa mano!

Formada entre pizarras, huelgas y asambleas, María Eugenia Londoño llega como precandidata al Senado para que la voz del magisterio, las mujeres trabajadoras y el campo colombiano resuene en el Congreso

Anna Margoliner
@marxoliner

En un momento de definiciones para el proyecto político del cambio, el Partido Comunista Colombiano, impulsa la precandidatura al Senado de María Eugenia Londoño, reconocida dirigente magisterial y militante del movimiento sindical. Su voz surge de una trayectoria que enlaza la lucha por la educación pública, los derechos de las mujeres trabajadoras y la transformación del campo colombiano.

Desde esa experiencia, su eventual llegada al Congreso puede marcar un punto de inflexión en tres frentes decisivos: la defensa de la educación como derecho, la agenda feminista popular y la profundización de la reforma agraria.

Educación pública: el corazón de un proyecto de país

La educación ha sido uno de los pilares del discurso del cambio, pero su consolidación depende en buena parte de lo que ocurra en el Congreso. Londoño propone una mirada estructural: no basta con aumentar los presupuestos ni firmar acuerdos con los sindicatos; se trata de repensar la arquitectura del Sistema General de Participaciones (SGP) y asegurar una distribución equitativa de los recursos entre territorios, niveles educativos y condiciones laborales del magisterio.

Desde su experiencia en el sindicalismo docente, ha insistido en que la financiación de la educación no puede seguir dependiendo del ciclo político. En el Senado, buscaría que la reglamentación orgánica del SGP, reconozca la educación como un derecho fundamental, con mecanismos estables de asignación y vigilancia social.

Esta reforma no solo aliviaría la precariedad de miles de docentes contratados de forma temporal, sino que también permitiría fortalecer la infraestructura educativa en zonas rurales y periféricas, donde los colegios aún funcionan en condiciones indignas.

Pero su visión no se detiene en el aula. Londoño entiende la educación como una política integral de derechos que incluye a estudiantes, familias y comunidades. El reto —sostiene— es convertir la escuela en un espacio de igualdad y de pensamiento crítico, donde la formación no se subordine a lógicas de productividad ni a intereses de mercado. En un país marcado por brechas sociales y territoriales, el fortalecimiento de la educación pública puede ser, como en otras experiencias latinoamericanas, el motor de una ciudadanía democrática capaz de sostener los cambios que el país reclama.

Su apuesta es política y pedagógica a la vez: una nueva alianza entre Estado, maestros y estudiantes, que garantice la continuidad del proceso educativo como columna vertebral del desarrollo nacional. En su visión, la voz de los educadores debe estar en el Senado no solo para defender derechos laborales, sino para construir desde la ley el horizonte de una educación pública transformadora.

Mujeres y clase trabajadora: un feminismo con raíces populares

María Eugenia pertenece a una generación de mujeres sindicalistas que abrieron espacios en un campo tradicionalmente dominado por hombres. Su mirada feminista no surge de la academia ni de los partidos tradicionales, sino del trabajo colectivo, de las huelgas y las negociaciones.

Por eso su discurso de género no se limita a la representación, sino que propone una lectura estructural de la desigualdad, donde la división sexual del trabajo, los cuidados y la precarización laboral de las mujeres, se entiendan como parte del mismo problema económico.

En el Congreso, su agenda buscaría vincular las políticas de igualdad de género con la reforma educativa, la redistribución del trabajo de cuidados y la seguridad social. Desde una perspectiva comunista y sindical, plantea que no puede haber justicia de género sin justicia económica, y que la verdadera paridad pasa por transformar la base material de la vida cotidiana: salarios, empleo, vivienda, servicios públicos, educación y salud.

Además, su presencia en el Senado representaría una oportunidad para visibilizar la deuda del Estado con las maestras, trabajadoras y lideresas sociales que han sostenido la institucionalidad educativa en medio de la violencia y la crisis. En ese sentido, Londoño propone un feminismo de clase, centrado en las mujeres que sostienen los sistemas de cuidado y educación, aquellas que “crían, enseñan y organizan” desde lo comunitario, pero a quienes rara vez se les reconoce su papel político.

En su discurso, la equidad de género no es un anexo de la agenda progresista, sino una forma de democratizar el Estado. Significa que las leyes deben reflejar la experiencia de quienes sostienen la vida, y que la transformación feminista del país pasa tanto por la escuela y el trabajo como por el acceso a la tierra y la participación política. En una coyuntura donde los derechos de las mujeres vuelven a ser objeto de disputa ideológica, su voz sindical y comunista encarna una defensa coherente de los principios de igualdad, dignidad y justicia social.

Reforma agraria: la otra cara del cambio estructural

El tercer eje de su plataforma es la profundización de la reforma agraria, considerada la gran deuda histórica de Colombia. María Eugenia interpreta la política de tierras del Gobierno Petro como un punto de partida, no de llegada. En su lectura, el proceso requiere una segunda etapa que conecte la redistribución de tierras con la soberanía alimentaria, la economía campesina y la justicia ambiental.

Desde el Senado —propone— sería posible legislar para que los acuerdos de acceso a la tierra se acompañen de medidas de sostenibilidad: crédito público, asistencia técnica, comercialización garantizada y redes de infraestructura que integren el campo a la economía nacional sin subordinarlo a los monopolios. Este enfoque combina la mirada económica y educativa: la educación rural y la reforma agraria deben ser políticas hermanas, porque sin formación técnica, científica y cooperativa, el campesinado seguirá enfrentando las mismas barreras que perpetúan la desigualdad.

Londoño plantea que la democracia real se juega en el campo, donde se define quién produce, quién vive y quién decide sobre los recursos naturales. Desde su militancia comunista, retoma la tradición agrarista de izquierda que entiende la tierra no como mercancía, sino como bien común. Su discurso insiste en que solo un nuevo pacto social entre Estado, campesinado y sectores populares permitirá que la reforma agraria deje de ser promesa y se convierta en eje de desarrollo territorial.

Una voz para la etapa que viene

En un país que atraviesa un cambio de ciclo, María Eugenia no propone refundar el Estado, sino reorientarlo desde sus cimientos: educación pública, igualdad de género y justicia agraria. Tres frentes distintos, pero entrelazados por una misma convicción: que la política solo tiene sentido si se traduce en mejores condiciones de vida para quienes la sostienen.

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