Editorial 3287
De ser elegida la doctora María Patricia Balanta como nueva magistrada de la Corte Constitucional, ¿será cierto que el petrismo se tomaría esa institución? Burda e irrespetuosa afirmación.
Lo que sí es cierto y públicamente comprobado, es que el competidor de la doctora Balanta, Carlos Camargo, es un clientelista desastroso ex defensor nacional del Pueblo y un oportunista muy conocido en el ámbito público por sus renuncias prematuras a cargos públicos, para ir escalando en la pirámide del poder tradicional. Un verdadero peligro para la institucionalidad y la débil democracia que intentamos construir.
Balanta es abogada nacida en Tuluá, Valle del Cauca, especialista en Comercio Internacional de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; en Derecho de Familia y Derecho Procesal Civil de la Universidad Externado de Colombia, y en Contratos y Daños de la Universidad de Salamanca. “Yo no tengo ninguna alianza ni he tenido comunicaciones con el Gobierno. Ellos aceptaron, seguramente, acoger mi candidatura y lo hicieron de buena voluntad. Yo no tengo más que agregar a eso, pudieron haberlo hecho con otro candidato porque estamos en una democracia”, respondió en una entrevista en La W.
Paradójicamente, el apoyo público del altamente cuestionado político Germán Vargas Lleras, se convirtió en un bumerán negativo contra la candidatura de Camargo, demostrando de paso la decadente incidencia y poder que tiene el ideólogo y jefe de Cambio Radical, ya que hasta una de sus más fieles alfiles, la gobernadora del Valle, Dilian Francisco Toro, se le salió del redil y apoya a la doctora Balanta.
Pero más allá de los intríngulis de la política doméstica, cuando se presentan este tipo de competencias, la situación generada expresa una reiteración de la necesaria reforma democrática al sistema judicial, de manera que se establezca una verdadera carrera judicial inspirada en la sana competencia, con base en la fundamentación técnica y académica, alejada de las intrigas políticas.
Los talentos académicos, la experiencia y el conocimiento deberían ser las bases esenciales del proceso de selección de los magistrados. De igual manera, este conflicto nos pone a pensar en los beneficios del sistema recientemente iniciado en México con la elección popular de las altas cortes de justicia.
Es lamentable ver a la Corte Suprema de Justicia, nuestro consejo de ancianos, comprometida en una competencia politiquera. No podemos dejar de recordar el vergonzoso Cartel de la Toga, cuya sombra no deja de reflejarse irresistiblemente.
Los fallos de la Corte Constitucional, al ser de naturaleza jurídica, tienen una profunda inspiración ideológica. Justamente, en la época actual y siendo conscientes de las diferencias y distancias ideológicas, de lo que se trata es de defender la Constitución Política para desarrollar el Estado Social de Derecho en el que puedan convivir concepciones conservadoras, liberales, progresista y de izquierda. Aquí radica la trascendencia del debate.
Si la doctora María Patricia Balanta, más allá de que sea conservadora, va actuar en derecho y a respetar las reglas de juego de la democracia burguesa, bienvenida.