El plan de Trump no tiene en cuenta la ley internacional, priva de derechos a la población de Gaza, protege a la parte que comete el genocidio, permite la ocupación israelí, y no garantiza que Israel mantenga la tregua tras la puesta en libertad de los rehenes
Alberto Acevedo
La comunidad internacional en general ha recibido con beneplácito la aceptación que Israel y el grupo de la resistencia palestina Hamás han dado al plan de paz de 20 puntos presentado por el presidente Donald Trump, que establece un cese al fuego y una tregua por 40 días, prorrogables; la liberación de la totalidad de rehenes, vivos y muertos, en manos de los grupos de la resistencia, la excarcelación de un número de presos palestinos en cárceles de Israel, el retorno palestino a la Franja de Gaza y la garantía de que el mando sionista permitirá el ingreso de ayuda humanitaria urgente a la zona.
“Israel y Hamás no firmaron la paz, firmaron una tregua”, indicó Pamela Urrutia, investigadora de la Escuela de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona. Agrega, además que, considerando el plazo dado al conseguirse un consenso en torno a la iniciativa del gobernante estadounidense, la medida “es temporal y no apunta a resolver las causas estructurales del conflicto, como la ocupación del territorio palestino por Israel, el bloqueo y la inexistencia de una autoridad palestina legítima en Gaza”.
Esta circunstancia le imprime una extraordinaria fragilidad al acuerdo que se acaba de suscribir el lunes de la presente semana, a pesar de que el presidente Trump, con su grandilocuencia, al anunciarlo en una rueda de prensa en la Casa Blanca, lo calificaba como “probablemente uno de los días más grandes de la civilización”.
Priva de derechos a la población
Los representantes de la sociedad palestina recuerdan que Israel ha suscrito en dos ocasiones anteriores acuerdos del alto al fuego o tregua, uno con Hezbollah, otro con el mismo Hamás. Ambos los violó con cualquier pretexto con tal de seguir escalando el conflicto. Israel hacía todo lo posible por alcanzar sus objetivos expansionistas y genocidas.
Lo anunciado por Trump es un plan de mínimos que diluye la posibilidad de un alto el fuego duradero. “Se trata de un inicio, lo cual es deseable, pero en realidad supone un nuevo tipo de ocupación permanente, peor que la de antes de 2023, con términos vagos, con premisas para el proyecto urbanístico de La Riviera y con exclusión de justicia y rendición de cuentas”, indica Noura Erakat, abogada palestina estadounidense.
La ocupación del enclave no se menciona
El plan de Trump incluye un proyecto de ocupación con fuerzas internacionales e israelíes, sin plazo claro para su finalización, sin soberanía palestina, ni posibilidad de autogobierno en las primeras etapas. Sin garantías detalladas tras dos años de genocidio. No menciona a Cisjordania ni Jerusalén Este, no contempla el final del apartheid y de la ocupación colonial en los territorios palestinos, ni la retirada total del ejército israelí de Gaza, en su primera fase, durante la cual podrá quedarse en más de la mitad del enclave.
Hay medidas adicionales que no se incluyen en la propuesta de Trump, pero que se requieren para que lo firmado este lunes se convierta en algo real y duradero: el cumplimiento de las normas del derecho internacional, el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino, el fin de la ocupación sionista, eliminar el sistema de segregación racial y la liquidación de toda forma de apartheid.
Sin estas medidas y sin la presión internacional que las haga posibles, la violencia y el sometimiento ejercidos por las fuerzas israelíes perdurarán, con mayor o menor intensidad. Por qué habría Israel de renunciar a la ocupación, si el asunto no figura entre los objetivos prioritarios del acuerdo que se acaba de suscribir.
Hay otros temas medulares que no se discuten a fondo todavía. Uno de ellos es el desarme de Hamás. Uno de los voceros de este movimiento, indicó al finalizar la semana pasada: “Ningún palestino aceptará el desarme; nuestro pueblo necesita las armas y la resistencia más que nunca”.
Previendo provocaciones
Y no es que Hamás tema entregar las armas para que Israel muestre al mundo un acto de rendición, de humillación, algo que no consiguió en dos años de conflicto. “La gente está contenta por no oír los bombardeos, pero nadie confía en que esto dure” asegura desde Rafah el periodista local Yousef Salem. “No hay electricidad, no hay agua potable, no hay Gobierno. Solo ruinas y hambre”, precisa el periodista.
Ante este ambiente de fragilidad, Israel podría montar cualquier provocación para reversar el acuerdo, o una operación de falsa bandera, y ante cualquier agresión posterior, la Resistencia necesita conservar las armas.
Al aceptar el alto al fuego, Hamás advirtió sobre la posibilidad de que el régimen sionista incumpla lo acordado, citando su traición a acuerdos similares en 2023 y enero de este año. De ahí que Hamás haya exigido a los países garantes del acuerdo y a las diversas partes árabes, islámicas e internacionales obligar “al régimen ocupante a cumplir cabalmente con los requisitos del acuerdo e impidan que eluda o retrase la implementación de lo pactado”.
Las principales facciones de la resistencia palestina, encabezadas por el movimiento Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, FPLP, rechazaron categóricamente cualquier tutela extranjera sobre la Franja de Gaza y reafirmaron que la definición de su administración y el funcionamiento de sus instituciones son asuntos internos del pueblo palestino.