La cultura mafiosa por un lado y la realidad económica del país que afecta en gran medida a las mujeres colombianas han hecho un buen equipo para que estas sientan el deseo de volar lejos en busca de ese falso sueño que les pinta la televisión y que les niega la realidad de un país desigual.
Renata Cabrales
La imagen de las colombianas en el exterior da pena. Al tiempo, da más pena el hecho de que los medios de comunicación convencionales sean los encargados de perpetuar, mediante telenovelas patéticas, esta imagen de las mujeres. Pero, peor aun, da vergüenza que insulten a un actriz chilena por parodiarlas. Un gran porcentaje no hace nada por cambiar esta verdad y antes lo acepta y haría hasta lo imposible por alcanzar ese estereotipo de mujer que nos venden las populares narconovelas colombianas.
La tonta, la puta, la santa y la bruja son los cuatro arquetipos de la mujer según las “Santas Escrituras”. En las telenovelas colombianas encontramos las tontas y prepagos y, bueno, se le agradece a la Madre Laura que ahora entren a la categoría de santas. Y son los personajes femeninos de telenovelas como Sin tetas no hay paraíso, Las muñecas de la mafia, El capo, El patrón del mal, etc., los que representan cánones de belleza imposibles de alcanzar.
Mujeres delgadas, con enormes tetas y traseros, con cabellos que no nacen en los árboles y todo logrado con un gran esfuerzo: ser la mujer del traqueto más poderoso. Todo esto ha generado una cultura mafiosa que influye de manera negativa en las metas y sueños de muchas mujeres jóvenes de nuestro país. No solo están las telenovelas, también los reinados de belleza hacen lo suyo.
La cultura mafiosa por un lado y la realidad económica del país que afecta en gran medida a las mujeres colombianas han hecho un buen equipo para que estas sientan el deseo de volar lejos en busca de ese falso sueño que les pinta la televisión y que les niega la realidad de un país desigual.
Algunas se dejan endulzar el oído con promesas de fama y fortuna por medio del modelaje y la actuación, otras se conforman con al menos tener un trabajo digno para mantener a sus hijos y poder brindarles la educación que este país mezquinamente les niega. Un país donde aumenta la brecha salarial de género, donde el trabajo de las mujeres en la casa es una labor invisible y desconocida por su supuesta naturalidad, donde las mujeres tienen menos oportunidades de acceso a la educación, donde ser madre es una obligación social impuesta por la cultura religiosa y a la vez un motivo de discriminación.
En un país donde los niños se mueren de hambre y donde existe una cultura patriarcal que denigra a las mujeres, estas, un gran porcentaje, se dejan engatusar de diversas maneras por gente mal intencionada, que les promete ese deseado paraíso perdido y las conduce al infierno.
Y son estas mujeres vulnerables, algunas jóvenes con sueños de princesas y otras, madres solteras, desempleadas, víctimas de violencia de género por parte de sus parejas, quienes caen en redes de tratas de personas que las esclavizan y prostituyen, pues ellas creen que fuera de este país cualquier cosa es el paraíso. Este país miserable que les inculca ser madres pero sin brindarles garantías para ejercer esta función, o que las discrimina por no ser el arquetipo de belleza prepago y tonta que ven en “Nuestra tele”.
Según el proyecto de Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), el número de víctimas en Bogotá de estas redes sigue en el subregistro, no hay cifras. Se sabe que por cada víctima oficial hay 20 más que no figuran. La forma de captación más común de menores de edad en Bogotá sucede alrededor de los colegios, donde existe una oferta de cafés internet o por medio de actividades como concursos o eventos para convencer a los jóvenes de aceptar ofertas para modelaje.
El más reciente Informe Mundial sobre la trata de personas de Unodc pone de manifiesto la verdadera magnitud del delito: con al menos 152 países de origen y 124 países de destino afectados por la trata de personas, y más de 510 flujos de tráfico que cruzan el mundo, de los que ningún país es inmune. Junto con esto, los más vulnerables de la sociedad parecen ser cada vez más el blanco de los responsables de este crimen: un 33% de las víctimas conocidas de la trata son niños, un incremento de cinco puntos en comparación con el período 2007-2010. Las niñas (dos de cada tres niños víctimas) junto con las mujeres, ahora representan el 70% de las víctimas de trata en todo el mundo.