Ser marica hoy no es solo una identidad, es un posicionamiento contra el orden que nos quiere “normales”, productivos y silenciosos
Manuel Antonio Velandia Mora
León Zuleta se presentaba a sí mismo como un polívoco perverso: cercano a la antipsiquiatría, filólogo, marica. Fue un pensador disidente que, más allá de las etiquetas, exploró el deseo y la identidad desde un lugar profundamente subversivo.
Bebimos de fuentes teóricas en común, compartimos la sospecha frente a las normas, y hoy podríamos decir que Zuleta, más que marica en el sentido identitario actual, fue un hombre pansexual antes de que ese término circulara con fuerza.
El texto que aquí se presenta busca trazar esas fuentes: los pensamientos, las lecturas, las luchas y contradicciones que alimentaron su mirada, para finalmente imaginar cómo pensaría hoy, en este presente que sigue cargado de exclusiones, si no lo hubieran asesinado aquel lunes 23 de agosto de 1993.
Una fecha que no es menor: ese mismo día la UNESCO conmemora el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición. Una coincidencia histórica que nos recuerda que la libertad ha sido negada de muchas formas —por raza, por clase, por deseo— y que nombrar a León es también resistir al olvido.
«Polívoco perverso» sería hoy una forma de nombrar aquellas identidades, voces y existencias que escapan de la norma, que no se dejan fijar ni domesticar. Es el cuerpo o la voz que habla desde lo múltiple, desde lo queer, desde lo que incomoda al poder por no encajar en los moldes binarios, morales o patriarcales. Es una forma de reivindicar lo disidente como potencia política.
Le désir homosexual
El teórico francés Guy Hocquenghem, fue una figura clave en la teoría queer y los estudios sobre sexualidad. Su obra más influyente es El deseo homosexual (1972), considerada pionera en la crítica al heteropatriarcado desde una perspectiva marxista y antipsiquiátrica. Este libro fue fundamental para los movimientos de liberación sexual en América Latina, incluyendo Colombia, nos inspiró tanto a León Zuleta como a mí.
En él Hocquenghem denuncia cómo el sistema capitalista y patriarcal reprime el deseo disidente, y propone una política del deseo que desborde las normas impuestas por la heterosexualidad obligatoria. Un texto fundacional que articula deseo, política y disidencia sexual, abriendo camino a lo que hoy llamamos teoría marica o queer.
La antipsiquiatría
Recordemos que las terapias aversivas no son una aberración del pasado lejano. Comenzaron a finales del siglo XIX, alcanzaron su auge en el siglo XX —con electrochoques, castigos físicos y correcciones forzadas— y, aunque parezca increíble, aún hoy, en pleno primer cuarto del siglo XXI, algunas iglesias cristianas las siguen practicando, bajo otros nombres, pero con el mismo objetivo: corregir lo que ellas consideran un “desvío”. Porque cuando el prejuicio se disfraza de fe, el daño se perpetúa en nombre de la “salvación”. Se comenzó “resolviendo” el problema de forma brutal. La violencia era el método. Se introducía un punzón en la comisura del ojo, se martillaba con fuerza, se rompía la estructura cerebral. Así funcionaba la lobotomía: ya no eras marica ni lesbiana, porque ya no eras. El deseo se borraba junto con la autonomía. Habían “curado” la disidencia, dejándote en estado de inutilidad mental. Ser tonto era más aceptable que ser diferente. Una tecnología del horror legitimada por la ciencia, aplaudida por familias y ejecutada por médicos. Todo en nombre de la normalidad.
La antipsiquiátrica es un movimiento crítico que surgió en los años 60, principalmente en Europa, como respuesta a los abusos, violencias y lógicas de control presentes en la psiquiatría tradicional. Cuestiona:
- La medicalización de la diferencia y el sufrimiento.
- El uso del encierro, electrochoques y medicamentos como formas de represión.
- La idea de “enfermedad mental” como verdad científica incuestionable.
- El papel de la psiquiatría en mantener el orden social, sexual y moral.
La antipsiquiatría no niega el sufrimiento psíquico, pero denuncia cómo muchas veces se patologiza lo que es simplemente disidencia, dolor social o resistencia.
León Zuleta y el feminismo
Su relación fue solidaria, crítica y profundamente política. Aunque su activismo se centró en la liberación homosexual, entendió muy temprano que las luchas por la igualdad de género y contra el patriarcado eran inseparables de la causa LGBTIQ+. Algunos puntos clave de su relación con el feminismo fueron:
- Aliado del feminismo radical: Sostuvo diálogos con feministas que denunciaban el machismo estructural y la violencia de género. Compartía con ellas la crítica al patriarcado como sistema de opresión sobre los cuerpos y los deseos.
- Crítico del machismo dentro del movimiento homosexual: Cuestionó las actitudes patriarcales de algunos hombres homosexuales, e impulsó una reflexión antipatriarcal dentro del propio movimiento.
- Convergencias políticas: Reconoció que tanto las mujeres como las personas homosexuales y trans eran subordinadas por un mismo orden heteronormativo, machista y represivo.
- Lucha compartida: Planteó que la emancipación sexual no podía lograrse sin la emancipación de las mujeres, y viceversa. Su pensamiento anticipó la idea de alianzas interseccionales.
La apuesta marica
¿Qué sería hoy un ejercicio político-sexual marica desde Benhur León Zuleta Ruiz?
Ser marica hoy no es solo una identidad, es un posicionamiento contra el orden que nos quiere “normales”, productivos y silenciosos. Ejercer la política desde lo marica es poner el deseo en el centro de la rebelión.
Es rechazar la domesticación de nuestras vidas por parte del sistema: no queremos un lugar en la mesa del poder, queremos desarmar la mesa, romper las sillas, bailar encima.
Es desafiar las instituciones que han intentado disciplinar nuestros cuerpos: la escuela, la familia, la psiquiatría, la iglesia, el Estado. Porque nuestro deseo no obedece, y eso les aterra.
Es construir afectos, comunidades y placeres que no reproduzcan el patriarcado ni el clasismo ni el racismo. Porque lo marica no se limita a la cama: es una apuesta ética y colectiva por otro mundo posible.
Es también exigir justicia por las desaparecidas, por los expulsadas, por quienes no llegaron vives a este presente. Pero no trabajamos desde el dolor como condena, sino desde la memoria como insurrección.
El ejercicio político-sexual marica hoy es una práctica de libertad. No queremos inclusión, queremos transformación. No queremos normalidad, queremos revolución.