En cumplimiento a la sentencia de las Corte Interamericana de Derechos Humanos, el presidente Gustavo Petro reconoció la responsabilidad de Estado en el genocidio en contra de la UP y el Partido Comunista. VOZ publica el discurso leído por la senadora y presidenta de la colectividad upecista
Aída Avella Esquivel
@AidaAvellaE
En noviembre de 1985, hace ya cuatro décadas, nos reunimos en Bogotá más de tres mil delegados y delegadas de todas las regiones del país. Nos convocaba la esperanza. Allí, en aquel primer Congreso, dimos vida a la Unión Patriótica, un partido nacido para la paz, para darle legitimidad a los acuerdos de entonces y para abrir un camino nuevo hacia la democracia colombiana. Paso a la paz, paso a las reformas.
La Unión Patriótica representó la posibilidad real de construir una convergencia amplia y plural, en la que coincidieron las fuerzas guerrilleras en proceso de diálogo con el gobierno del presidente Belisario Betancur y los sectores excluidos de todos los espectros políticos y sociales del país. Nos unía un mismo propósito: ofrecer una alternativa frente a la profunda crisis social que había precarizado la vida y los derechos de las grandes mayorías.
Punto de inflexión
Entre 1985 y 1986, los excluidos de siempre levantamos la voz. Las banderas amarillas y verdes de la UP se agitaron con entusiasmo y valentía en las plazas y calles de toda Colombia, llevando un mensaje de reformas, justicia social y defensa de la paz.
En las elecciones de 1986 logramos un resultado histórico: cinco senadores, nueve representantes a la Cámara, 18 diputados y 286 concejales. Una bancada parlamentaria que nos consolidó como la tercera fuerza política de la nación. Asimismo, en la contienda presidencial, alcanzamos 320 mil votos con la candidatura del abogado y compañero de luchas, Jaime Pardo Leal.
Por primera vez, una alternativa distinta al bipartidismo tradicional llegaba al poder local, departamental y nacional. Aquello marcó un punto de inflexión en la historia política de nuestro país.
El más puro sentimiento constituyente definía la esencia de la Unión Patriótica. Nuestra plataforma buscaba transformar democráticamente a Colombia, ampliar la participación ciudadana y fortalecer la soberanía popular. Propusimos que el pueblo fuera quien tomara las decisiones sobre los grandes asuntos de la vida nacional, enfrentando con dignidad las duras condiciones sociales y económicas de aquella época.
Las reformas que defendíamos entonces —justicia social, equidad, paz, soberanía y democracia real— siguen siendo hoy las mismas transformaciones que el pueblo colombiano reclama: una reforma agraria que redistributiva la tierra, una reforma urbana que garantice el derecho a la ciudad, derechos laborales y sindicales, un sistema de salud público y digno, la defensa de la naturaleza, una educación accesible para toda la población, y la consolidación de la soberanía nacional con justicia social.
Más allá de las fronteras
Ganamos elecciones, gobernamos municipios, hicimos leyes. Desde el Congreso impulsamos propuestas que ampliaron derechos y abrimos espacios culturales y sociales. Creamos instituciones como el hoy Ministerio de las Culturas, las Artes, y los Saberes. Realizamos obras que las comunidades eligieron con el presupuesto público. Y fue entonces cuando el Establecimiento, acostumbrado al monopolio, se atemorizó ante la fuerza popular de nuestro accionar.
Pero mientras nuestras victorias sacudían el panorama político, las fuerzas reaccionarias respondieron con la misma arma que han empuñado contra el pueblo durante siglos: la violencia.
Los genocidios no son espontáneos. Son acciones sistemáticas, planificadas, alimentadas por el odio y la intolerancia. Ver caer, uno a uno, a nuestros compañeros y compañeras, a nuestros amigos y familiares, fue un golpe devastador para la democracia.
Sin embargo, aunque aquella apertura política que prometía un nuevo amanecer fue ahogada en sangre, no logró borrar el sueño ni la dignidad de quienes creyeron —y seguimos creyendo— que otra Colombia es posible.
La Unión Patriótica resistió. Resistimos como verdaderos quijotes, aferrados a la esperanza, con la convicción de que la justicia debía abrirse paso incluso entre las ruinas. Mantuvimos viva la memoria de nuestros mártires, recordando cómo gobernamos, las leyes que hicimos y las causas que defendimos.
A pesar de las más de seis mil víctimas del genocidio y del exilio forzado, nunca dejamos de pensar que vivíamos para volver. Cuando nos arrebataron la personería jurídica, comprendimos que la lucha por la justicia debía continuar más allá de nuestras fronteras.
Así lo hicimos acudiendo a los tribunales internacionales de Ginebra, La Haya, Bruselas, París, Washington y San José. Allí encontramos oídos, razón y justicia. Un homenaje profundo al equipo de mujeres abogadas de la Corporación Reiniciar, que encabezó ese esfuerzo heroico y logró lo que parecía imposible.
¡Viva la UP!
Nuestra lucha política no se apagó. Fuimos leales a nuestros principios y trabajamos incansablemente por una solución política al conflicto armado. Resistimos junto al pueblo las políticas económicas más regresivas y defendimos la participación de las fuerzas alternativas en la vida nacional. La Unión Patriótica es una lámpara encendida en medio de la noche: una luz que guía, que no se extingue, que resiste al viento y a la oscuridad.
En 2016, con la firma del Acuerdo de Paz, la defensa de la paz dejó de ser una bandera partidista y se convirtió en un propósito ciudadano. Volvimos a recorrer el país, reencontrándonos con la militancia, con las víctimas, con las familias de nuestros caídos, para reconstruir la memoria y mantener vivo el legado de quienes ofrendaron su vida por las ideas.
Presidente Gustavo Petro, caminamos junto a usted con la firme esperanza de ser sus compañeros en este nuevo tiempo de lucha. Usted ha marcado el camino al decir con valentía: “nunca más un genocidio, ni en Colombia ni en el mundo”. Reclamamos justicia por Gaza y por todos los pueblos que sufren la guerra y la opresión. Condenamos a los responsables al ostracismo de la historia, porque no hay causa más humana que detener la barbarie.
Nos honra, presidente, que nuestras banderas históricas se hagan realidad en su acción de gobierno. Nos honra su compromiso de garantizar que ningún opositor, que ningún colombiano, tenga que padecer lo que padecieron miles de hombres y mujeres honestas, generosas y comprometidas de la Unión Patriótica.
Hoy seguimos caminando con ellas, honrando su memoria y su sacrificio, trabajando por los cambios democráticos que aún necesita la patria. No nos mataron a todos, somos cientos de miles de corazones que sobrevivimos.
¡Viva la UP!







