jueves, marzo 28, 2024
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Santos y el fallo de La Haya: Dosis reeleccionista

Es un desesperado esfuerzo para apuntalar la reelección y repuntar en las encuestas, aunque con una peligrosa posición agresiva y de desconocimiento del derecho internacional

La única vía para resolver el litigio con Nicaragua es por la diplomacia y el acuerdo bilateral. No sirven las provocaciones y agresiones del régimen colombiano.
La única vía para resolver el litigio con Nicaragua es por la diplomacia y el acuerdo bilateral. No sirven las provocaciones y agresiones del régimen colombiano.

Hernando López

La tan anunciada decisión del Gobierno de Colombia sobre el trascendental fallo de la Corte Internacional de La Haya ante la demanda interpuesta por Nicaragua, presentada la semana pasada por el presidente Juan Manuel Santos, es tan ambigua como incorrecta, porque dice que es inaplicable aunque lo respeta(?) a la vez que la adorna con una diatriba contra el país centroamericano, acusado de ejercer una política expansionista.

Santos, al igual que lo ha hecho en situaciones recientes, conformó un eje derechista para actuar en gavilla contra el presidente nicaragüense, integrado por los mandatarios de Costa Rica, Panamá y Jamaica, los dos primeros de capa caída en sus países por escándalos de corrupción. Sin embargo, cualquier acción provocadora contra Daniel Ortega, chocaría con la solidaridad de la mayoría de América Latina, incluyendo a Unasur, que no aceptarían ninguna acción bélica en su contra. Colombia mantendría el apodo de “Caín de América”. Es un camino peligroso y desacertado.

Varios columnistas que no tragan entero como decía el Cofrade Palacio Rudas, criticaron la posición anunciada por el presidente Santos, porque tiene una fuerte carga demagógica con dosis reeleccionista y desesperado esfuerzo por repuntar en las encuestas que le dan un lánguido resultado de aceptación. “Es un discurso para la galería, porque Santos atraviesa por un mal momento y su reelección está muy lejos de ser posible”, le dijo un politólogo a este semanario.

Juego peligroso

La semana anterior y la del anuncio, el país estuvo estremecido por el paro agrario y popular, reprimido con violencia por la Fuerza Pública, mientras que el presidente Santos se negaba a una solución dialogada, pacífica y democrática. El malestar se reflejó en las encuestas, porque la más adversa, la de Gallup, colocó el nivel de aceptación del mandatario apenas en el 21 por ciento y en otras llegaba al 30 por ciento. La maniobra de algunos medios como CMI no se hizo esperar. Después del anuncio de la “inaplicabilidad del fallo de La Haya”, Santos en forma automática aumentó su imagen a 50 por ciento. Nadie se comió el cuento y lo cierto es que el presidente Santos mantiene muy baja la aceptación. “De pronto una guerra le serviría para mejorar la imagen levantando el chovinismo de los más atrasados”, comentó un periodista. Aunque advirtió que el juego de la guerra con un país hermano es peligroso y dejaría a Colombia como agresor en el limbo continental.

En este sentido, es impropio argumentar la ambigua posición colombiana de que acepta el fallo pero es inaplicable, con la especulación del expansionismo nicaragüense. Al contrario, el presidente Daniel Ortega exige el respeto a la decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, así sea contrario a los intereses de Colombia. Al fin y al cabo Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez y el propio Juan Manuel Santos, aceptaron la jurisdicción internacional al someterse a su estrado, desestimando el acuerdo bilateral con Nicaragua, ahora sí planteado por la Casa de Nariño.

Nadie entiende en el mundo cómo Colombia acepta ir a la Corte de La Haya, anuncia estar dispuesta a aceptar su decisión jurídica, pero al final la desestima en medio de provocaciones al país centroamericano y hermano. Su imagen queda muy mal parada en el exterior, así en el país repunte el pálido presidente en las encuestas y le sea útil a la reelección, según lo especulan algunos de sus asesores. Difícil así presentarse como país democrático.

Pobre argumento

Lo cierto es que Colombia estuvo muy mal asesorada. Abogados mediocres que no supieron defender sus derechos territoriales. De ello tienen que responder los ex presidentes Pastrana y Uribe Vélez, ahora encaramados en la locomotora bélica y agresiva.

La explicación de Santos es que el fallo es inaplicable mientras que la Corte Constitucional no resuelva la demanda de la ley que aprobó el “Pacto de Bogotá”. Este, es también conocido como el “Tratado Americano de Soluciones Pacíficas”, equivale a un tratado internacional suscrito el 30 de abril de 1948 por los países de América, reunidos en la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, cuando ocurrieron los hechos de “El Bogotazo” tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Este tratado impone la obligación de buscar la solución de eventuales conflictos a través de medios pacíficos. Impugnarlo así no más, implicaría la renuncia de Colombia a la solución armoniosa de sus diferendos por vía diplomática y de acuerdos bilaterales. El “Pacto de Bogotá” entró en vigencia el 6 de mayo de 1949 y se registró en la ONU siete días más tarde. De esta manera el gobierno de Colombia busca ponerle fin a la competencia de la Corte Internacional de Justicia para actuar en los casos que comprometan a Colombia en desacuerdos y contradicciones con los países vecinos.

Las cuatro estrategias

Según lo ha explicado la canciller María Ángela Holguín la estrategia de Colombia va en cuatro direcciones:

1.- Demanda de la ley que incorpora el Pacto de Bogotá al bloque de constitucionalidad, porque los límites de Colombia se establecen o modifican a través de acuerdos internacionales bilaterales o multilaterales. Una vez se conozca el fallo de la Corte, se podrá buscar un acuerdo mediante Tratado con Nicaragua. Precisamente esa fue la propuesta de Daniel Ortega desde el principio, como también de varios sectores democráticos en Colombia. Se perdió tiempo para resolver el litigio mediante acuerdo entre las partes y ahora Nicaragua tiene a su favor un fallo internacional que no puede desconocerse.

2.- Declaración de una Zona Contigua Integral para consolidar la unidad del archipiélago, la que no puede hacerse de forma unilateral y contraría el pronunciamiento de La Haya. Es lo que debe buscarse de forma amistosa con el país centroamericano.

3,- La protección del Seaflower para garantizar el derecho de pesca de los raizales y habitantes de San Andrés y Providencia. Es una decisión demagógica que no resuelve el problema real de las islas que han sido mantenidas en abandono por parte del poder central. “Solo contamos cuando Nicaragua reclama la propiedad de las islas o cuando aparecen los movimientos separatistas en San Andrés”, opinan los voceros cívicos de los isleños. De hecho varios movimientos raizales en la actualidad, defienden la integración con Colombia pero con un estatuto de Estado independiente Asociado. Son años de olvido y marginalidad que no se pueden resolver con la demagogia del Gobierno Nacional.

4.- Contener el expansionismo de Nicaragua. Es la forma errática de asumir una posible negociación amistosa y bilateral, acudiendo a los actos provocadores e inamistosos. Holguín dice que Colombia está abierta al diálogo, pero promueve una cruzada de ataques contra Nicaragua en política de bloque con gobiernos derechistas y corruptos de la región.

Colombia continúa de tumbo en tumbo con una errática política internacional que solo conduce al aislamiento en el concierto de las naciones. No acepta el fallo de La Haya y ni siquiera compareció ante el organismo para aclarar el contenido del fallo en las “zonas grises” que le atribuye el gobierno de Colombia. Daniel Ortega, más sensato, llamó a que prime el derecho y no la fuerza”. Quiere dialogar con Colombia a partir de la aceptación del fallo de La Haya a cuya jurisdicción se sometieron de forma soberana y voluntaria los dos países.

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