lunes, junio 30, 2025
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Recordando a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo

Los mejores representantes del proletariado alemán. Quienes en noviembre de 1918 fundaron junto a Clara Zetkin y otros camaradas el Partido Comunista Alemán

MitinRosaluxembur

Antonio Ribas

La noche del 15 de enero de 1919 en Berlín, fueron detenidos Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en el Hotel Eden. En los dos coches que los conducían, fueron asesinados por los soldados de las tropas de asalto que les detuvieron. Sus cadáveres fueron arrojados al canal del río.

Así demostró la socialdemocracia, una vez más, cómo en los momentos cruciales se convierte en el más feroz verdugo de los trabajadores. Y quisieron destruir a los mejores representantes del proletariado alemán. Quienes en noviembre de 1918 fundaron junto a Clara Zetkin y otros camaradas el Partido Comunista Alemán (KPD). Pero solamente lo hicieron con sus cuerpos, no con su obra.

En enero de 1919, La Liga Espartaquista (un frente obrero de las organizaciones revolucionarias, en el que se encontraba el KPD) lideró un levantamiento contra la imposición de una dictadura militar, la cual era apoyada por el SPD, Partido Socialdemócrata Alemán.

Recordamos hoy este ejemplo de dignidad de los trabajadores de su tiempo. Como entonces, nos encontramos ante una de las mayores crisis del modelo de “democracia representativa” cuyo papel es contener las reivindicaciones de la mayoría de la población con el “voto útil”. Es impedir el ejercicio del poder de todos los trabajadores.

En estos días recordamos el último escrito de Rosa Luxemburgo:

“¡El orden reina en Berlín! ¡Ah! ¡Estúpidos e insensatos verdugos! No os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo soy, yo seré!. Y no habrá más opciones ‘O socialismo o barbarie’”.

Los postulados de la Liga Espartaquista son germinadores como la Revolución de Octubre, de una nueva forma de lucha contra el parlamentarismo, las “vías pacíficas” que no quieren cambiar la estructura de dominación de clase del capital. Son anunciadores que la lucha en las instituciones burguesas debe ir unida a la lucha en cada puesto de trabajo, en el campo, en las ciudades.

Un breve resumen del pensamiento de los revolucionarios alemanes lo encontramos en un artículo de 1918 escrito por Karl Liebknecht, sobre lo que quería la Liga Espartaquista:

“Lo que sobre todo es necesario en este momento es tener una idea clara de los objetivos de nuestra política… Hasta aquí, la revolución alemana no ha sido más que un intento de poner fin a la guerra y superar sus consecuencias… El objetivo del proletariado alemán, como el del proletariado mundial, no es una paz provisional, basada en la violencia, sino una paz duradera, basada en el derecho… El proletariado tiene el martillo en su mano para forjar un mundo nuevo… Suprimir el régimen capitalista es la única vía de salvación para el proletariado, la única que le permitirá escapar a su sombrío destino… El carné del voto no es la palanca que puede levantar y voltear al régimen capitalista…

La sociedad capitalista no es otra cosa que la dominación más o menos velada de la violencia… Nosotros queremos que la transformación de la sociedad y de la economía se produzcan en el orden. Si ha de haber desorden y guerra civil, la responsabilidad será únicamente de los que siempre han reforzado y ampliado su dominación y su provecho por las armas y quieren hoy poner al proletariado bajo su yugo. No es a la violencia y a la efusión de sangre a lo que llamamos al proletariado, sino a la acción revolucionaria enérgica, para poner en marcha la reconstrucción del mundo…

El proletariado revolucionario no debe dudar un solo instante en apartar a los elementos burgueses de todas las posiciones políticas y sociales; debe tomar el mismo el poder en sus manos… las revoluciones no son en el fondo otra cosa que grandes crisis sociales elementales, cuyo estallido y desarrollo no dependen de individuos aislados y que, pasando por encima de sus cabezas, se descargan como formidables tormentas… Todo depende de nuestra resolución, de nuestra voluntad revolucionaria.

La gran tarea para la que nos hemos preparado desde hace tanto tiempo exige ser cumplida ahora. ¡La revolución está ahí, debe ser desencadenada! No se trata de preguntarse quién, sino cómo… O el capitalismo burgués se mantiene y continúa haciendo la felicidad de la humanidad con su explotación y su esclavitud asalariada y el peligro permanente de guerra que representa, o el proletariado toma conciencia de su tarea histórica y de sus intereses de clase y se decide a abolir definitivamente toda dominación de clase…”.

Es por ello que dedicamos este sencillo recuerdo a aquellos camaradas. Su voz, con sus errores y aciertos, son nuestro bagaje de lucha. Y en última instancia es nuestro trabajo como asalariados en lucha, defendiendo nuestros puestos de trabajo, creando una paciente red de ligas, asociaciones, “mareas”, es como nos enfrentamos a la “ilusoria legitimidad parlamentarista”. El Parlamento solamente sirve para denunciar esta “dictadura del capital”.

Porque llegará un tiempo que las cadenas, las barreras quieran silenciar nuestra voz (leyes mordazas, multas, cárceles), y habrá que romperlas. No habrá otro camino, porque no podrán aniquilar físicamente a todos los que luchan. Pues las leyes que se crean en cualquier sociedad se ejecutan para mantener su dictadura de clase.

Por ello siguen vivas las palabras de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Otro mundo es posible. Las revoluciones proletarias del siglo XX han demostrado que detrás del imperialismo, no hay otra vía más que el socialismo.

Amistad Hispano-Soviética

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