La precandidata a la Cámara de Representantes por Cundinamarca habló con VOZ sobre su candidatura, los jóvenes y el campesinado con dignidad
Redacción voz
Daniela nació en Viotá, Cundinamarca, desde muy joven hizo parte de organizaciones, inició en Pioneros, una escuela para hablar sobre solidaridad y paz, los valores que cultivan los comunistas.
A los doce ingresó a la Juventud Comunista, donde fue responsable de la comisión de organización; a los catorce fue parte del sindicato de Pequeños Agricultores de Cundinamarca, asimismo, de la comisión juvenil del sindicato y hacía parte de la Asociación de Jóvenes Progresistas en Viotá, donde fue vicepresidenta de la seccional de Viotá, allí empezó a tener un reconocimiento en el departamento.
Hoy, con 28 años, es precandidata a la Cámara de Representantes por Cundinamarca, para seguir la lucha por el derecho al trabajo, la juventud y la tierra.
¿Qué es lo que más recuerda de la experiencia organizativa en Viotá?
-El trabajo con la secundaria impulsó mi liderazgo; hicimos estudios y seminarios sobre liderazgo municipal, también hicimos un paro estudiantil para apoyar el magisterio y exigir la actualización del manual de convivencia del colegio.
Jóvenes, reforma rural y dignidad
Profundizar y desarrollar la reforma agraria, ¿cómo?
-El país ha tenido unos importantes cambios sobre el reconocimiento del campesinado como sujeto político de derechos, y esto implica que se aterrice en el territorio y las instituciones y las entidades lo puedan comprender y desarrollar.
Ya no puede seguir siendo una consigna de enunciación, sino que realmente se materialice en acciones efectivas, lo que implica un gran trabajo para desarrollar actos legislativos que permitan un mayor impulso de las zonas de reserva campesina, lo que implica que dentro del presupuesto general de la Nación se necesitan mayores recursos para mayor productividad y comercialización.
¿De qué trata el “campesinado con dignidad”?
-Hablar del campesinado con dignidad es transversal, porque tiene temas de paz, fortalecimiento de la economía campesina, garantías y condiciones para poder habitar el territorio en dignidad.
Por ejemplo, no se puede habitar un territorio con dignidad si no hay atención a la salud, y, hoy, varios de los municipios del departamento se encuentran sin puestos de salud, y deban desplazarse hacia otros municipios para acceder a la atención, es indigno.
Así pues, hay ciudades en que su sistema de salud se está rebasando, precisamente porque hay pocos puestos para tanta población, pero también por una falta de intervención en lo social, por lo tanto, impulsar la reforma a la salud será fundamental.
Y, ¿sobre las vías terciarias?
-Mayor presupuesto para las vías terciarias es poder dar alivio a la producción del café, cacao, plátano y en general la economía campesina, sobre todo mercados locales y su comercialización.
Desde muy joven ha luchado por los derechos de los y las estudiantes, ¿cuál es la apuesta para ellos?
-Nuestra tarea legislativa será llevar dos iniciativas: uno, queremos el reconocimiento a las universidades campesinas, tal como el IALA María Cano, que ya tiene un reconocimiento como técnico, pero realmente su iniciativa va hacia la formación de profesionales en el campo, por eso, sabemos que es muy importante el reconocimiento para el campesinado.
Lo segundo, tiene que ver con la migración de la juventud del campo hacia la ciudad, ha sido muy importante los multicampus que se han podido llevar hacia los territorios, pero esto necesita garantías para mantenerse en el tiempo, además de que se necesita que se constituyan en universidades públicas, que no solo se utilice la infraestructura existente, como los colegios, sino que realmente se convierta en una universidad para el conocimiento para la transformación del territorio con mayor cobertura.
Ahora, el gobierno ha hecho importantísimos avances, pero necesitamos continuar para la defensa de educación pública.
Sin censos y desconocimientos
¿Cuántos campesinos hay en Cundinamarca?
-Según la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria, UPRA, dice que hay alrededor de 824.920 personas mayores de 15 años, sin embargo, no todas las personas que habitan dentro del campo son campesinos.
¿Cuál es la diferencia?
-Para ser campesino, hay cinco dimensiones: cultural, económica, política, religiosa y reconocimiento, por ejemplo, no es lo mismo la relación que hay con una economía campesina elaborada para el sustento familiar, a tener un número de hectáreas importantes para la explotación económica donde no hay ningún tipo de relación con el territorio.
¿Y cuál es la importancia de este reconocimiento dentro de un censo?
-Por lo diferencial que hay en las necesidades para cumplir, también sobre las reivindicaciones y los derechos. En esa lógica, mucha de la visión institucional y sus proyectos no tienen que ver con la realidad y la necesidad del territorio.
Entonces, cambiar eso ha implicado grandes esfuerzos que hoy nos exige una institucionalidad que asuma la reforma agraria y el pleno reconocimiento del campesinado.
Sobre los proyectos productivos en Cundinamarca, ¿cuáles son los principales en los que no hay que hacer énfasis?
En Cundinamarca estamos viviendo unas dificultades particulares en el sentido que se está haciendo un volteo de tierras, eso significa que no se ha limitado el crecimiento urbano hacia las áreas productivas, por ejemplo, en Viotá y otros municipios se está violando esa frontera, y fincas para la producción de alimentos se están convirtiendo en pequeñas villas, que generan unos grandes impactos ambientales. Esto pasa porque se está viendo a los municipios como destino turístico y de extracción de recursos.
Hay una propuesta, que ya es ley, llamada Región Metropolitana que dice que las decisiones sobre el departamento se tomarán desde Bogotá y la gobernación, en relación con el ordenamiento del territorio, el agua y cómo se va a producir.
Esto atenta contra la diversidad, y es un gran problema sobre todo el tema del agua y la defensa del Páramo. Es un proyecto agresivo que no tiene en cuenta a las comunidades.
Queremos el reconocimiento a las universidades campesinas, tal como el IALA María Cano, que ya tiene un reconocimiento como técnico, pero realmente su iniciativa va hacia la formación de profesionales en el campo.