Editorial 3279
Era la una de la madrugada del 14 de junio cuando los celulares comenzaron a sonar, las llamadas provenían del equipo de seguridad del presidente Gustavo Petro. Esta situación algunas veces sucede, pero no es muy frecuente. “Al ver el origen de la llamada supe que algo estaba pasando”, dice el relato de una alta fuente de la Presidencia de la República, que pidió no ser identificada. Era la llamada que ponía en alerta al equipo de gobierno de más alto nivel de que estaba en desarrollo un intento de atentado contra el presidente.
El presidente Petro regresaba a Bogotá después de cumplir una agenda en Sevilla, España, en el marco de la Cumbre de la Alianza por el Clima y la Justicia Social, organizada por el gobierno del Estado español. Allí, en el marco de esa Cumbre, el presidente y su seguridad recibieron informaciones sobre esta amenaza.
Mientras volaban hacia Colombia, el presidente y su equipo de seguridad evaluaron las informaciones y llegaron a la conclusión de que era una amenaza real y debían tomar medidas. Así, el avión fue desviado y aterrizó en el aeropuerto Matecaña de Pereira ¿De qué se trataba la amenaza? El avión presidencial estaba siendo monitoreado desde las islas Canarias, acción que se suponía imposible ya que la aeronave tiene sistemas anti-rastreo. El rastreo y el monitoreo de un avión presidencial, a menos que se trate de una búsqueda humanitaria o una situación de emergencia, no puede entenderse sino como la posibilidad de un ataque con misiles.
¿Quiénes, qué Estados o personas poseen esta costosa y sofisticada tecnología, capaz de transgredir los sistemas de protección de un avión presidencial? ¿Quién puede y está dispuesto a sufragar los altos costos que supone realizar estas operaciones contra el presidente? ¿Puede alguien solo y por su propia iniciativa realizar este tipo de operaciones, sin que la CIA, el FBI, el Mossad o el MI6 estén enterados? La historia seguro nos dará respuestas, aunque las intuimos.
Lo cierto es que este sofisticado método con el uso de misiles portátiles antiaéreos, sugiere que los atacantes tienen acceso a armamento avanzado y posible apoyo logístico de alto nivel, que solo pueden ofrecer sectores muy poderosos. Incluso, no solo uno, sino una alianza entre poderes criminales y narcotraficantes con gobiernos incómodos con el proceso de transformación que lidera el presidente Petro con el apoyo del pueblo colombiano
Proceso de transformación que incluye el fracaso del plan para tumbar las reformas, el éxito de la política económica con una inflación del 4.8%, la más baja en cinco años, la revaluación de nuestra moneda que rompió hacia abajo la barrera de los 4.000 pesos o la disminución histórica de 42% de la mortalidad infantil por desnutrición en menores de cinco años entre 2022 y 2024. Todos ellos son logros que demuestran la vocación popular y el éxito de la política económica del Gobierno.
Además, hay que tener en cuenta las posiciones asumidas por el presidente Petro en defensa de la vida en Palestina y su crítica radical a la acción genocida de la entidad sionista, su crítica pública contra el Fondo Monetario Internacional, FMI, su crítica a la OTAN y al mismo Estados Unidos por su política belicista, la integración de Colombia como nuevo socio del Banco de Desarrollo de los BRICS y la actitud digna y soberana ante Estados Unidos. Todo eso le ha valido el odio y ataque de nuevos y viejos enemigos. En este contexto, las amenazas y atentados contra el presidente Petro no deben verse como un hecho aislado y menor
Hay que proteger la vida del presidente. El relato de la oposición de extrema derecha en Colombia y en el exterior, de que son fantasías e historias surgidas del egocentrismo del presidente, lo que buscan es distraernos y esconder lo real
¡Pilas! Hay un plan para asesinar a Gustavo Petro.