En la cárcel La Picota de Bogotá, con el liderazgo del Gobierno nacional y la reiterada voluntad de los jefes de las bandas criminales, “Los pepes” y “Los costeños», inició una tregua que ha generado esperanza en el Caribe
Zabier Hernández Buelvas
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El gobierno del Pacto Histórico en Colombia, con el liderazgo del Presidente Gustavo Petro, viene implementando una política de «Paz Total» que busca la pacificación del país a través del diálogo y la reinserción de grupos armados.
Están en desarrollo en Colombia, varios procesos de paz, en el marco de Paz Total, Ley 2272 de 2022. La propuesta de Ley de Sometimiento a la justicia de bandas criminales, sería el instrumento legal a aplicar en estos casos de manera más precisa, esta fue presentada al Congreso por parte del ministro de justicia Eduardo Montealegre, pero tiene pocas probabilidades que se apruebe esta esta legislatura.
Sin embargo, avanzan mesas de trabajo con bandas criminales urbanas en ciudades como Buenaventura con Los «Shottas» y La «Local» filial del Clan del Golfo. En Medellín, con las Bandas Criminales (BACRIM), Grupos Armados Organizados (GAO), El Clan del Golfo y otros como «La Terraza», «El Mesa» o «Los Caicedo», «Oficinas», combos locales, estructuras micro-territoriales y localizadas.
Las bandas criminales urbanas, se interrelacionan en acuerdos de control territorial, con intereses muy precisos, que controlan barrios específicos, corredores periféricos y de movilidad de la ciudad. Se financian principalmente de la droga, pero también de la extorsión («vacuna») a negocios, transportadores y comunidades, actuando con extrema violencia.
Apretón de manos por Barranquilla
Digno José Palomino Rodríguez de “Los Pepes y Jorge Eliécer Díaz Collazos, alias Castor, de “Los costeños” se dieron un apretón de manos y anunciaron un cese de actividades criminales en este territorio que se extendería hasta el 20 de enero de 2026.
Palomino caracterizó el acto como “una luz al final del túnel” y pidió paciencia a sus seguidores y Díaz declaró que el compromiso es por la tranquilidad de la comunidad y llamó a la confianza y a la fe de sus hombres, “Hay que recuperar la esencia del ser costeño”: cerró Díaz.
Ambos discursos dieron un mensaje común: Esta tregua no se limita a un pacto de papel, sino a un gesto que busca transmitir confianza hacia dentro y hacia fuera de las organizaciones. La noticia cayó como si diera inicio a un carnaval de alegrías y esperanzas. Este control y accionar delincuencial no solo estaba afectando a los grandes empresarios, si no, que se había generalizado al tendero del barrio, a las modistas de pequeños talleres de confección, a la farmacia de la esquina, al vendedor de patacones y de arroz de liza, a la fritanguera con su negocito en la puerta de su casa.
De esta primera mesa surgieron tres compromisos básicos: primero, un cese de homicidios, hurtos y extorsión durante el tiempo de la tregua; segundo, la decisión de desvincular las fiestas de picó de la confrontación criminal; y tercero, una invitación a otras organizaciones a sumarse a la iniciativa de paz urbana. Se comenzó a trabajar y explorar otros compromisos como excluir a escuelas y colegios del microtráfico, y no reclutar a menores para que hagan parte de estas bandas criminales.
El delegado del gobierno, Camilo Pineda precisó, que “la paz no puede imponerse desde Bogotá, sino construirse en el territorio, con los actores locales y las comunidades.