jueves, marzo 28, 2024
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Dacca (Bangladesh): Vidas por marcas

Una tragedia que deja como enseñanza que solo la conciencia y organización de las mujeres permite cambiar el actual régimen de relaciones económicas

Los rescatistas lograron salvar la vida de más de 250 personas.
Los rescatistas lograron salvar la vida de más de 250 personas.

Ana Elsa Rojas Rey

Seiscientos muertos -en su gran mayoría mujeres-, fue el saldo del derrumbe del edificio de una industria textil que confeccionaba para varias de las más prestantes marcas de ropa del mundo.

La tragedia sucedida en Dacca, capital de Bangladesh, el pasado 24 de abril, ocurrió por la irresponsabilidad de los dueños de la fábrica a quienes les habían advertido que esa construcción se iba a derrumbar.

Allí se confeccionaba ropa para las marcas del grupo Inditex (Zara, Bershka, Pull & Bear), así como también Oysho, Stradivarius, Manga, Tommy Hillfiger, Benetton, etc. Las marcas se venden en lujosas tiendas a precios escandalosos y a las confeccionistas les pagan precios irrisorios por su trabajo.

La tragedia, que algunos catalogan como una verdadera masacre, ha sido censurada y rechazada por el mundo entero debido a las circunstancias como ocurrieron los hechos; pues esta se configuró, como en la obra de Dante, La Divina Comedia, quien de manera imaginaria en un viaje al infierno termina con la ilusión de la vida. Se dice que varias de ellas dieron a luz bajo los escombros del edificio.

Mujeres y explotación

Ellas y ellos fueron obligados a entrar a las textileras cuando ya se había advertido el peligro que representaba el edificio. Pues muchos y muchas con la necesidad de ganarse el pan de cada día se tienen que someter a largas jornadas de trabajo a cambio de míseros salarios, mientras otros pocos viven regocijados de amasar jugosas ganancias: es el tétrico negocio del cambio de vidas por marcas.

La situación del pueblo de Bangladesh se puede graficar con la declaración de la activista juvenil de ese país, Kalpona Akter, quien sufrió el oprobio del régimen capitalista donde están por encima las ganancias de las marcas de ropa, antes que la dignidad humana: “Empecé a trabajar en la industria textil de Bangladesh a los 12 años y ganaba solo tres dólares al mes. Entré a trabajar porque mi padre tuvo una embolia y la familia necesitaba dinero para cubrir los gastos básicos de subsistencia. Trabajaba 23 días consecutivos, dormía en el suelo y me duchaba en el baño de la fábrica, bebía agua sucia y el supervisor me abofeteaba”.

El edificio estaba construido sin ningún control de seguridad, lo cual contrasta con las utilidades obtenidas por los dueños de la factoría. Estas fábricas ganan al año 20 mil millones de dólares mientras a una trabajadora le pagan 35 dólares al mes.

Como dice el alemán Ulrich Beck, “estamos en una sociedad del riesgo y la individualización”. Por eso es urgente que las dinámicas de cambio enmarcadas dentro de la lucha de clases se desarrollen con mayor celeridad, para retomar la marcha hacia los cambios profundos que necesita el planeta y enterrar para siempre el lastre de la explotación y expoliación del capitalismo. Es en este punto donde deben estar las mujeres ya que ellas son garantía del cambio.

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