viernes, marzo 29, 2024
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Ocalan llama al PKK a dejar las armas: conmoción en Turquía

El llamamiento del dirigente del Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK) Abdullah Ocalan a dejar las armas constituye un paso adelante en el largo proceso de negociación entre Ankara y los kurdos. Si se tradujera en una verdadera paz, esta iniciativa significaría un cambio enorme en Turquía y en el Próximo Oriente.

Manifestación a favor de la autodeterminación del pueblo kurdo, en Berlín. Foto: PKK Verbot via photopin (license)
Manifestación a favor de la autodeterminación del pueblo kurdo, en Berlín. Foto: PKK Verbot via photopin (license)

Bayram Balci
Orient XXI

Desde su isla-prisión de Imrali en el mar de Mármara, Abdullah Ocalan, el fundador y jefe histórico del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la “organización terrorista” kurda en lucha contra el estado turco desde 1984, acaba de dictar a una delegación que le ha visitado una declaración estruendosa. En efecto, siguiendo la onda de las negociaciones entre el PKK y el estado turco que duran desde hace casi tres años, Ocalan demanda a los cuadros de su partido poner fin a la lucha armada contra Turquía y proseguir el combate de una forma exclusivamente política.

Esta declaración histórica, si es efectiva, podría tener un impacto considerablemente positivo no solo para Turquía sino también para toda la región del Próximo Oriente, en la que los kurdos se han convertido en un actor político y militar de primer nivel.

Para comprender la importancia de esta declaración, recordemos que la cuestión kurda en Turquía ha cambiado enormemente. La república turca moderna que nació en 1923 no reconoció a los kurdos como grupo étnico, lo que tendría el efecto de cristalizar su conciencia étnica y nacional, y de alimentar las reivindicaciones de derechos específicos culturales y políticos. En 1984, bajo la dirección de Abdullah Ocalan, el PKK pasa a la lucha armada bajo la forma de una guerrilla, llevada a cabo desde las montañas de Irak.

Pero también a partir de Siria, donde Hafez Al-Assad se presenta como el gran protector del partido, al que instrumentaliza contra Turquía con la que está en conflicto ideológico, territorial y geopolítico. En 1998 como consecuencia de las amenazas del ejército turco de intervenir directamente en Siria para poner fin a este apoyo, el hijo heredero Bachar Al-Assad abandona a su “protegido” Ocalan expulsándole del país y cerrando las bases del PKK.

Tras una breve huida, y gracias a una intensa cooperación entre los servicios secretos turcos y sus aliados, Ocalan es entregado a Turquía donde purga una pena de prisión, desde donde continúa sin embargo dirigiendo a distancia el movimiento nacional kurdo de Turquía. Incluso encarcelado, continúa siendo un interlocutor insoslayable y precioso para Ankara en su política kurda. A partir de 2002, con la llegada al poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (Adalet ve Kalkinma Partisi, AKP), el poder político se vuelve más inclinado a la negociación sobre la cuestión kurda y a reformas.

Sin embargo, la solución militar sigue siendo privilegiada en gran medida, incluso si en paralelo, en 2009 y 2010, se llevan a cabo negociaciones secretas entre el estado turco y representantes del PKK en Europa, para encontrar una salida a este conflicto costoso en vidas humanas y en pérdidas económicas para las provincias orientales más afectadas por el mismo. Este clima de sospecha, en el que las relaciones alternan entre apertura política y vuelta a la violencia armada, perdura hasta el verano de 2012 cuando Turquía, progresivamente estancada en el conflicto sirio, se ve obligada a revisar su política kurda.

Cálculos sirios

En efecto, la crisis siria cambia seriamente la situación en la regionalización de la causa kurda. Cuando se desencadena la crisis en Siria, entre marzo y septiembre de 2011, Turquía, preocupada por mantener buenas relaciones con su vecino, intenta convencer a Bachar Al Assad –su aliado de entonces– de hacer concesiones a la oposición siria para apaciguar las tensiones. La intransigencia del régimen de Damasco lleva rápidamente a Turquía a apoyar a la oposición, pero con el temor de que el hijo –igual que el padre– utilizara la carta kurda contra Ankara. Es el peor escenario posible y tiene lugar en el verano de 2012.

Perdiendo en todos los frentes contra sus opositores, Al-Assad hace evacuar la región de mayoría kurda del norte de Siria a lo largo de la frontera turca, y libera a militantes de la causa kurda siria. El golpe y el coste para Turquía es doble. Ve emerger en sus fronteras una entidad autónoma kurda en fase de reconocimiento en el plano regional, y asiste a la estructuración del Partido de la Unión Democrática (PYD), que no es sino una emanación del PKK. Concretamente esta rama siria permite al PKK reforzarse y aumentar sus capacidades de acción en Turquía donde inflige graves pérdidas al ejército turco durante el verano de 2012.

Curiosamente, la crisis siria, en la que Turquía se enreda sosteniendo a una oposición siria demasiado débil y donde el PKK-PYD se aprovecha de unas relaciones confusas y ambiguas con el régimen de Assad, ha jugado un papel de acelerador en el arreglo de la cuestión kurda de Turquía. La agravación del conflicto sirio y el callejón sin salida en el que se encuentra Turquía llevan al gobierno AKP a iniciar una nueva fase de contactos con el PKK a partir de marzo de 2013. Las dos partes parecen resueltas a la necesaria aceleración de las negociaciones para llegar a una conclusión sobre el estatus de los kurdos en Turquía.

La inédita audacia del AKP es emprender negociaciones directas y públicas con Ocalan, al contrario de lo que se había hecho hasta entonces, en particular en las negociaciones secretas de Oslo en 2010 entre servicios secretos turcos y emisarios del PKK. Pero la crisis siria impone una nueva lógica. A través de los electos del partido legal pro kurdo, el Partido por la Paz y la Democracia (Baris de Demokrasi Partisi, BDP), recientemente rebautizado Partido Democrático del Pueblo (Halkrarin Demokratik Partisi, HDP), que le visita regularmente, Ocalan teledirige el estado mayor del PKK con base en las montañas de Kandil en Irak.

¿En búsqueda de respetabilidad?

Así, desde 2013, el PKK se ha calmado y respeta la tregua que él mismo ha iniciado como signo de buena voluntad. Los ataques, que estos últimos años se dirigían exclusivamente contra objetivos militares y raramente poblaciones civiles como ocurría anteriormente, han cesado. La tregua resiste incluso al muy delicado y doloroso episodio de Kobane (Ain al-Arab), punto crucial en las relaciones entre el PKK y Turquía. Turquía no ha dejado de presionar a los kurdos de Siria para que volvieran sus armas contra Bachar Al-Assad. Sin embargo en Kobane, el PKK ha adquirido una notoriedad y una respetabilidad internacionales gracias a sus hechos de armas contra los yihadistas.

El episodio sigue siendo interiormente un punto de frustración, pues el PKK, a pesar de sus victorias contra la organización del Estado Islámico (EI) y el apoyo militar aportado por los occidentales, sigue en la lista negra de las organizaciones terroristas establecida por la Unión Europea y los Estados Unidos. ¿La reciente declaración de Ocalan tiene por objetivo la aspiración histórica de hacer del PKK un actor político respetable y reconocido como tal para proseguir en otro terreno la causa kurda?

Entre las implicaciones para Turquía y la región, la materialización del final de la lucha armada recompensaría al AKP por su política de apertura hacia los kurdos. El calendario no es anodino. Para mayor impacto, el anuncio se produce algunas semanas antes del Newroz, el año nuevo turco iraní, celebrado el 21 de marzo, pero sobre todo fiesta nacional kurda para el PKK y que da lugar cada año a inmensas manifestaciones de nacionalismo kurdo. Y es también a menudo el momento de decisiones históricas de orientación en su lucha nacional. Lejos de toda coincidencia fortuita, el anuncio se produce también a menos de tres meses de unas elecciones legislativas muy importantes en Turquía.

El poder AKP, a la cabeza del país desde 2002, espera mantenerse con una amplia mayoría en el Parlamento. Es la condición indispensable para una importante revisión de la Constitución que permitiría una presidencialización del sistema político turco, algo con lo que Recep Tayyip Erdogan sueña desde hace años. Para los kurdos, sería la ocasión de inscribir en la nueva Constitución derechos políticos, y quizás una descentralización del sistema administrativo para favorecer a medio plazo el establecimiento de una autonomía para las provincias de mayoría kurda.

Las ganancias para Turquía no se limitarían sin embargo al aumento de los poderes presidenciales de que goza ya Erdogan. Sería toda la economía turca la beneficiada de un contexto nacional apaciguado en el que las poblaciones turca y kurda vivirían en mejor armonía. La esperanza para el PKK es su transfiguración en un actor político mayor –lo es ya–, pero respetable y respetado, gozando de un estatus legal para actuar tanto en la escena política turca como en la regional.

Redistribución de las cartas en la región

El éxito de tal operación de paz entre Turquía y el PKK tendría repercusiones en toda la región. La mejora de su imagen podría servir al PKK para ser borrado de la lista negra de las organizaciones terroristas y obtener un verdadero estatus político. Pero esto no se hará sin el aval de Turquía. Ahora bien, un PKK más influyente en Turquía y además a la cabeza de una región autónoma kurda de hecho en Siria, podría robar a Massud Barzani, presidente del gobierno regional del Kurdistán irakí, el liderazgo del espacio político kurdo en Próximo Oriente.

Así, esta “paz de los valientes” podría cambiar a fondo toda la política turca en Próximo Oriente. Por el momento, Turquía mantiene su buena entente con el gobierno regional del Kurdistán de Barzani que le ayuda –o le ayudaba hasta ahora– a ejercer una cierta presión sobre el PKK. Un desarme del PKK y su legalización podrían poner fin a esta buena entente, o al menos hacerla menos indispensable que antes.

En cuanto a la política turca en Siria, sigue estando obsesivamente focalizada por la cuestión kurda, y más específicamente por el futuro de la región kurda de Siria cuya autonomía creciente irrita considerablemente a Ankara. Una paz entre Turquía y el PKK implicaría que las dos partes pusieran fin a sus divergencias sobre la cuestión del régimen de Bachar Al-Assad. Turquía desea su marcha, mientras que el PKK continúa manteniendo una indiferencia de fachada floja y sospechosa, que algunos interpretan como una colaboración recíproca. El sueño turco de ver al PKK sumarse a la oposición siria no es totalmente irrealista pero no se hará a cualquier precio. La renuncia a la lucha armada le ofrece sólidas perspectivas de negociación.

Pero antes de preguntarse sobre las implicaciones y los impactos para Turquía y la región de tal acuerdo histórico, ¿cuáles son sus posibilidades reales de éxito? Las dificultades y los obstáculos son aún numerosos, pero el hecho de que este acuerdo sea fruto de un largo proceso realizado de forma transparente respecto a la opinión pública turca y kurda le confiere mayores posibilidades de salir adelante.

No aprovechar esta ocasión histórica sería un error político sancionado por una opinión pública que reclama la paz y la estabilidad en una región ya atenazada por fuertes turbulencias desde la degradación de la crisis siria y el ascenso del Estado Islámico. Decepcionar estas esperanzas tendría malas consecuencias electorales el próximo mes de junio, cuando el AKP y el “escaparate” legal del PKK, el HDP, esperan reforzar sus posiciones. Irónicamente, el porvenir de las dos partes está intrínsecamente ligado al éxito de este acuerdo, pues ambas tendrían mucho que perder en caso de fracaso.

Fuente original: http://orientxxi.info/magazine/abdullah-ocalan-appelle-le-pkk-a,0832

Bayram Balci es investigador en ciencias políticas y civilización arabo-islámica en el CERi-Sciences Po. De 2006 a 2010 ha dirigido el Instituto Francés de Estudios para el Asia Central (IFEAC) en Tachkent. De 2012 a 2014, ha sido investigador invitado en el Carnegie Endowment for International Peace en Washington. Sus investigaciones actuales versan sobre las relaciones entre islam y política en el espacio postsoviético y sobre Turquía en su entorno regional (Caúcaso, Asia Central, Próximo Oriente).

Traducción: Faustino Eguberri para Viento Sur

Rebelión

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