jueves, septiembre 19, 2024

Militando en el exilio

Paula Daza

Alfredo Molano Bravo observó un patrón en la colonización en Colombia, cada etapa de consolidación del latifundio generaba una expulsión de campesinos hacia tierras baldías o poco pobladas. Ese ciclo se repitió, hasta que el desplazamiento de población se tornó transfronterizo.

El destierro se tradujo en cientos de colombianas y colombianos viviendo fuera del país. Dentro de estos centenares expatriados hacen parte los exiliados políticos que ante la violencia nacional buscaron amparo en el extranjero. En un acto desesperado y en contra de su voluntad migraron para detener las intimidaciones personales y familiares que los acechaban.

Líderes sociales y políticos, sindicalistas, campesinos, defensores de derechos humanos, reclamantes de justicia, fueron obligados a salir del país. Muchas de las y los expatriados eran militantes de partidos de izquierda que para salvar la vida tuvieron que abandonar sus proyectos personales y colectivos. El exilio los llevó a abandonar sus organizaciones sociales y políticas, una renuncia que les hace sentir culpables y hasta cobardes por no haber permanecido junto a sus demás compañeros en el país.

Les habita una ambivalencia generada entre la necesidad de rearmar sus vidas en el exilio y ver con angustia las noticias diarias que llegan desde Colombia. Sin embargo, siendo fieles a su decisión de vida, han buscado formas para continuar con la militancia. Usando las prácticas aprendidas dentro de sus organizaciones políticas y sociales, siguen apoyando el trabajo político en Colombia y gracias a su formación y compromiso con el trabajo colectivo pronto se unen con otros grupos, así han inventado formas de militar en el exilio.

El Foro Internacional de Víctimas es un ejemplo de las posibilidades de ese activismo político, una organización que ha permitido ganar diversos espacios de reconocimiento de una diáspora que no pierde su compromiso con la construcción de un país mejor y que reclama el derecho a retornar a su tierra y la posibilidad para todos los nacionales de ejercer los derechos políticos que el sistema democrático ha prometido a los ciudadanos.

Los exilados se han convertido en garantes y voces de una gran Colombia que sigue habitando la patria a la distancia. Dicen los teóricos, el Estado-nación habita dentro de los individuos e incluso toma un incierto carácter espiritual que se encarna en cada ciudadano. Por ello, no sorprende que los migrantes y exiliados acudan a su derecho a asociarse y traten de recomponer la ruptura que impone la distancia con los procesos organizativos en Colombia.

Ellos y ellas participan de proyectos sociales y políticos en sus países de acogida, logrando romper prácticas sectarias, enriqueciendo acciones colectivas bajo agendas comunes con organizaciones políticas con las que nunca se hubieran asociado en Colombia.
El deseo de incidir en la construcción de la paz ha generado un organismo como el Foro Internacional de Víctimas que ha puesto en la agenda las demandas de esa gran nación de colombianas y colombianos en el exterior.

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