lunes, marzo 3, 2025
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Maríaborigen, el café de las Villalba

Orgullosas hijas de las luchas agrarias de Viotá, madre e hija siembran, procesan y comercializan su propio producto. Organizadas en la Federación Mesa Nacional del Café, luchan por la democratización de la caficultura y el fomento de prácticas sostenibles con la naturaleza

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

“Ustedes se encuentran en tierra sagrada”, dice con amabilidad Yaneth Villalba una vez entramos a su pequeña finca cafetera El Amapolo, ubicada en la vereda San Martín, montañas de Viotá, Cundinamarca. La acompaña su madre, doña María de 88 años. Ambas sonríen ante la visita.

Con la amabilidad propia del campesinado viotuno, nos invitan a pasar. Quieren narrar su historia como campesinas caficultoras. En el relato se evidencia un amor indescriptible por esta región y sus históricas luchas agrarias.

Viotá, la roja

Yaneth es caficultora de tercera generación. Tanto sus abuelos que eran colonos tolimenses, como su madre que nació en Viotá, han trabajado durante casi un siglo en las plantaciones de café. Comenta con velocidad cómo funcionaba en la primera mitad del siglo XX la economía de las grandes haciendas, donde sus ancestros eran prácticamente esclavos.

“Los patronos nos dejaban cultivar para comida, pero si veían una mata de café la arrancaban”, recuerda doña María, con esa voz tierna que se va transformando con el pasar de los años.

La hija Villalba continúa con su relato. Identifica con satisfacción que su finca El Amapolo es producto de las luchas por la tierra que lideraron las Ligas Campesinas y el Partido Comunista. “Esa repartición fue gracias a la organización. Somos orgullosas herederas de esa historia”, afirma.

También, rememora con nitidez lo que significó para la historia rebelde del país esas montañas de la cordillera Oriental. El paso de Manuel Marulanda Vélez por la región, las escuelas políticas y militares organizadas por Jacobo Arenas, la experiencia de Jaime Bateman como estudiante de esos espacios, la lucha agraria liderada por Raúl Valbuena, entre otras anécdotas, llevaron a ese combativo calificativo de ‘Viotá, la roja’.

“Aunque los viejos han contado por años esas historias, siempre serán fascinantes”, manifiesta Yaneth.

Cultivo de café. Foto Mesa Nacional del Café

La violencia

Sin embargo, aquellas luchas se fueron olvidando frente a la crueldad del conflicto armado. Ante la presencia histórica de las Farc en la región, los giros militares que se desencadenaron en la década de los ochenta y noventa llevaron a que en Viotá se agudizara la violencia.

“Hubo mucha descomposición en los llamados milicianos, gente sin principios y que les gustaba la plata. Fueron muchos los muertos inocentes. Después, entre el año 2002 y 2003, llegaron los paramilitares del Meta y Casanare”, comenta Yaneth, quien para la fecha ya había tenido que huir del territorio por la violencia. Pero doña María y su hermano seguían en El Amapolo cuando ocurrió el doloroso desplazamiento.

“Yo tuve que recoger a mi mamita y llevármela para Bogotá. Estaba durmiendo en la iglesia del pueblo con una frazada que por solidaridad les había dado la gente. A una le daba miedo decir que era de Viotá y que era comunista”, continúa Yaneth.

No obstante, aunque fueron tiempos dolorosos, una vez mermaron los enfrentamientos entre guerrilla, paramilitares y ejército, la familia Villalba retornó al territorio. “Desde ese momento, nada ni nadie me ha podido sacar de esta finquita”, dice con gracia doña María.

La Mesa Nacional del Café

Para Yaneth Villalba, la historia del café en Colombia está mal contada. El relato oficial se concentra en Antioquia y el viejo Caldas, pero ignora intencionadamente lo que significó Viotá, no solo en la repartición equitativa de la tierra, sino fundamentalmente por lo que significó el derecho a sembrar café.

Al respecto, como pequeña caficultora tiene una valoración positiva del actual Gobierno, quien ha fomentado la comercialización con instituciones como la Unidad Solidaria o la Agencia de Desarrollo Rural.

En la actualidad, Yaneth hace parte de la Asociación Campesina de Trabajadores, Ambientalistas y Víctimas de Viotá, Ascataviv, filial de Fensuagro en el territorio. Pero también, como asociación integran la Federación Mesa Nacional del Café, una apuesta que nació con la firma del Acuerdo de Paz y que integran 30 organizaciones sociales, con presencia en ocho departamentos y con un impacto directo en 1.500 familias campesinas.

“La mesa promueve la caficultura justa y la democratización del café. Además, está comprometida con la justicia social y ambiental, la paz y la resilencia. En el marco de ese proceso, pude acceder a conocimientos frescos sobre la cadena de valor de nuestro producto”, expresa con satisfacción Yaneth, quien se desempeña en la actualidad como vicepresidenta de la organización.

La Mesa Nacional del Café ha permitido que pequeñas familias caficultoras, como la familia Villalba, puedan comercializar su propio producto y así evitar la intermediación de la Federación Nacional de Cafeteros.

Pero, en concepto de Yaneth, el principal reto que tienen como Mesa es que la caficultura sea respetuosa con la naturaleza: “Le apuntamos a una estrategia amigable con el medio ambiente, donde sea sostenible en el tiempo, pero que también sea productiva. Que todas las finquitas tengan un diseño donde haya comida, priorizando la soberanía alimentaria”.

De hecho, en la pasada COP16 en Cali, la Federación Mesa Nacional del Café recibió el galardón Equator Price 2024 por Natural-paz, un proyecto que implementa estrategias ambientales en la caficultura para cuidar el planeta.

Maríaborigen

Termina la conversación. Es el momento para degustar el café que producen. Aunque la tradición es hacerlo en la clásica olleta, Yaneth confiesa que su método favorito para prepararlo es con el dispositivo Chemex. Alista la mesa y se pone el delantal de barista. Ejecuta con magistral técnica y sirve las tazas.

Su café se llama Maríaborigen. El nombre fue elegido por sus hijos como un reconocimiento para con su abuela, doña María. Y rinde homenaje a los colonos laboriosos que abrieron camino y sembraron esperanza en Viotá, cuna de luchas agrarias y cafeteras.

No hay duda. Su aroma y sabor evoca esas hermosas memorias.

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