Narciso Isa Conde
El ex presidente Luiz Ignacio Lula da Silva, líder del otrora antiimperialista y anticapitalista Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), desde la tribuna del XIX Encuentro del Foro de Sao Paulo (FSP) llamó a las formaciones políticas allí presentes “a escuchar los mensajes de los ciudadanos que se manifiestan” y de paso afirmó “que los partidos de izquierda se ha quedado viejos”.
Justo en el instante en que Lula pronunciaba esas palabras, tenía lugar, en la puerta de ese escenario, una manifestación, mayormente integrada por jóvenes, que coreaban contra él y el PT; precisamente en un periodo en el que se han producido enormes movilizaciones callejeras cuestionando los resultados de sus gestiones presidenciales y la de Dilma Rousseff, registrándose a la vez un gran descenso de la popularidad del PT y de la actual presidenta.
Mas allá de sus indudables méritos históricos y del aprecio personal que le dispenso, pienso que Lula no está en condiciones de ofrecer cátedra ni de izquierda ni de revolución a la humanidad.
Un balance desalentador
A mi entender desperdició una gran oportunidad para darle inicio a la transformación revolucionaria de Brasil. Se “cuadró” a la izquierda, moderándose progresivamente (incluso desde antes de ser gobierno), para terminar “bateando” a la derecha en cuestiones fundamentales:
—Optó por dejar intacta la institucionalidad liberal-burguesa de ese país, obviando el gran tema de la refundación del estado brasileño en dirección a la creación de una democracia participativa e integral, a través de una constituyente popular. Se quedó incluso muy lejos de los procesos auspiciados por Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.
—Administró el Estado con prácticas clientelistas, asistencialistas, tráfico de influencia y corrupción; al extremo de generar situaciones escandalosas, que obligaron posteriormente a Dilma Rousseff a destituir y sancionar altos funcionarios de su gobierno involucrados en delitos de Estado.
—Favoreció a niveles sin procedentes en la historia del capitalismo brasileño a la gran burguesía financiera e hizo concesiones insólitas a los grandes capitalistas depredadores de la Amazonia.
—Instrumentó una política antipobreza frágil, fundamentalmente basada en el asistencialismo en gran escala; aprovechando la bonanza del capitalismo local para derramar una parte del excedente, a manera de dádivas, en favor de indigencia, sin promover los necesarios cambios estructurales en las relaciones de propiedad, en los servicios básicos, y sin incorporar la pobrecía brasileña a estructuras productivas estables.
—Auspició la expansión del capitalismo al compás del crecimiento de las desigualdades, acompañándola de una sensible -pero inconsistente- reducción temporal de la pobreza extrema; provocando a su vez graves carencias en los sectores medios y fuertes incertidumbres en las nuevas generaciones.
—Hizo suyo -y de la cúpula del PT- el proyecto de imperialismo brasileño, desde una especie de nacionalismo de gran potencia, timorato unas veces, conciliador otras y medianamente firme en ciertas ocasiones respecto a los imperialismos mayores (estadounidense y europeo), expresándose esto último en su participación en nuevos bloques independientes.
Todo esto ha conducido a los gobiernos «petistas» a evadir la cuestión esencial del desmonte del modelo neoliberal, a no atreverse a revertir las privatizaciones y las desregulaciones fundamentales, y a desechar la opción de un orden alternativo posneoliberal; quedándose corto incluso hasta en la implementación de políticas propiamente socialdemócratas, rondando más bien por los predios de «neoliberalismo light» o de una mezcla de neoliberalismo con algo de socialdemocracia.
Y todo esto tiende a distanciar a partidos y líderes que dijeron ser de izquierda, revolucionarios, transformadores -e incluso socialistas y hasta comunistas- de los sentimientos y anhelos de la juventud y del pueblo trabajador más conscientes, de los movimientos ambientalistas contestatarios y de los nuevos sujetos políticos-sociales anticapitalistas. Tiende, por tanto, a envejecerlos.
Sí, todo eso, además envejecerlos, los derechiza, los acomoda, los torna medianamente conservadores: los asemeja a los llamados partidos tradicionales.
Sucede así en Brasil y en nuestra América, pero también en Europa como él mismo apunta, en Asia, en África.
Y si lo dudan, sería bueno indagar y profundizar sobre lo que le está pasando al poderoso Partido Comunista de China.
El FSP fue hegemonizado por esa forma de envejecer y de moderarse.
Le ha pasado, por demás, en promedio, al propio Foro de Sao Paulo, involucionando hacia posicionamientos centristas, no sin altibajos y contradicciones significativas.
Las cúpulas del PT, del PRD de México, de los sectores moderados del Frente Amplio de Uruguay y del FMLN de El Salvador, del Partido Socialista de Chile (cuando estuvo activo en el Foro), entre otros, han tenido mucho que ver con esa involución.
El propio Lula tiene una alta responsabilidad en esos asuntos, como también han gravitado en ese mismo tenor las relaciones interestatales entre partidos progresistas y de izquierdas en el poder y la burocratización de sus vínculos internacionales; incluido una parte de aquellos partidos que al interior de sus sociedades han sostenido posiciones transformadoras, sin atreverse a enfrentar debidamente las corrientes conservadoras en el seno del FSP y sin auspiciar articulaciones revolucionarias a su interior y fuera de sus fronteras que impulsen su radicalización.
—Recordemos la resistencia al ingreso de los nuevos movimientos políticos-sociales en igualdad de condiciones que los partidos.
—Recordemos cómo se le quitó el nombre inicial de Foro de los Partidos de Izquierda.
—Recordemos la reiterada resistencia al ingreso de las organizaciones revolucionarias con tradición político-militar.
—Recordemos la exclusión de Chávez y del Movimiento V República antes de ser gobierno, cuando una parte de los partidos más influyentes del Foro asumieron el estigma de «golpista» en su contra.
—Recordemos la ignominia de la expulsión soterrada de las FARC-EP del FSP (cuya pasada membresía ha sido ahora hipócritamente mencionada por Lula en el discurso comentado, como muestra de diversidad).
—Recordemos la negativa a establecer vínculos con los zapatistas mexicanos.
—Recordemos el veto a H. Batasuna como observador europeo en momentos de represión en su contra.
—Recordemos cómo la Secretaría Internacional del PT se prestó a acorralar a una parte de las izquierdas revolucionarias dominicanas para favorecer el ingreso y la permanecía del PLD, del PRD y grupos satélites (dos polos neoliberales de la derecha dominicana). Igual en otros casos parecidos.
—Recordemos el mal trato que recientemente se le dispensó a Piedad Córdoba y al potente Movimiento Macha Patriótica en el XVII Encuentro.
—Y examinemos, por fin, las enormes déficits del FSP en el accionar antiimperialista, la movilización popular y el internacionalismo revolucionario a escala continental y mundial; sin negar su valor como escenario de intercambios, de relaciones diversas, de conocimiento mutuo, de declaraciones solidarias con causas justas y de importantes debates.
El FSP y la necesidad de la Internacional Anticapitalista
No soy de los que niegan esos y otros valores del Foro de Sao Paulo, menos aun de los que apuestan a su desaparición. A su existencia y mejores aportes me siento históricamente vinculado, entendiendo que a raíz de la debacle del “socialismo real” y sus efectos depresivos jugó un papel estelar.
Sí creo que, además de ese espacio heterogéneo, las izquierdas anticapitalistas mundiales, las fuerzas socialistas-comunistas -incluida la nueva izquierda revolucionaria enfrentada al capitalismo (social, cultural, intelectual, juvenil, feminista, ambientalista)- necesitan sus propios espacios de articulación, coordinación, acción y iniciativas comunes en materia de democracia de calle y creación de contrapoder y poder popular. Necesitan confluir en una gran Internacional Anticapitalista.
Estoy convencido de la necesidad del deslinde -sin obviar alianzas puntuales, frentes y espacios comunes más amplios, y vasos comunicantes y coordinaciones unitarias- entre las izquierdas transformadoras y las izquierdas que ha optado por el reformismo o por insertarse burocráticamente, administrar y reformar limitadamente, sin determinación de ruptura, el sistema capitalista neoliberal.
Renovación revolucionaria
Como entiendo que es preciso renovar y rejuvenecer todo el movimiento transformador, a partir de la necesaria admisión de las grandes dificultades que presentan las izquierdas revolucionarias que se conformaron en el curso del pasado siglo para entender y asumir las nuevas dimensiones y características del capitalismo y los nuevos desafíos par abolirlo.
Para entender y asumir la cuestión de clase a la luz de la impronta neoliberal y de otras mutaciones dentro del sistema de dominación.
Los nuevos sujetos político-sociales anticapitalistas, la trascendencia y evolución de la opresión de género y las modalidades de las nuevas vanguardias revolucionarias.
El impacto de la cuarta oleada tecnocientífica, la cuestión racial, los graves problemas medioambientales, los nuevos códigos de la juventud, el valor de la defensa de la libertad de opción sexual.
Para comprender las consecuencias destructivas de la militarización y de la gansterización extrema del imperialismo actual y las características de la presente crisis de la civilización burguesa. Y para actuar en consecuencia.
Después de lo acontecido en el PT, en el Brasil bajo su administración y en el Foro de Sao Paulo bajo su influencia, no luce ni basta colocarse en un podio por encima de todas los mortales de las izquierdas (falsas y verdaderas), para enrostrarle su envejecimiento real e invitarlas a escuchar los mensajes de los ciudadanos que se movilizan.
Sin analizar a fondo las causas y la direccionalidad de esas justas indignaciones y movilizaciones masivas, obviando olímpicamente las responsabilidades propias, insoslayables por demás, en esos resultados que están siendo cuestionados desde las bases juveniles y populares de la sociedad e ignorando -o tratando superficialmente- la derechización y las inconsecuencias de la cúpula «petista» (y del propio Lula) que ayudaron la generarlos.
Así no, camarada Lula.