La prensa internacional ha otorgado amplia difusión e importancia a las declaraciones de varios gobernantes europeos que han manifestado su intención de reconocer al Estado palestino. ¿Qué hay detrás de estas afirmaciones?
Luis Carlos Domínguez Prada
Si lo expresáramos sin las necesarias precisiones, podría parecer una opinión que incurre en el pecado de descalificar una actitud objetivamente plausible. Pero es que tampoco, plausible a secas es el calificativo que amerita la posición de los países ─algunos sorprendentes como España, Suecia, Noruega, Irlanda, Eslovenia y Francia el más que todos─ que han decidido reconocer a Palestina como Estado.
Lo primero que debe precisarse en este asunto es que el reconocimiento no constituye un acto de generosidad por parte de algunos países. Basta recordar que, para el año de 2025, 147 de los 193 miembros de la ONU ya lo han hecho. Además, el 22 de noviembre de 1974, la Asamblea General de la ONU reconoció el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, independencia y soberanía en su propio territorio.
Estaban en mora de hacerlo
En el 2012, la misma Asamblea General reconoció a Palestina como Estado Observador no miembro pleno de la ONU. Sin embargo, el reconocimiento pleno solo puede ser otorgado por el Consejo de Seguridad, ese ahistórico y anacrónico vestigio de la Segunda Guerra Mundial, el que puede hacer el reconocimiento pleno.
Y ahí está el veto de los Estados Unidos, que ha bloqueado cualquier intento palestino de ser designado miembro de algún órgano de las Naciones Unidas como Unicef o la Unesco. Cuando el mecanismo del veto no es viable, se procede con un mecanismo vulgar: el chantaje financiero. Sin rubor, Washington amenaza con no pagar sus aportes a dichos organismos, lo cual implica la parálisis de sus programas en todo el mundo.
Lo anterior empieza a dar luces sobre el sentido del título de esta nota. Los países que más recientemente han reconocido al Estado palestino ─como España, Irlanda, Noruega, Suecia, Eslovenia y el más sorprendente Francia, que anunció hacerlo el próximo septiembre en la Asamblea General de la ONU, apenas y con injustificada demora─, no están haciendo una concesión extraordinaria, sino que se están poniendo al día con una normativa internacional que los cobija y obliga. El caso de Francia impacta, por tratarse del primer país integrante permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y el primero del exclusivo club del G-7, en adoptar esta postura.
El país galo, con un ítem que hace más llamativa su actitud, junto con Arabia Saudita, se empeñó en la realización de una Conferencia Especial que en el marco de las Naciones Unidas en Nueva York, el 28 y 29 de Julio pasado. El fin era convocar a los países europeos a reconocer en bloque el Estado palestino. Esta iniciativa fue objeto, por todos los medios, de bloqueo y aun sabotaje por parte de Donald Trump y Benjamín Netanyahu, con argumentos cínicos y ridículos como que esa Conferencia es un homenaje al terrorismo y un obstáculo para la paz.
Quieren desaparecer a Palestina
Es bien sabido que la prioridad absoluta ─y abiertamente reconocida─ de esas potencias colonialistas ha sido la desaparición de Palestina como pueblo, cultura y nación. ¿No está en la memoria de todos la reciente e infame declaración de Donald Trump, proponiendo su plan de una Palestina desocupada para construir allí el más lujoso “resort” del Medio Oriente bajo dominio norteamericano?
Frente a la posición de Francia y otros países europeos de reconocer a Palestina, Alemania ─a través de su canciller Friedrich Merz─ , Inglaterra ─por voz de su primer ministro Keir Starmer─ e Italia ─representada por su primera ministra Giorgia Meloni─, han rechazado tanto la idea del reconocimiento como la reciente Conferencia.
¿Cuáles son las sombras?
No son pocas. El gesto, aparentemente generoso, de Francia y de los demás países ─España, Suecia, Noruega, Irlanda y Eslovenia─, pero especialmente del primero, revela, a pesar de la furiosa reacción de Netanyahu, una preocupación por ser funcionales al sionismo y su proyecto colonial. ¿Cómo se manifiesta esto? Evitando la frase clave: ¡Cese del genocidio y el criminal cerco de hambre!
Tampoco el de la ineludible aplicación del derecho internacional en cuanto a la existencia de los dos Estados sí, pero bajo las fronteras de 1967 y con Jerusalén oriental como capital de Palestina. Ambos temas tabú para Israel. Menos exige la libertad inmediata de los miles de palestinos secuestrados por Israel sin defensa, juicio ni garantías procesales de ninguna clase y sometidos a crueles torturas.
En cambio, lo que sí menciona ─y mucho, lo cual es lo peor en ese “gesto”─, es que la prioridad absoluta es la libertad de los pocos rehenes israelíes en poder de Hamás, como si ellos justificaran un genocidio que lleva 75 años. Y hay más: que en el futuro Estado palestino no podrá haber “terroristas” de Hamás.
En otras palabras, se insinúa que ningún gazatí tendría cabida en ese Estado, porque fueron estos los que escogieron a Hamás como su gobernante. Desde la visión de la ocupación y de sus patrocinadores, los convierte en “terroristas”. Sólo vivirán en Gaza judíos. Una visión que refleja exactamente el enfoque y proyecto de Netanyahu. En ese contexto, más sombras que luces.