jueves, octubre 23, 2025
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Los desafíos de hacer política desde abajo

Las elecciones de los Consejos Municipales de Juventud mostraron un escenario complejo: baja participación, inequidad en las campañas y la necesidad de repensar cómo se construye poder desde las juventudes organizadas

Revolución en Rosa

El 19 de octubre Colombia celebró por segunda vez las elecciones para los Consejos Municipales de Juventud (CMJ), un mecanismo que, en el papel, busca garantizar la participación política de las nuevas generaciones. Sin embargo, los resultados y testimonios de quienes se midieron en las urnas, revelan un panorama menos alentador: una mezcla de apatía, desconfianza institucional y cooptación partidista que deja a la juventud en una encrucijada entre el deseo de transformar y el desencanto con la política tradicional.

Las primeras elecciones de los CMJ, realizadas hace cuatro años durante el gobierno de Iván Duque, fueron presentadas como una apuesta innovadora para integrar a jóvenes en los procesos de decisión pública. Pero muchos sectores las interpretaron como una estrategia de distracción frente a la movilización social de 2021. Sin presupuesto suficiente, sin incidencia real en la legislación y sin reconocimiento en los gobiernos locales, los consejos creados entonces, se diluyeron en el tiempo. Cuatro años después, la segunda edición repite la historia: participación mínima, estructuras débiles y desigualdad de condiciones entre quienes intentan disputar el poder.

“No competimos en condiciones de igualdad”

“Una vez más pudimos ver que no competimos en condiciones de igualdad”, afirma Juan Quintana Lopera, quien fue candidate al Consejo de Juventud por la Unión Patriótica en la localidad de La Candelaria, Bogotá. “Mientras hay organizaciones que buscan una batalla democrática transparente y justa, también hay quienes, estando en el poder, utilizan las maquinarias y apelan a las necesidades de las juventudes para conquistarlas. Eso deja un balance preocupante”, agrega.

Las palabras de Quintana resuenan con el diagnóstico nacional: el ausentismo fue abrumador y, donde hubo participación, las listas respaldadas por partidos tradicionales o gobiernos locales contaron con ventajas logísticas y económicas. En muchos municipios, los comités alternativos o independientes tuvieron que hacer campaña sin recursos, enfrentando el cierre de espacios educativos y la falta de garantías institucionales.

Una pelea de tigre con burro amarrado

Desde Tunja, la capital de Boyacá, Angie Vega, candidata por la Corporación Casa de la Cultura Popular, comparte un sentimiento similar. “La baja participación de les jóvenes es alarmante. De los 45.000 habilitados para votar, no llegamos ni a 10.000. Esto demuestra la falta de formación política, no solo en Tunja, sino en todo el país”, señala.

Aun así, su lista —una organización alternativa y popular de izquierda— logró 340 votos, ubicándose cerca del 50% de la votación de la lista más fuerte, respaldada por el partido del gobernador. Ese resultado, aunque modesto, es para Vega un triunfo simbólico: “Nunca habíamos participado en elecciones. Y estar por encima de partidos como el Conservador o el Centro Democrático, en una ciudad tan conservadora, es muy significativo. Pero fue una pelea de tigre con burro amarrado: ellos tenían recursos, maquinaria, acceso a colegios, mientras a nosotres nos cerraban las puertas y nos rompían la publicidad”.

Ambos testimonios coinciden en señalar un problema estructural: la desigualdad de condiciones dentro del mismo sistema que dice promover la democracia juvenil.

Crisis organizativa en la izquierda juvenil

Para Angie, “a la izquierda le fue muy mal en estas elecciones, y eso es reflejo de una crisis organizativa profunda. Si no dejamos los egos y los intereses personales, el proyecto político de unión puede estar en riesgo. Tenemos la gente, el conocimiento, pero falta coherencia y trabajo colectivo”.

Esa autocrítica se repite en distintos territorios donde las listas progresistas no lograron consolidar alianzas amplias ni traducir su capital social en votos.

La sombra del discurso conservador y los algoritmos

El análisis no puede desligarse del contexto global. En medio del auge de un discurso conservador y neofascista, amplificado por los algoritmos de redes sociales, las juventudes se encuentran expuestas a una narrativa que asocia “orden” con estabilidad y “progreso” con retorno al pasado.

Juan lo expresa con crudeza: “Las juventudes hoy están cansadas de luchar. Lo que quieren es estabilidad, trabajo, certezas. Y la derecha sabe cómo vender eso a través del discurso del capital, haciendo creer que, si los grandes están bien, todes lo estaremos. Nuestro reto es demostrar que no es así y que la estabilidad también puede venir de la justicia social y de la organización”.

En este panorama, las plataformas digitales se han convertido en un nuevo campo de disputa ideológica, donde el algoritmo premia los mensajes de odio y simplificación, y relega las voces críticas que apelan a la reflexión o la organización colectiva.

Democracia juvenil o simulacro institucional

El resultado de las elecciones no puede leerse solo en clave de cifras. Es, sobre todo, un diagnóstico del estado político y emocional de una generación que oscila entre el deseo de transformación y la desesperanza. Si bien existe un sector de jóvenes movilizades y conscientes, amplios segmentos siguen desconectades de los procesos políticos, percibiéndolos como espacios lejanos, burocráticos o corrompidos.

La paradoja es que estos consejos nacieron con la promesa de acercar el Estado a la juventud. Sin embargo, su falta de autonomía y presupuesto, junto con el escaso seguimiento gubernamental, los convirtió en estructuras más simbólicas que efectivas. Muchos consejos creados en 2021 apenas lograron sesionar algunos meses y no tuvieron incidencia en decisiones públicas relevantes.

El caso de 2025 confirma esa tendencia: la democracia juvenil sigue siendo un proyecto inconcluso, atrapado entre el entusiasmo de quienes creen en la participación y la indiferencia de instituciones que no garantizan su ejercicio real.

Organizarse para no desaparecer

Aun así, tanto Juan como Angie insisten en que el balance no puede ser únicamente pesimista. “Tenemos que buscar otras formas de juntarnos alrededor de las causas comunes”, dice Juan. “Las masas, las necesidades compartidas, son nuestra verdadera fuerza”.

Las elecciones del 19 de octubre no fueron, entonces, una simple jornada electoral. Fueron un espejo. Un espejo que refleja el desencanto de una juventud que exige ser escuchada, la incapacidad del Estado para ofrecer espacios reales de incidencia y la urgencia de reinventar las formas de participación más allá de las urnas.

Si algo dejan claro estos testimonios es que la lucha por democratizar la política juvenil en Colombia no se agota en los Consejos. Por el contrario, apenas comienza.

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