El presidente norteamericano construyó el relato de que su población —latina, asiática, africana— es la causa de los problemas del país. Las redadas contra inmigrantes se convirtieron en el pan de cada día
Alberto Acevedo
En la última semana, la ciudad de Los Ángeles se convirtió en epicentro de una oleada de indignación de la población migrante en los Estados Unidos. Esta, en forma airada, rechazó las redadas del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, ICE, en calles, teatros, restaurantes y sitios de trabajo en desarrollo de una verdadera ‘cacería’ de ‘indocumentados’, que terminó afectando a toda la población migrante en general.
El descontento social se originó en Los Ángeles y, rápidamente, se extendió a otras regiones como Austin, Las Vegas y Spokane, y más tarde a grandes urbes como Washington, Nueva York, Chicago, Seattle, Texas, Colorado e Illinois, entre otras.
En varios Estados, las manifestaciones contra las acciones del ICE desembocaron en choques entre manifestantes y la policía, con actos de vandalismo y saqueos de tiendas, que expresan el rechazo no solo al maltrato a los migrantes, sino a la política social de la actual administración de Trump.
Los enfrentamientos fueron particularmente duros en los barrios de Paramount y Compton, en el condado de Los Ángeles. La autopista 101, una de las más importantes arterias viales de la ciudad, permaneció bloqueada por varios días.
Supuestos infiltrados
La policía empleó gases lacrimógenos y balas de goma; prohibió a los ciudadanos realizar reuniones en el centro de la ciudad y, al término de la semana, las autoridades hablaban de la detención de unas sesenta personas, a las que se acusará de violar las leyes migratorias.
El jefe de la policía local dijo que “la ciudad ha sido invadida y ocupada por extranjeros ilegales y criminales”. Señaló además que las protestas estuvieron impulsadas por sectores de la extrema izquierda radical y en ellas participaron alborotadores pagados.
Este discurso fue retomado por el presidente Trump, quien ordenó de inmediato el despliegue de unos 2.000 agentes de la Guardia Nacional y de 700 marines en la zona. Así, como por arte de magia, la ciudad se vio de repente rodeada por tropas de la Marina, de la Guardia Nacional, del ICE, que se sumaron a la labor que ya venían haciendo las autoridades locales que, por cierto, indicaron que tenían la capacidad de poner bajo control la situación.
El ‘sueño americano’, una pesadilla
Una ciudad emblemática de los Estados Unidos, considerada la meca del cine, se vio entonces blindada por tanques de guerra y helicópteros patrullando el centro de la ciudad, mostrando que el imperio no se queda en meras amenazas. El resultado: Los Ángeles había sido invadida, ocupada… por Estados Unidos. El ‘sueño americano’ ya no es una promesa para los inmigrantes que la habitan. Es una pesadilla con presupuesto militar.
Al identificar a los migrantes como enemigo interno, Trump construye el relato de que esa población ─latina, asiática, africana─ es la causa de todos los problemas del país. Las redadas contra inmigrantes se iniciaron bajo el argumento de que solo se deportarán personas con una situación migratoria irregular, que hubieran cometido algún delito. Rápidamente, se demostró que esto era falso.
Las deportaciones al centro de detención de El Salvador y a otros países incluyeron inclusive a ciudadanos norteamericanos y a personas que no tenían siquiera una multa de tránsito. Entre los criterios para identificarlos como delincuentes, además de un matiz racial, era que ellos tenían tatuajes. Pero resulta que uno de cada tres estadounidenses tiene tatuajes.
Los Ángeles es tal vez la ciudad estadounidense donde más inmigrantes viven. No pocos de ellos votaron por Trump y recibieron palo como retribución. La población migrante es intrínseca a Los Ángeles, desde su origen, por su génesis. Durante la guerra contra México, en 1846, Estados Unidos invadió el territorio de la ciudad. Una operación militar que transformó el norte mexicano en el suroeste estadounidense. Territorio que hoy vuelve a ser ocupado por las tropas norteamericanas.
Sospechosos por siempre
Una ironía cuando vemos que los descendientes de quienes fueron despojados de sus tierras, ahora son ‘sospechosos habituales’ en una nación que no deja de construir muros, reales y simbólicos, en el marco de una visión xenófoba, racista.
El Estado de California representa por sí solo la quinta economía más grande del mundo y Los Ángeles es la ciudad más desigual de Estados Unidos. Un tercio de sus residentes viven en la línea de pobreza. Mientras el precio por metro cuadrado de tierra está entre los diez más caros del mundo, 80 mil ciudadanos viven en las calles en condición de indigencia.
Estudios de urbanismo recientes indican que “es una de las ciudades en que el proceso de desindustrialización de fines del siglo XX avanzó de manera ejemplar con la gentrificación de los barrios, la especulación inmobiliaria y la superexplotación de los trabajadores, sacando una renta extraordinaria de los inmigrantes sin papeles”.
A pesar de la intensidad de las protestas, la gente también tiene miedo. No todo es rebeldía. El terrorismo de Estado sigue siendo funcional. Los restaurantes mexicanos permanecen vacíos. El temor de ser deportado aumenta entre los vecinos. No pocas personas han dejado de salir a la calle. Padecen una guerra interna que amenaza con quebrar lazos comunitarios muy profundos.