La exclusión de Cien años de soledad de los colegios de Florida revela cómo el discurso de “protección” a la infancia, se transforma en un dispositivo de control cultural
Flora Zapata
Las entrañas de Latinoamérica no escupen sangre, sino mariposas amarillas. Si tuviéramos que definir en una sola palabra el esplendor de este pedazo de tierra, nos llevaría la vida y no lo lograríamos. A menos que detrás de nuestras manos revoloteen los susurros del realismo mágico, perfectamente diseñado a la medida de lo imposible que se esconde en lo cotidiano, en los andenes de los pueblos de la ciénaga colombiana, debajo de los árboles con frutas exóticas y, por supuesto, en cada esquina de Macondo.
Cien Años de Soledad brilla en el firmamento porque logró capturar la magia usando las mismas palabras con que se comunican a diario los transeúntes de esta y de otras tierras. A veces parece increíble cómo es posible tejer una y mil veces las mismas letras para crear diferentes mundos a través de la literatura. Mundos que tienen mucho de este, real, frívolo y mecánico, pero que guarda su corazón en las páginas de cientos de escritores y escritoras que han sentido el rechazo de ese molde, y han corrido a refugiarse en el laberinto de la creación.
Se impide el vuelo
Es usual que, en los colegios, de acuerdo a la instrucción del Ministerio de Educación Nacional, desde hace muchos años en la asignatura relacionada con el español, aparezca en el pensum la lectura de varios clásicos que narran Latinoamérica y Colombia. Clásicos que en los ojos de algunos adolescentes pueden no significar lo que en realidad son, en buena medida por la presión y porque la lectura no debe ser obligada, sino fomentada. Sin embargo, allí están, crudos y explícitos, contándole a quien se atreve a leerlos un poco de la condición humana que a veces parece perdida.
En medio de la disputa política en que se enfrenta el conservadurismo “new age”, y las fuerzas progresistas y de izquierda, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez fue retirada de varias bibliotecas escolares del estado de Florida, Estados Unidos, bajo los procedimientos amparados por la House Bill 1467 (2022). Esta ley, presentada como una medida de “transparencia educativa” y “derecho parental”, ha devenido en uno de los instrumentos más poderosos de censura institucional, en el sistema escolar estadounidense reciente.
La ley HB 1467 y el dispositivo de control parental
Promulgada en marzo de 2022 y vigente desde julio de ese mismo año, la HB 1467 obliga a todos los distritos escolares de Florida a someter los materiales de aula y de biblioteca a revisión por parte de un “especialista en medios instruccionales” certificado por el Estado. Además, exige que los listados de libros sean publicados en línea y habilita a padres o residentes a presentar objeciones formales a cualquier obra que consideren “inapropiada para menores”. Mientras la objeción se resuelve, el libro debe retirarse temporalmente del acceso de los estudiantes.
En la práctica, esta estructura legal produce un efecto de autocensura preventiva: los distritos optan por retirar libros antes de enfrentar denuncias o sanciones, instaurando un régimen de vigilancia moral sobre los contenidos escolares.
Cien años de soledad y la lógica de la moralización
El caso de Cien años de soledad ilustra de manera paradigmática cómo esta legislación redefine los límites del canon literario en la educación pública. La obra fue retirada en varios distritos —entre ellos Duval, Collier y Escambia— bajo el argumento de que contiene “referencias a sexualidad, violencia y desnudez”, categorías que la ley no distingue en su dimensión artística o simbólica.
Al quedar sujeta al mismo criterio que materiales pornográficos o explícitamente sexuales, la novela de García Márquez es desplazada del ámbito educativo, y tratada como un riesgo moral. Esta confusión entre erotismo literario y obscenidad evidencia una relectura puritana del texto, que ignora su densidad estética y su contribución a la comprensión de la historia, la memoria y la violencia en América Latina.
Florida y la expansión de la censura institucional
Según datos de PEN America (2025), Florida encabeza el ranking nacional de prohibiciones con más de 2.300 títulos vetados en un solo año escolar. Junto a García Márquez, figuran autores como Toni Morrison, George Orwell, Maya Angelou, Margaret Atwood y Judy Blume.
El denominador común de estos retiros no es el contenido sexual, sino la incomodidad que sus obras generan frente a las narrativas hegemónicas de raza, género, sexualidad y poder. Así, la censura contemporánea no opera únicamente como prohibición moral, sino como una forma de control cultural, que redefine qué historias merecen ser contadas a las nuevas generaciones.
De la protección a la censura
La exclusión de Cien años de soledad de las bibliotecas escolares no solo priva a los estudiantes de una obra maestra del realismo mágico; también los aleja de una de las representaciones más profundas de la condición humana, de la historia de América Latina y del vínculo entre memoria y poder. En ese sentido, la censura literaria en Florida no es un fenómeno aislado, sino un síntoma global del retroceso cultural frente al avance de discursos autoritarios y moralistas que buscan administrar la sensibilidad colectiva.







