Derrotas electorales suscitan reflexiones duras. Pero al margen de las inmediatas reacciones hay que buscar explicaciones, especialmente en un momento en que en el continente la lucha electoral es proyección decisiva de la lucha de clases
Pietro Lora Alarcón
Para los revolucionarios, progresistas y demócratas del mundo, es evidente el mensaje que emana de la victoria de la ultraderecha pinochetista, en la segunda vuelta de las elecciones en Chile este domingo 14 de diciembre, y que se sintetiza en la declaración política del Partido Comunista Chileno: la unidad no es solo una opción electoral, sino una obligación con el pueblo. Unidad para cuidar lo que se ha ganado y unidad para avanzar en lo que aún falta. Se trata de una orientación política, contundente y afirmativa.
En el escenario, José Antonio Kast, nostálgico defensor de la dictadura, obtuvo el 58,16% de los votos con el préstamo electoral de la derecha tradicional, derrotada en primera vuelta. Jeannette Jara salió del 26,75% y avanzó al 41,84%. Un aumento de votación de más del 15%, que sin embargo no fue suficiente.
Lección uno: enfrentar radicalmente al neoliberalismo
Derrotas electorales suscitan reflexiones duras. Pero al margen de las inmediatas reacciones hay que buscar explicaciones, especialmente en un momento en que en el continente la lucha electoral es proyección decisiva de la lucha de clases. En esa visión, hablar de Chile significa desmontar la gran farsa y la soñada ilusión del éxito neoliberal vendido por el monetarismo de los Chicago Boys, los economistas chilenos discípulos de Milton Friedman.
El neoliberalismo impuesto a rajatabla en Chile, basado en la mercantilización de la vida social, la desregulación del trabajo, la reestructuración de la acumulación en favor del capital y la privatización de áreas estratégicas es un fracaso andante.
Un capitalismo que creo nichos de riqueza para pocos, a costas de la alta tributación para el pueblo y los bonos y los subsidios para los aliados de la dictadura, al amparo de un Estado subsidiario, con el cual el ciudadano mantiene una relación donde no se distingue lo público de lo privado, sino que los recursos comunes sean apropiados por los intereses empresariales.
Lección dos: Rebelión popular, el camino
Y todo ese fiasco neoliberal quedo claramente expuesto en octubre del 2019, cuando la rebelión popular chilena mostró el agotamiento y el malestar con tres décadas de políticas privatizadoras en la provisión de servicios educacionales, de salud, de energía y hasta del agua, con efectos concretos en las condiciones de vida de la gente. A partir de allí hay un debate popular más enérgico, que catalizó la victoria de Gabriel Boric en el 2021, pero que necesita de un proyecto con un mayor contenido transformador.
El tema de la pobreza es elocuente. La Comisión nombrada por el presidente Boric para hacer la medición de los índices, reveló que la cifra anunciada del 6,5% del 2022 es falsa y que la pobreza llega realmente al 22,3% de la población, es decir, 1 de cada 5 chilenos no consigue satisfacer sus necesidades básicas.
El índice de pobreza multidimensional (IPM), que identifica las privaciones en educación, salud, trabajo y vivienda, alcanza un 16,9% de la población y altos niveles de abandono en varios lugares, del Atacama a La Araucanía.
Lección tres: Unidad política y social
Desde luego, trabar la lucha contra la estructura neoliberal en Chile, enraizada en el desarrollo de la dictadura y como parte de la transición a una democracia representativa sin fundamento en lo social, es tarea que exige una capacidad disruptiva que implica un alto grado de unidad y lucha popular constante desde las comunidades, que impulse la transformación de las relaciones de poder.
El desmonte de ese proceso no se resuelve en un gobierno, aunque avanzar siendo propositivos y manteniendo una clara identidad política en lo internacional y lo nacional, hace parte del propio proceso de acumulación de fuerzas, en sentido estratégico. Naturalmente, aquí hay un debate sobre la caracterización, límites y posibilidades de cada gobierno en cada proceso.
Por lo pronto, los especialistas en obviedades pregonan que la victoria de la ultraderecha constata el fenómeno global de ascenso del conservadurismo, corroborando la fuerza de Trump, Marcos Rubio, Musk, Orban y Milei. De hecho, Kast tiene el apoyo de la reacción internacional, y del capital deteriorado por la corrupción y aliado a Trump, considerado el antídoto imperial contra el “socialismo regional”.
Lección cuatro: Imperialismo enemigo de Latinoamérica
Geopolíticamente, el imperio intenta imponer el “cerrojo en el sur” contra los “rebeldes del Caribe”, El objetivo consiste en impedir cualquier indicio, por tímido que sea, de cooperación económica con Venezuela, Cuba e incluso con Colombia. Pero va más allá. Significa, por ejemplo, que no habrá continuidad de la participación chilena en espacios de construcción contrahegemónicos, como las reuniones de los BRICs+, de las cuales participó en el 2014 y en julio de este año.
Kast se apoyó en la idea de una sociedad de amigos y enemigos, el nuevo recurso para impulsar medidas contra la migración, militarizar fronteras, amenazar con deportaciones y políticas duras contra una inseguridad pública manipulada. Nada hay de más eficiente que atraer el voto de quien piensa que en cualquier momento y en cualquier calle se puede morir porque su enemigo anda suelto.
La ultraderecha cruza datos para mostrar que, según el Instituto Nacional de Estadísticas, aumentaron los incidentes relatados por la policía a 1.300.000 en el 2024, paralelamente al crecimiento de los pedidos de residencia de venezolanos, peruanos y haitianos, expuesto por el Servicio Chileno de Migración.
No son tiempos fáciles, y como dice Gustavo Petro, hay que abrazar la vida, y para eso la unidad es una obligación histórica contra las pretensiones imperiales. Todo el reconocimiento a Jeannette Jara y a los comunistas chilenos.







